Naruto: El Cazador de Demonios

A las puertas de la guerra

Excalibur. La Espada del Rey. Cualquiera que pensara en una espada para un gobernador, pensaría en la legendaria espada de Excalibur, la que había sido empuñada por Arthur Pendragon, el legendario Rey de Inglaterra, aquel que había unificado cada palmo de tierra de Gran Bretaña bajo su espada, su ejército y su voluntad. Según la leyenda, el poderoso mago Merlín, forjó la Excalibur dentro de Ávalon, la tierra de las hadas y la clavó en una roca tras la muerte de Uther Pendragon, anterior rey de Gran Bretaña para poder encontrar a un sucesor, el cual fue Arthur Pendragon, hijo del rey anterior y quien había estado ocupando una pose de escudero, oculto a los ojos de los demás para su propia supervivencia, siendo un simple niño, algo que hizo sangrar a Gran Bretaña con sus propias guerras internas.

Al menos, esa fue la historia pasada a los humanos alejado de lo sobrenatural.

Por la palabra de sacerdotes, exorcistas, ángeles, abades y miembros de distintos rangos de la iglesia, Excalibur había sido creada por Elohim, su dios cristiano, para enfrentar y matar a las huestes de los Maō del Inframundo y poder alzarse con la victoria. Dicha espada fue dada a Arthur Pendragon, al igual que los relatos mitológicos, pero por una causa y una finalidad completamente distintas, siendo algo opuesto completamente con los relatos que se había escuchado por el mundo, llegando incluso a formar una película sobre ello.

Naruto había oído hablar de lo poderosa que había sido Excalibur, a cuantos generales de Lucifer había eliminado, borrándolos del mundo entero, haciéndolos desaparecer de la faz de la Tierra, no dejando rastro algo de su presencia.

Aquella era la versión cristiana de la espada, siendo secundada por muchos creyentes que supieran sobre la guerra santa. Incluso otros miembros de otras facciones, aceptaron las palabras de los seguidores de Heaven, reforzando las historias.

Y no había nada para desconfiar.

Cuando la Guerra Santa llegó a su fin, con la caída de los Maō originales y la muerte de millones de seres, tanto sobrenaturales como mortales, Excalibur fue fragmentada en algún punto de la misma guerra, llevando a la muerte del legendario rey y la creación de siete espadas Excalibur, tomando un fragmento de la poderosa espada sacra y siendo separadas por la iglesia para jamás tenerlas en un punto.

Dos fragmentos fueron a la iglesia católica sede con la sede en el Vaticano. Otras dos fueron a las manos de la iglesia protestante y las últimas dos fueron a la ortodoxa, de donde había venido Irina, por lo que pudo deducir cuando la vio, tanto a ella como a Excalibur Mimic, dejando un fragmento completamente expuesto...o mejor dicho, desaparecido. El séptimo fragmento o la Séptima Excalibur, permaneció en el anonimato, desaparecida incluso para el papa o cualquier alto cargo en la fe cristiana, incluyendo a los arcángeles como Metatron o Michael. Nadie sabía donde estaba, quien la custodiaba o si incluso podía estar en el Inframundo.

Pero tenían una excusa, un motivo para hacer esto.

La última Excalibur, era la más poderosa de las siete, aquella que obligaría a cualquiera a obedecer una orden de la persona que la empuñara. Naruto vio en su tiempo, como la Excalibur Original obligaba a demonios a obedecer a Arthur Pendragon, el legendario rey, durante la Guerra Santa. Incluso pudo ver el poder de aquel fragmento de la Excalibur una vez en acción, cuando los cristianos intentaron hacer caer a los sintoístas. Algo que pagaron con sangre.

Tenían el motivo para mantenerla oculta, incluso alejada de los oídos de personas como Valper Galilei, el principal operador en el Proyecto Excalibur o Espada Santa. Aquel hombre habría hecho cualquier cosa por saber donde estaba el séptimo fragmento. Era un desquiciado amoroso por un avance en sus experimentos. Miles de niños habían muerto, mientras Valper buscaba uno que pudiera empuñar una Espada Santa, no siendo especialmente un fragmento de Excalibur, si no cualquier arma que la iglesia pudiera obtener en su lucha por eliminar el Inframundo, a los diablos, caídos y demonios.