12. La crueldad del diablo

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Ligeramente los pendientes de carta hanafuda se movieron con el ligero viento de la noche, meciéndose mientras estaban colgados de cada oreja del joven que se mantenía sobre un tejado, sintiendo el viento meciendo su cabello dorado a la vez que los pendientes. Ojos azules como dos zafiros se mantenían observando Kuoh desde las alturas.

Naruto movió los ojos por la ciudad. Su mano mantenía la katana Nichirin junto a él, para poder desenvainarla y usarla en sus objetivos. Según los informes que le había pasado el propio Giyū, los demonios se habían multiplicado como nunca, llevándose con ellos a diversos escuadrones de Cazadores por delante. Era algo que no pasaba desde que Kibutsuji Muzan estuvo libre. Pero ¿sería el causante de todo nuevamente? Se mantenía encerrado en un sello y la debilidad debería haber golpeado su cuerpo al no haber consumido humanos. Sus poderes, su fuerza debería haberse perdido con los años.

¿Se habrá mantenido fuerte?, se preguntó, mirando con sus ojos hacia el grupo de Rias Gremory. Por lo que había oído, la chica llevaba a su nuevo siervo para que aprendiera a lidiar con los diablos descarriados, aquellos que dejaban a un lado a su señor.

Suspiró, viendo el vaho avanzar enfrente de él, perdiéndose en la noche cubierta de estrellas, con la luna desapareciendo lentamente cada día para luego volver a mostrarse.

El cazador apretó durante dos segundos su katana, sintiendo el cuero cediendo a su agarre y giró la cabeza tras ese tiempo, sintiendo una presencia fuerte detrás de él. Con las alas oscuras mostrándose, sus ojos no mostraron nada al examinar a Kokabiel, quien le miraba directamente con sus ojos rojos.

Naruto reafirmó su agarre sobre la espada.

―El perro que muerde la mano que le da de comer, suele terminar siendo sacrificado―Kokabiel declaró, examinando la postura de su subordinado, encontrando una calma que no vio jamás en Freed o Valper, quienes habían causado las mayores atrocidades del mundo con el Proyecto Espada Sagrada, regando el mundo con cuerpos de niños que no superaban los diez años. Naruto era un bloque de hielo en ese instante, mirándole con sus ojos azules como dos zafiros―. ¿Eres así, Naruto? ¿Un perro a sacrificar?

Naruto desplazó una pierna, manteniendo la atención cobre el cadre traidor. Respiró hondo, dejando que el viento entrara entre sus dientes. La presión en la zona golpeó al caído de diez alas, haciéndole abrir los ojos por una fracción de segundo.

―Nunca me has alimentado, Kokabiel―declaró el Uzumaki, mostrando un poco de la hoja de su espada sin pestañear. Los niveles de ambos eran claros, pero Kokabiel le concedía esa valentía.

El caído soltó una breve pero cruel risa, mirando al joven humano delante de él. Lo examinó bien, encontrando nada más que resolución en el brillo de su mirada. Normalmente cualquier traidor a su causa, habría dejado ver el miedo en sus ojos, o en la forma en que le hablaba. Uzumaki Naruto estaba hecho de otro molde, uno que no debía pasar por alto.

Kokabiel mostró una espada hecha de magia ligera y la meció un poco.

Slash

No se sorprendió cuando Naruto desenvainó en un parpadeo, cortando el tajo de luz que mandó contra él sin temblar un segundo, usando el brazo firmemente.

―Debí haber escuchado a Valper―declaró el cadre. El semblante del caído cambió por completo, dejando a un lado la sonrisa socarrona, burlesca, pasando a un rostro serio―. Debí matarte cuando tuve ocasión y no dejarte vivir tanto.

―Fue tu error, no el mío―Naruto afirmó, meciendo la katana y apuntando con ella al caído. Flexionó ambas piernas hacia el ángel de diez alas, observando sus movimientos.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora