La decisión de Yato

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Miles, tal vez millones de deidades habían estado bajo el mando de Amaterasu a lo largo de los años del mundo. Un dios nacía con la necesidad de un mortal, o al menos eso estipulaba el mismo Shintō. Yaboku había nacido de la necesidad de su padre por alguien que eliminara a los mismos dioses, por sus ansias de venganza contra el cielo por haberle arrebatado a su esposa, a su amada y sus hijos, perdiendo todo en solo un instante a pesar de sus rezos hacia los cielos, solo por un gramo de su misericordia. Pero en tiempos de los feudos, la misericordia no existía en los panteones, no solo en el sintoísta. Otros como los nórdicos mostraban su ira en la batalla, como Thor hacía al empuñar su martillo. O los mismos Ares y Marte, de la mitología griega y romana, siendo dos caras de un mismo dios.

Yato no había sido el único Dios de la Calamidad. En un tiempo en que los humanos rezaban siempre, cada segundo, a los dioses, miles de ellos habían nacido con la necesidad de los humanos, creando más de un dios para ocasión. Estando en una época de sangre, muerte y guerra, los dioses como Yato eran necesarios y se habían creado miles de ellos por las plegarias vengativas de las personas dañadas, agrandando el ciclo de venganza, lo que llevaba a la creación de innumerables dioses menores usados para la muerte: los Dioses de la Calamidad.

Pero no solo dioses menores fueron creados ante la necesidad urgente de los humanos. Así como Takemikazuchi era considerado un dios del trueno y la espada, Raijin compartía cometido con el líder de la Fuerza de Subyugación de los Cielos a la hora de mover los truenos por el cielo; pero en vez de ser emparejado con la espada, Raijin había sido catalogado como el señor de los rayos junto al trueno, lo que daba al dios sintoísta un mayor manejo sobre estos que al propio Takemikazuchi, dejando al dios de la espada en un segundo lugar, en un menor grado.

Si el mismo líder de la Fuerza de Subyugación de los Cielos era arrogante y un esclavista con sus shinki, Raijin no toleraba ser menospreciado y mangoneado por ningún shinki, ni siquiera su guía. Él había nacido por la necesidad de un dios que controlara los truenos y rayos, no de la sangre de un dios asesinado como había hecho Takemikazuchi cuando Izanagi mató a su propio hijo con su espada.

La arrogancia, su deseo egoísta de ser mejor que los demás, su superioridad...le había hecho ver a dioses como Yato y el mismo Takemikazuchi como simples insectos que podía eliminar sin preocupación, sin remordimiento.

Raijin, al contrario que la mayoría de dioses del Shintō, no temía a Amaterasu y los viejos dioses de la Primera Generación, a los que él mismo veía como simples insectos que borrar si lo deseaba. Nunca se había dejado someter por los que se creían sus iguales, y cuando vio que el mismo Shintō se estaba ablandando, él no había tenido reparo en alinearse con el dios y rey de los cielos: Indra. Para él, aquel dios hinduista realmente estaba mejor calificado como un dios, que sus mismos compañeros.

Había llegado la hora de tomar las riendas del Shintō. Debía tomar a todos aquellos que quisieran servirle a Indra y eliminar a los demás, como había hecho con algunos dioses menores, usando una de las Espadas del Yomi, capaces de dejar muerto permanentemente a un dios, sin posibilidad de un renacimiento.

Y estaba dispuesto a usarla con aquel dios tirado en el suelo, siendo asistido por su shinki.

―Eres patético, Yaboku―Raijin escupió, empuñando su espada hecha de rayos, caminando lentamente. El cielo se había teñido con la oscuridad misma. Mientras que en el resto de la ciudad el sol brillaba con fuerza; sobre la casa de Kofuku y ahora un campo de batalla, una inmensa nube negra de tormenta evitaba que los rayos del sol pudieran llegar hacia los tres en aquel lugar―. Esperaba más de un dios de tu fama. El nuevo mundo, no se perderá nada cuando mi hoja se entierre en tu corazón.

Swing

Slash

Yatogami fue empujado por Yukine, quien había reaccionado al movimiento del dios del trueno, evadiendo con ello el tajo de la espada solo por unos centímetros. Incluso el mismo shinki había evitado los daños por un centímetro escaso.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora