El arte de la espada. El camino del guerrero. Kenjutsu. Cualquier definición que se diera para aquellos que empuñaban una espada, no cambiaba lo que tenían que hacer, lo que necesitaban para seguir de pie, luchando y forjándose en el camino que habían escogido. No era fácil ni sencillo. Sudor y sangre. A lo largo de los años, los milenios, todo hombre o mujer que había tomado una espada en sus manos, había derramado sudor, lágrimas y sangre en su camino, empapando la tierra con su vida, dejando la marca de sus enemigos en su piel. Miyamoto Mushashi fue un ejemplo claro de lo que un espadachín debía de ser. Fuerte. Bondadoso. Siguiendo el camino del bushido hasta el final, tomando una cicatriz en su frente que fue ocasionada por El Perdedor más Grande de la Historia, aquel que no había ganado ninguno de sus combates a espada.
Mushashi es la viva representación de la cúspide en el camino de la espada. No perdió en ninguno de sus combates. Luchó contra cientos, miles de enemigos confiando en sus habilidades hasta que él mismo llegó a la misma muerte, muchos años después, cuando terminó retirándose del camino de la espada a una vida mucho más tranquila. Pero jamás cedió en un enfrentamiento, por más difícil que fuera, por muy pocas probabilidades de victoria que tuviera. Fue él quien llevó a Sasaki Kojirō a pelear usando su espada, a sudar en un combate aun sabiendo que iba a perder, aun sabiendo que podría no salir vivo del enfrentamiento. El Perdedor más Grande de la Historia luchó y perdió, pero él fue quien dejó la cicatriz al mejor samurái en la historia de Japón. Mushashi reconoció que, para él, el segundo mejor sería el mismo Sasaki. Nadie lo hirió hasta el punto de casi perder, dejando la marca en su piel por el resto de su vida.
El camino de la espada era duro, dedicado y siempre derramarías sangre, sudor y lágrimas. Aquel espadachín que no hubiera derramado aquellas tres cosas a lo largo de su vida no podía ser considerado un verdadero espadachín, por muy mayor que él fuera. Si no dejabas tu piel en los entrenamientos, en la lucha con tus enemigos aun fueras a perder, realmente no eras un espadachín, por muy bueno que fueras o por más importante que te consideradas.
Un cuerpo duro. Una mente fresca. Teniendo ambas cosas, junto a un entrenamiento adecuado y a la dedicación, cualquiera podría aprender el arte milenario de la espada. Sus manos y piernas dolerían. Su mente estaría por explotar, llegando incluso a nublarse por los duros momentos, por las frustraciones.
Pero uno no debía rendirse. Sudar. Sangrar. Llorar. Eso formaba parte del camino de la espada, y era algo que samuráis como Mushashi y el mismo Sasaki, sabían a ciencia cierta. Nada en la vida era fácil. Uno debía darlo todo si realmente quería obtener su sueño anhelado. No le sería regalado sin esfuerzo.
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Xenovia Quarta, ex exorcista de la iglesia, portadora de la legendaria y sacra espada Durandal, mostraba un cuerpo ligeramente tonificado por los entrenamientos, perlado por el sudor con mechones de su cabello azul cubriendo sus ojos marrones, que se movían por el claro donde estaba, manteniendo sus manos en el mandoble que era Durandal, aquella espada que ella empuñaba. Era una portadora de espada santa sin seguir el Proyecto Excalibur.
Vamos. Un...un poco más.
Desde que ella fue excomulgada, había abandonado toda relación con su amiga Shidō Irina y se alejó de Kuoh durante los siguientes meses, ocultándose cerca del legendario Monte Fuji, el único lugar dentro de Japón donde parecía que ella podría entrenar tranquila, bajo la tutela de su vago y viejo maestro sin ser molestados por seres sobrenaturales, como había pasado al principio. Realmente ella se sorprendió cuando su maestro eliminó fácilmente algunos demonios y yōkai sin misericordia, como si ellos le hubieran arrebatado algo.
Ese viejo vago...
Xenovia movió las manos por el mango de Durandal, respirando pesadamente. Su camiseta sin mangas estaba pegada a su cuerpo, empapada con su sudor. El mismo escurría por su rostro, goteando hacia él suelo.
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Naruto: El Cazador de Demonios
FanfictionUzumaki Naruto es un estudiante normal en la academia Kuoh, con unas calificaciones promedias y sin nada demasiado destacable, salvo su enorme y sorprendente habilidad para el kendo. En un mundo donde lo sobrenatural parece haber cobrado vida de un...