Álvaro estaba por salir al bar cuando recibió la llamada de su madre. Después de su breve encuentro en el restaurante no se había comunicado con ella. Aún estaba dolido. Su madre se oponía a su relación con Anisa, sin siquiera darle la oportunidad de conocerla. Era increíble que en pleno siglo XXI, Julia tuviese ese tipo de prejuicios. Pero él le demostraría lo equivocada que estaba, su morena era una gran mujer, mejor que muchas de la alta sociedad, que solo ostentaban un apellido, dejando de lado la calidad humana.
Anisa lo había cambiado tanto, que ahora disfrutaba de las pequeñas cosas de la vida. Como lo eran de su tiempo libre, cosa que antes no le importaba si tenía. Adoraba pasar su tiempo libre al lado de su morena, bien sea, conversando, durmiendo, besándole, follándola salvajemente o su parte favorita, haciéndole el amor de manera dulce y lenta. Nunca le había hecho el amor a una mujer como se lo hacía a ella. Anisa despertaba su lado más salvaje, pero también el más tierno.
Los últimos días, luego de la partida de sus amigos, sus itinerarios no habían coincidido mucho. Él estaba muy ocupado en el hotel entre juntas y conferencias, ultimando los tratos comerciales con respecto a la fusión con la empresa londinense y solo lograban estar juntos en algunas comidas, y por supuesto, en las noches cuando cerraban el bar. Ya que, en aquel lugar lograban, si acaso, pasar algunos minutos juntos. Anisa era muy testaruda y se esforzaba en cumplir su trabajo sin importar que él fuese dueño del establecimiento. Su responsabilidad y el compromiso con su familia la motivaban a trabajar con ahínco y dedicación.
Seguía molestándole el verla rodeada de babosos queriendo ligar con ella, pero lo dejaba pasar porque cada vez que cruzaban la mirada. Ella le desplegaba esa gran sonrisa que solo se la regalaba a él, y luego de su jornada, se dirigían a su ático. Ya hasta la pequeña tequila se había apoderado de todo el lugar, y poco a poco, su morena había impregnado su esencia en cada espacio, y, tal como a su vida, lo estaba llenando de color. Aun así él estaba preocupado por ella, sabía que algo la inquietaba, no dejaba de trabajar ni siguiera en la cafetería que según ella no le dejaba muchas ganancias. El creía que al saldar su préstamo bancario ese ritmo de trabajo bajaría un poco, pero seguía igual. Debía llegar al fondo del asunto y ver porque necesitaba ganar tanto dinero.
Su teléfono continuó sonando, obligándolo a salir de sus cavilaciones. Su madre era bastante insistente. Sin mucho ánimo, contestó:
—Madre.
—Hijo, ¿Cómo estás? ¿Por qué no me has llamado? ¿Sigues molesto conmigo?
—¿Sigues opinando lo mismo sobre mi relación con Anisa?
Julia guardó silencio, meditando sobre la respuesta que debía darle a su hijo. Si le decía la verdad, él no dudaría en colgarle.
—He comprendido que es tu vida y tú decides con quien compartirla —mintió.
Álvaro se sorprendió al escuchar aquella respuesta y de inmediato se relajó. Quizás con lo que había pasado en el restaurante había sido suficiente para que su madre entendiera que no se podía meter en su vida privada, ni mucho menos cuestionar sus decisiones.
—Me alegra saber que has entrado en razón.
—Por ti, sería capaz de cualquier cosa hijo mío. Inclusive admitir mis errores.
Con esas palabras, Álvaro terminó de bajar la guardia. Definitivamente su madre había entendido su posición y respetaba su decisión.
—Gracias mamá. Significa mucho para mí.
Al ver que ya tenía a su hijo donde quería, Julia aprovechó el momento para hacerle una petición. Sabía que, en este punto, él no se negaría. Ese era el objetivo real de su llamada.
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Más que Blanco y Negro
Roman d'amourAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...