Familia

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Naruto miró hacia la gran mansión de los Ubuyashiki, donde todas las reuniones de los Pilares se habían llevado a cabo y donde él debía entrar ahora, volviendo a tomar contacto con la élite dentro de los Cazadores de Demonios. El Uzumaki no apartó los ojos de la casa, una inmensa edificación al estilo japones, con puertas shōji que le podían permitir a él ver las sombras de algunos de los Pilares que habían acudido a la reunión donde debatirían si actuar o no en contra de los movimientos que estaban surgiendo por el mundo sobrenatural. La liberación de Muzan había causado que los cazadores tuvieran un tercio de las bajas, solamente con la presencia de una de las Doce Lunas Demoníacas, más las muertes causadas por el mismo Muzan cuando escapó del sello.

Durante mil largos años, los cazadores se habían encargado de mantener alejados a los curiosos del sello que Uzumaki colocó para mantener encerrado al demonio primigenio, evitando que cualquier ser con malas intenciones liberara antes de tiempo a la pesadilla del mundo. Se habían mantenido como unidad aparte dentro de los mismos cazadores, cumpliendo la única misión que se les había asignado: mantener el sello completamente a salvo. Y lo habían cumplido con sus vidas. Muzan se liberó tras los mil años y, por más veteranos que fueran los cazadores que custodiaban el sello, no tenían nada que hacer con el poder bruto del mismo Muzan, quien terminó con aquellos que lo habían custodiado en segundos, deleitándose con su sangre.

Todos esos muertos, más los cazadores desaparecidos, finalmente habían llevado al Cuerpo de Exterminio de Demonios a una situación delicada, viéndose obligados a adelantar los exámenes para los nuevos cazadores y acelerando el proceso de admisión en general, dejando a muchos aprendices en el camino, muertos, sin la preparación adecuada para cumplir con el examen.

La crisis los estaba golpeando después de mil años. Debían volver a tener todo su poder, o cualquiera podría poner en duda su funcionamiento, lo que los llevaría a desaparecer finalmente. Naruto sabía de los debates que el Shintō había tenido sobre los cazadores, siempre buscando cualquier defecto para hacerlos desaparecer. Y ahora era el momento que los dioses podrían usar para deshacerse de ellos.

Tch

Naruto chasqueó la lengua y procedió a caminar hacia la puerta principal. Los pendientes hanafuda se agitaron, así como su cabello, meciéndose delante de sus ojos. Tenía el pelo algo más largo, solo un poco, con las puntas de su flequillo llegando por encima de sus pestañas, rozándolas levemente. Había crecido unos dos centímetros y su cuerpo estaba algo más tonificado. Podía sentir el gakuran algo apretado, como si hubiera encogido.

Naruto levantó el brazo izquierdo, tomando el borde de la puerta, dispuesto a moverla para pasara al interior de la casa. Podía oír las voces de los demás Pilares, incluyendo la de Mitsuri, la cual parecía la más alegre de todo el grupo. Nunca supo descifrar las emociones reales de Shinobu, encontrando su forma de actuar como una máscara sobre sus verdaderos sentimientos.

Rash

Tiró con fuerza, haciendo el debido ruido al mover la shōji sobre el pavimento, rozando la parte inferior de la puerta con el suelo. Naruto entró y cerró tras de sí, callando la conversación que se estaba llevando en la habitación. Kagaya aun no había llegado y Sanemi parecía estar apunto de saltar sobre Giyū. Naruto conocía de sobra la punzante relación entre el Pilar del Viento y el Pilar del Agua.

El Uzumaki sintió los ojos sobre él, cada par perteneciente a una de las personas de la sala. Shinobu lo estaba mirando con una delicada y escueta sonrisa que solamente él pudo ver. Mitsuri lo observaba de arriba abajo, sonriendo un poco de más. Giyū y Obanai no parecían dispuesto a mostrar demasiado, salvo que el último estaba mirándolo afiladamente. Gyōmei presentaba sus lágrimas de arrepentimiento. Kyōjurō era el más calmado, brillando siempre con su presencia. Muichirō parecía completamente despistado, como si no pudiera mantener la concentración total en la conversación o en él. Tengen brillaba por su excentricidad a la hora de vestir, llevando dos gruesos brazaletes de oro en sus brazos, por encima del codo. Y, por último, Sanemi lo estaba observando con verdadero asombro, como si no hubiera esperado verlo allí nuevamente.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora