Epílogo

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Seis meses después...

Las reuniones familiares en casa de los Avellaneda-Tadele, se realizaban una vez al mes. Al ser Anisa una mujer tan familiar, le gustaba organizar con frecuencia, comidas para reunir a todos sus seres queridos en un mismo lugar, su hogar.

Atrás habían quedado las tensiones y los malos entendidos. La llegada de los mellizos, sirvió para que la familia Avellaneda terminara de unificarse, aunque Daniela aún se encontraba un poco reticente con respecto a su madre, Anisa confiaba en que con el tiempo terminaran de limar sus asperezas. Julia no era una mala mujer, pero le costaba ser cariñosa y expresiva, y eso a fin de cuentas, fue lo que hizo mella entre ella y sus hijos. A diferencia de sus nietos, con quien se mostraba de más cariñosa y consentidora.

En los últimos meses, Anisa y su suegra, habían formado una buena relación. Una tarde que Julia fue de visita, y Álvaro se encontraba en el trabajo, conversaron sobre infinidad de cosas, entre ellas, la razón por la cual había actuado de esa manera durante la mayor parte de su vida. En ese momento, Anisa comprendió que su suegra no era mala, simplemente, era una mujer con miedo a mostrarse como realmente era, tuvo una infancia llena de restricciones, que le hicieron creer que esa era la mejor manera de vivir. Sin embargo, Benicio con su amor incondicional, la ayudaba a deshacerse de esos viejos demonios y la animaba a seguir adelante.

Ahora, todo era alegría. La música salía por los altavoces y todos bailaban al ritmo de las diferentes melodías y Álvaro no podía estar más feliz. Las personas que más amaba en el mundo se encontraban allí reunidas celebrando el amor que se tenían, porque como decía su esposa, no hacía falta una fecha especial para celebrar, había que vivir el momento, y si era en compañía de quienes amamos, mucho mejor.

Álvaro observaba con orgullo a su mujer, su esposa, que bailaba como un ángel junto a Maxi. Que al parecer, estaba tonteando cómo siempre, porque su linda morena tenía una gran y hermosa sonrisa en sus labios. Emocionado y enamorado, se aproximó a donde ellos se encontraban, la canción que estaban bailando había finalizado, le tendió la mano, la miró a los ojos y le dijo:

—Señora Avellaneda, me concede esta pieza.

Anisa le dio una enorme sonrisa, de esas que él tanto amaba y desarmaban. Ella no podía negarse y menos cuando la melodía que había comenzado a sonar por los altavoces era la misma que bailaron dos meses atrás en su matrimonio, Everything de Michael Bublé.

—Por supuesto —asintió y, besándolo, murmuró—: Esta y todas las que quieras...

Mientras bailaban, Álvaro recordó aquel maravilloso día en el que se dieron el sí acepto, ante Dios, familiares, amigos y la prueba viviente de su amor, sus hijos. Tanto la ceremonia, como la recepción, la realizaron en el jardín de su casa, al ser los mellizos tan pequeños, no querían que su entorno se viera alterado.

Se dieron el sí, vestidos de blanco, haciendo contraste con la decoración multicolor que Anisa había elegido para la boda. Óscar y Ayana fueron los padrinos, mientras que sus padres, hermanas y Sara, se encargaron de los demás detalles de la celebración. Aunque debieron controlar un poco a Julia, que como era de esperarse, deseaba hacer de su boda una gala por todo lo alto, hasta que aceptó que ese día era de Anisa y debía respetar su decisión.

Quien iba a imaginar que su madre se uniría al resto en pro de la celebración de su enlace con la morena. Solo su mujer era capaz de lograr algo así. Se sentía tan pletórico, que a veces pensaba que estaba en su sueño. Desde que Anisa llegó a su vida, todo cambió. Y como decía la canción que bailaban en ese momento, lo era todo, lo iluminaba con solo pensarla, podía ver el mundo a través de sus ojos y cuando sonreía... cuando sonreía lo tenía por completo, porque su mundo, su todo, era ella.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora