El Juego

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Una guerra. Sangre y destrucción. Muerte. Cuando una guerra se llevaba a cabo, aquellos causantes del enfrenamiento bélico debían de poder ser conscientes de las consecuencias. Familias destruidas. Lazos rotos. Jóvenes muertes. Madres sin hijos. Mujeres sin maridos. Las guerras jamás traían nada bueno al mundo más allá de la destrucción de una sociedad. No solo un bando se enfrentaría a otro. A la larga muchos serían arrastrado a aquel conflicto creado solo por dos personas poderosas opuestas entre sí. Chantajes. Sobornos. Tratos oscuros. Cualquier cosa sería válida para ganar el enfrentamiento a toda costa, quedando por encima de su enemigo para mantener su poder.

Lo sabía demasiado bien. Conocía la guerra como si él mismo la hubiera inventado, como si perteneciera a su propio cuerpo. Pero no quedaba ninguna otra opción nada más que doblegar a su hermano a costa de miles de muertos. Otras opciones serían completamente descartadas y solo esa estaba en su mente cuando fue a la reunión. Aquella fue la única que vino a su mente, resonando con fuerza.

Tayuya.

Había ligera venganza. Tenía un sabor amargo en su boca desde la muerte de su esposa. Aquel bastardo se la había arrebatado. A ella y sus dos hijos y no era algo que aun había perdonado. ¡No era algo que perdonar para él! No le importaba ser un rey. No le importaba el poder divino que su sangre le otorgaba. ¡Ni siquiera le importaba que el mundo siguiera en pie! Destruiría todo con tal de poder recuperar lo que su querido hermanastro le había arrebatado. No la corona. No el trono. Solo quería a su familia de nuevo junto a él. Nada más.

Durante mil años se había martirizado completamente. Fue su culpa el haber confiado en Menma. Fue su culpa no seguir los instintos de su esposa. Fue su culpa el haberse marchado hacia el frente, no dejando a nadie de confianza al cargo de su hogar. Todo fue solamente culpa suya. Cada muerte. Cada sacrificio. Los rostros de las personas muertas por sus errores seguían pasando delante de sus ojos incluso cuando estaba dormido. Había jurado a Kanroji que estaba bien, que seguía de una pieza. ¡Pero todo era una mentira! Miles de rostros...no, millones de rostros estaban danzando en su mente, acosándolo constantemente mientras intentaba conciliar el sueño cada noche. Y todo se había intensificado cuando tomó de nuevo una espada, cuando volvió al mundo sobrenatural por salvar a Hyōdō Issei de aquella caído.

Todo esto es una mierda.

Con aquel pensamiento, Uzumaki Naruto golpeó la almohada con su cabeza, observando el techo oscurecido por las negras nubes de lluvia. Había regresado después de meses a Kuoh encontrando la pequeña ciudad completamente como la había dejado: sin presencia peligrosa de seres sobrenaturales. Al menos algo estaba saliendo bien y Gremory no hizo destruir la ciudad en un enfrentamiento alocado. Aunque probablemente Sitri era la que mantenía Kuoh en perfecto estado, siguiendo con su mente fría y analítica.

¿Un torneo? ¿Qué planeas Menma?

Diría que estaba molesto. Pero realmente estaba muy molesto. Ashina, el consejero más fiel de su familia había sido completamente descubierto y ahora tenían que mover las fichas con velocidad, como si no estuvieran pensando en las jugadas que hacían. Menma había sido demasiado astuto y él había dejado que su hermano tomara la ventaja demasiado. Se había descuidado y fue tomado por sorpresa, lo que realmente le molestaba, y ahora tenían que jugar en un terreno a favor del Undécimo Rey. Que fuera en un torneo a conveniencia del mismo rey, no era demasiado gratificante. En el estadio habría figuras importantes como deidades de diversos panteones e, incluso Indra podría asistir.

Indra...

Sintió como la bilis subía por su garganta cuando aquel sombre estuvo por salir por su boca. Solo con el mero pensamiento, tenía ganas de vomitar. Mientras Shiva podía ser un dios tolerable, Indra tenía oscuras ambiciones que nadie podía realmente llegar a conocer. Y era algo molesto para él, Uzumaki Naruto, quien estaba acostumbrado a mantenerse un paso por delante de sus enemigos, dispuesto a tomar la cabeza de sus adversarios cuando fuera el momento justo. Ni un segundo antes ni un segundo después. Todo debía ser tomado con calma para hacerlo a la perfección. Y para ello necesitaba información y tiempo. Cosas de las que carecía cuando se trataba de Indra.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora