Después de salir del partido de fútbol de Daniel, fueron todos a comer para celebrar el triunfo de su equipo y para subirle el ánimo al niño. A pesar de haber obtenido la victoria, el pequeño se sentía triste debido a la ausencia de su padre. A Álvaro no le apetecía pasar más tiempo junto a su padre y su esposa, pero no tenía corazón para fallarle a su sobrino, y el tener a su lado a la morena le daba el valor necesario para soportar aquella tensión familiar.
No sabía cómo lo hacía, pero con solo una palabra o una caricia, era capaz de calmarlo y hacerlo sentir que todo estaría bien. Por ello, la velada, no le resultó tan tortuosa como esperaba. De hecho, podrá decirse que la disfrutó. Al final, acabó riendo por los chistes que acostumbraban hacer, tanto su padre, como su hermano Maxi. El humor de ambos era muy similar, humor que él no había heredado, ya que, eras más parecido a su madre en ese aspecto.
Terminada la comida, se despidieron de los presentes y Salvador no desaprovechó la oportunidad para reiterarle la invitación a Anisa. Quería que ella fuera a su casa a cenar para agradecerle por la ayuda a Emma. Su padre estaba fascinado con su chica, y eso que desconocía, que no solo ayudaba a su hermana con su italiano, sino que, la acogió el día en que casi abusaron de ella. Anisa era una mujer maravillosa, dispuesta a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio.
Iban en el coche y la morena observaba de reojo a su príncipe oscuro mientras conducía. Por su mente pasaban las imágenes de lo ocurrido un par de horas atrás. Después de haberle dicho a Álvaro, que de no sentirse cómodo con la presencia de su padre y esposa, ella lo entendería y se marcharían, él se relajó de tal manera que parecía otro. No solo había reído con los chistes que hacían su padre y hermano, sino que en un momento en que Daniel anotó un gol, lo festejó abrazado a su padre. Claro, que cuando se vio unido a él, lo soltó inmediatamente y fue a abrazarla a ella.
A leguas se notaba que quería a Salvador, no lo odiaba, como le hacía creer a los demás. Solo estaba dolido por lo ausente que estuvo en su vida. Confiaba en que con el tiempo se pudieran arreglar las cosas. Salvador era una buena persona y estaba segura de que se arrepentía por haberlos dejado a un lado, se notaba en la manera en que veía a sus hijos, una mezcla de amor y culpa. Lo sabía porque era la misma mirada con la que la veía su madre.
—Ani, ya hemos llegado —la voz de Álvaro la sacó de sus cavilaciones.
Escucharlo llamarla de esa manera le encogió el corazón. Ese era el apelativo que usaban sus amigos y familiares para dirigirse a ella. En la voz ronca de su príncipe sonaba tremendamente seductor, y supo de inmediato, que cuando él la llamara de esa manera, no podría resistirse. Álvaro terminaba derritiéndola de cualquier manera, era como si tuviese un poder especial sobre ella.
—¿Llegando?, ¿a dónde? —preguntó confusa. Observó a su alrededor y vio que se encontraban en lo que parecía ser un estacionamiento subterráneo. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta del momento en que aparcaron en aquel lugar.
—Es...estamos en el estacionamiento del edificio donde vivo. Quiero... quiero que conozcas un poco más de mí y pensé que te gustaría conocer mi casa —dijo nervioso.
Álvaro no acostumbraba a llevar a ninguna de sus conquistas a su casa. Era muy celoso de su espacio y de su privacidad, de hecho, a la única chica que había llevado a su terreno y a conocer a su familia, era a su ex novia Lucia. Ella era tan parecida a él, que no temió invitarla a conocer su mundo.
Después de esa relación fallida, decidió cerrarse nuevamente y mantener la mayor distancia con las chicas que salía. Como tenía por regla, no repetir, no era necesario llevarlas a su casa, sus encuentros eran en hoteles, y después no las volvía a ver. Pero con Anisa, todo era diferente. Rompió su regla, y hoy por hoy, le era imposible verla como una simple conquista. A pesar de ser muy distintos, le inspiraba confianza y sentía un deseo constante de estar con ella. Por ello, había decidido, romper una regla más y llevarla a su casa. Quería que conociera un poco más de él. Tenía noches soñando que la hacía suya en su cama, en su espacio y no pretendía prolongarlo más, esa misma noche, haría realidad cada uno de sus anhelos.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...