Capítulo 39

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Anisa no comprendió que quiso decir Julia con aquellas palabras. ¿Ponerla en su lugar? ¿Por qué tendría que ponerla en su lugar, si ella no había hecho nada? O al menos eso era lo que pensaba. Quiso preguntarle de una vez a que se refería con ello, pero considerando las fachas en las que estaba, la inminente confrontación, debía esperar.

—Póngase cómoda —dijo señalando el sofá que se encontraba en la estancia—. Me pondré algo más adecuado para conversar con usted.

Julia ignoró el comentario y se paseó por el sitio con aire de superioridad, como si fuera la dueña del lugar. Le dio una mirada de soslayo a la morena mientras se perdía en el pasillo y pudo notar, por su desnudez, que era una mujer muy hermosa. Ahora entendía el porqué de la locura y obsesión de su hijo con ella. Sin embargo, en su mundo, la belleza no era suficiente, se debía tener una buena procedencia, un apellido que denotara su estatus social, y esa joven carecía de ello. Por más que lo intentara, jamás encajaría en su círculo, por eso, lo mejor era acabar con aquella relación de una vez por todas.

Continuó caminando por el lugar, desde que Álvaro lo había comprado como inversión, ella se ofreció para supervisar la remodelación. Siempre tuvo la esperanza de que él volviera a vivir en su ciudad natal, y cuando lo hiciera, tenía que ser en un lugar digno de un Avellaneda-Ferrer.

Contemplaba los muebles que ella había ayudado a elegir, cuando se encontró con el colorido mural. El diseño abarcaba la pared que estaba al fondo de la sala. Anonadada, no podía creer que su primogénito tuviera semejante cosa estampada en una de sus paredes. Ese boceto, le daba un toque muy diferente al lugar y nada tenía que ver con su hijo. Álvaro, adoraba la sobriedad, el minimalismo, y su paleta de colores no se extralimitaba del banco y el negro.

Molesta con el cambio radical que se había suscitado en su hijo, siguió prestándole atención al lugar y puntualizando cada uno de los nuevos detalles. Había fotografías familiares, de ella con sus hijos y nieto, de Álvaro y la morena besándose, y de la joven con quienes parecían ser sus familiares. En cada espacio, se notaba la presencia de aquella fulana. Debía actuar rápidamente, no podía permitir que esa mujer siguiera alterando la vida de su hijo.

—Tranquila pequeña —dijo la morena, una vez en su habitación, tratando de calmar a Tequila, que al notar la angustia de su ama empezó a revolotear en sus pies—. Todo va a estar bien.

Anisa buscó rápidamente en el armario. Tomó una de sus mallas negras de yoga y una sudadera gris de su príncipe, que le llegaba a las rodillas. Verse bien, era lo que menos le importaba. En ese momento necesitaba sentirlo más cerca que nunca, algo le decía que aquella charla no sería para nada amena. Mientras se terminaba de colocar la sudadera, se permitió respirar profundamente, de repente se sentía mareada y con ganas de vomitar. Esos días estaba demasiado sensible, no era posible que solo por aquella visita estuviese así.

Tomó otra fuerte bocanada de aire y abrió la puerta. Con la pequeña perrita tomando la delantera, fue a dar la cara, no podía postergarlo más, había llegado el momento de la confrontación.

—¡Tequila, espera! —gritó la morena tras el animalito.

—¿Qué es eso? ¿Qué animal tan deplorable es ese? —chilló Julia exaltándose viendo como la criatura peluda le gruñía y le ladraba incontrolablemente.

—Es nuestra mascota —soltó ignorando cómo se había referido a su perrita—. No está acostumbrada a los extraños —quiso decir a personas con mala vibra, pero se contuvo.

—¿Extraña yo? Es la casa de mi hijo. En tal caso, la extraña serías tú.

—Solo quise decir que era alguien extraño para la perrita —aclaró—. Y si, es la casa de su hijo, pero él no vive solo, vive conmigo, lo cual la convierte en mi hogar, nuestro hogar —agregó—. De igual manera, siempre será bienvenida a nuestro hogar —volvió a recalcar. Era importante que Julia viera que lo de ellos, le gustase o no, era una relación consolidada.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora