De regreso en Valencia, Anisa entraba a su pequeño departamento. Tenía sentimientos encontrados, le emocionaba volver a la ciudad y reintegrarse a su empleo, pero le dolía haber dejado a su familia, especial a su padre, que cada día que pasaba se veía más afectado por su enfermedad. Estaba consciente de que, se encontraba en una carrera contra el reloj y que debía conseguir el dinero para la operación cuanto antes. Solo esperaba que la reapertura del Molino Rojo fuese fructífera y llamara a clientes dispuestos a dejar buenas propinas.
Se sentó en su cama y comenzó a revisar la correspondencia que había encontrado en su buzón, mientras acariciaba a Tequila que se encontraba en su regazo, feliz por su regreso. Siempre que viajaba a visitar a su familia, la dejaba con su amiga Triny, no era fácil viajar con ella si iba en transporte público.
Puso los ojos como platos al ver que entre la correspondencia había una notificación del banco. En su estadía en Elche, se vio obligada a gastar el dinero que tenía destinado al pago de la cuota de su préstamo. Ahora, debía tratar de reunirlo lo antes posible, ya que los intereses por morosidad eran bastante elevados. Su prioridad era reunir el dinero para la operación de su padre, pero estaba consciente de que tener una deuda bancaria no era un juego, y debía ponerse al día.
En ese momento le fue imposible recordar a Miguel. El hombre que se burló de ella y la dejó con la deuda que actualmente poseía. No entendía cómo pudo ser tan tonta como para no darse cuenta de sus verdaderas intenciones. Con suerte, no lo volvería a ver en su vida. Lo último que supo de él, era que había sido detenido por estafa. Al menos alguien lo había hecho pagar por sus delitos.
Dejó la carta sobre la mesa, no era momento para lamentos, debía asumir su error y hacerse cargo de las consecuencias. Ahora debía alistarse e ir a su trabajo, tenía que llegar temprano al bar. Era el día de la reapertura y todo debía salir de maravilla. Debía concentrarse en su trabajo y nada más.
***
Óscar observaba con orgullo como había quedado el bar. Por fin, había llegado el día de su reapertura. Todas las reparaciones y remodelaciones, fueron hechas en el tiempo estipulado y sin ningún contratiempo. El rediseño quedó espléndido, se modernizó gran parte de los espacios, pero sin perder la sobriedad característica del lugar. Él no quiso que se desperdiciara ese aire de bar de los setenta, por ello, solo le agregaron ciertos matices de la actualidad. Álvaro había dejado todas las decisiones pertinentes en sus manos, y él gustoso, tomó cada una de ellas. No quería perder esa calidez, quería que perdurara la esencia del bar donde creció junto a su padre, ese hombre que había sido su única familia. Por eso, cuando supo que el establecimiento estaba a la venta se propuso comprarlo, y para ello, convenció a su amigo para que compartiera con él ese sueño. Aunque, este no tenía ni idea de lo valioso e importante que era ese lugar para él, pero no tenía a más nadie con quien lo quisiera compartir, Álvaro era el hermano que la vida le había dado.
Desde la distancia, vio a Anisa que estaba muy sonriente conversando con algunos de sus compañeros, esperando que el bar abriera sus puertas. Su amigo le había exigido cuidarla, no debía dejar que ningún idiota se le acercara y mucho menos se propasara con ella, ¿Quién diría que su hermano del alma fuese un hombre tan celoso y controlador?
Estaba muy contento por Álvaro. Había conseguido a una buena chica, capaz de quererlo tal y como era y a su vez ayudarlo a sacar lo mejor de sí. Sin duda, ella le había robado el corazón, aunque él aún no lo supiera. Al parecer le costaba darse cuenta, pero estaba seguro que llegado el momento, no la dejaría ir. Por ahora, él cumpliría a cabalidad aquella petición y cuidaría de la chica de su amigo.
—Chicos ha llegado la hora —alentó al personal—. Para nosotros, el día de hoy es un nuevo comienzo. Gracias por formar parte del equipo del Molino Rojo, sin duda, tenemos a los mejores y estoy seguro de que juntos seguiremos creciendo.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...