El viejo. El joven

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Tiró con fuerzas realmente sin ganas de seguir probando. Aquellas cadenas que estaban unidas a la argolla en su muñeca obligándole a estirar el brazo, mientras sentía la sangre escurriendo por su rostro. Su brazo izquierdo estaba en la misma situación. Completamente encadenado. Arrodillado. Una argolla adornaba su cuello con una cadena más, obligándole a mantener la cabeza alzada, observando la luz que incidía sobre su rostro, azulada. Era todo tan asqueroso en aquel lugar. Humedad. Moho. Oscuridad. Odiaba la oscuridad. Aborrecía a la oscuridad, incluso más que a su hermano Menma. Respiró hondo, sintiendo el aire viciado de aquella prisión especial bajo el Estado de Uzumaki, el lugar donde se decidiría todo para él con un juicio por combate. Dejó a un lado las tradiciones y tomó un juicio por combate en vez de una audiencia con los viejos dioses del panteón sintoísta. Todos aquellos lo mirarían con burla y asco, esperando tomar su cabeza y usarían todo contra él, fuera mentira o verdad. Y él puso el alto entrando en la sala, declarando la regla que existía incluso en los humanos en la edad media: un juicio sagrado por combate. Los dioses designarían al culpable con la muerte de uno de los dos luchadores.

Naruto saboreó la sangre cuando la gota escurrió por sus labios. Paseó la lengua como si estuviera disfrutando de mermelada, manteniendo los ojos cerrados y el rostro sereno. Cabellos dorados acariciaban su frente y rostro pétreos. Aquello no era una molestia para él. Había estado encerrado en tres ocasiones: cuando fue llamado traidor, cuando estuvo atrapado por Indra y ahora, en el presente. En ninguna de las anteriores ocasiones se había derrumbado. No lo iba a hacer ahora, ¿cierto? Eso desde luego haría que su madre lo odiara. O al menos lo regañaría. Los Uzumaki no se doblegan ante nadie. ¡Esa es la ley! Seas dios o mortal, un Uzumaki jamás doblaría la rodilla ante quien no es su rey. Amaterasu lo había aprendido. Él solo se había rendido ante ella; pero sus hombros, samuráis Uzumaki, ni se dignaron a mirar a la diosa manteniéndose de pies. Ellos solo se doblegaban ante su rey. Hasta ese punto eran leales.

Menma.

Aquel nombre le sabía a ceniza. Entraba en arcadas y realmente terminaba odiando solo un nombre. No era alguien vivo. Pero aquel que lo estaba llevando, realmente ni se merecía estar vivo en este momento. La sangre de su hermano debería estar escurriendo por su mano, mientras aplastaba su corazón con la mano.

Belicoso. Gore.

Uzumaki Naruto hizo crujir su cuello ligeramente. Sentía sus músculos en tensión y estaba molesto de la posición arrodillado, con los brazos estirados y su cabeza echada hacia atrás. ¿Cuántos habían sido torturados de ese modo? Tampoco era una tortura. Su madre torturaba incluso mejor que ese bastardo del celador en la puerta. Aquello estaba siendo un juego de niños para él. Y aun debía pensar en su campeón, aquel que representaría sus intereses e ideales frente al rey y sus seguidores y amigos. El coliseo estaría lleno de traidores, de dioses y monstruos. Incluso Indra podría hacer su propia aparición si los cálculos eran exactos en su mente.

Mis músculos están estirados completamente. Siento como se cargan.

Dejó que el aire de sus pulmones finalmente saliera por su boca, resonando en aquella oscura y húmeda sala. Uzumaki Naruto respiró fuertemente abriendo los ojos de zafiro, recibiendo la luz de lleno. Sus córneas parecían quemar por la exposición de la luz y simplemente volvió a cerrar los ojos, viendo puntos amarillentos al parpadear.

Bien. Eso es una mierda.

Tiró con ambos brazos. Tenía fuerza. No era sobrehumano. Las cadenas no cedieron y desistió con un resoplido que rebotó por la sala, apagándose lentamente. Agua. Comida. No lo habían ni siquiera escupido. Menuda recepción había tenido al llegar a su hogar. Ni siquiera lo habían mirado al entrar. Fue repudiado. Ignorado. Lo habían colocado en un ostracismo constante cuando pisó las calles de la ciudad Uzumaki mientras era arrastrado a su cárcel bajo el coliseo.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora