Salieron del departamento y Anisa se sorprendió al ver que el paseo lo darían en la Triumph. Amaba las motos y esa era sin duda una de las mejores. Solo esperaba que su príncipe cumpliera su promesa y la dejara conducirla. Por ahora, solo le apetecía ir agarrada a su cintura y disfrutar de la libertad que proporcionaba el ir sobre aquel vehículo.
—¿Lista? —musitó él, tratando de ocultar lo emocionado que estaba por salir en una cita formal. Era la primera vez que la invitaba sin excusas y terceros de por medio.
—Lista, ¡sorpréndeme principito!
A pesar de que, él le indicó que ese día haría lo que ella quisiera, prefirió que él decidiera. Primera vez que se mostraba tan espontáneo y quería ver lo que era capaz de hacer, quería conocer al verdadero Álvaro Avellaneda.
Minutos más tarde, envuelta en la adrenalina, agarrándose con fuerza al torso de su chico, Anisa se emocionó al ver hacia dónde se dirigían. Podía percibir el olor a salitre, el olor de su lugar favorito, el mar, su cable a tierra. Sin duda, Álvaro se acababa de anotar unos cuantos puntos, jamás imaginó que la llevara a aquel lugar. Al dejarlo elegir, pensó que, con lo predecible que era, la llevaría a un ostentoso restaurante o algo por el estilo.
Álvaro amaba el mar. El sonido de las olas y el olor a salitre le transmitían paz. Siempre que se sentía ofuscado por sus problemas personales o laborales, se refugiaba en aquel lugar. En su juventud, cuando los problemas entre sus padres se volvieron insostenibles, y comenzaron a tramitar su tortuoso divorcio, él se iba de casa en busca de algo de tranquilidad y terminaba cobijándose en el mar. Era impresionante la tranquilidad que un sitio como ese le podía proporcionar y eso era una de las cosas que agradecía de estar nuevamente en su ciudad natal.
El hecho de que llevara a su chica a su lugar sagrado, era un gran paso. Ni su madre, ni hermanos sabían lo especial que era el mar para él. Después de dar varias vueltas por el centro de la ciudad, tomó la decisión de dirigirse con ella a su playa favorita. Anisa despertaba sentimientos totalmente nuevos y desconocidos. Era muy especial y por eso sentía la necesidad de mostrarle todo de él. Ahora más que nunca, quería ser totalmente transparente, porque su morena, poco a poco, se había convertido en algo más.
Aparcaron la motocicleta y al bajar de ella, él fue el primero en hablar:
—Amor, bienvenida a mi lugar favorito en el mundo —dijo señalando el imponente mar.
—¿En serio es tu lugar favorito? Porque también es el mío —expresó con sorpresa en su voz— quién iba a imaginar que teníamos algo en común —ironizó.
Álvaro se encogió de hombros y con una media sonrisa en su rostro, contestó:
—Quien iba a imaginar que tendrías algo en común con un presunto viejo verde —haciendo mención del comentario que ella le había hecho el día anterior, cuando le dijo que pensaba que el dueño del ático era un viejo verde.
Anisa soltó una carcajada, llevó una mano sobre su pecho y musitó sorprendida:
—Sr Avellaneda ¿Eso que acaba de decir es un chiste?
Él la tomó por la cintura, presionándola contra su cuerpo, y tras depositar varios besos en su cuello, susurró en su oído:
—Que sepas que tienes un punto menos para que te deje manejar a mi bebé. Sigue mofándote de mí y lo lamentarás.
—No seas tramposo, el trato era que si me portaba bien contigo anoche me dejarías conducir, y te recuerdo que me porte tan bien que hasta te hice rugir mi nombre —dijo dándole una mirada cargada de pasión.
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Más que Blanco y Negro
RomantikAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...