Daniela observaba a través de la ventana a una pareja que se encontraba muy acaramelada, mientras esperaba a su hermano Álvaro. Habían acordado encontrarse en una cafetería cercana al hospital donde ella trabajaba, y que a su vez, quedaba de camino al hotel Plaza. Era un lugar tranquilo, y familiar, en donde el café que vendían, según su criterio, era el mejor de la ciudad. Menchú, su dueña, era una mujer encantadora, que desbordaba atención a todos sus clientes, convirtiéndolo en un lugar perfecto para reunirse y conversar. Ese día en particular, sentía la necesidad de hablar con su hermano, con respecto a la cena familiar que los esperaba esa noche.
La cena, que en un inicio estaba programada para la noche anterior, había sido pospuesta para ese día, debido a que, Daniela tuvo que cubrir la guardia de una compañera que se encontraba resfriada. Desde la pasada navidad, los tres hermanos no se encontraban en la misma ciudad, por ello, su madre, deseaba que en la cena estuvieran sus tres retoños presentes.
Álvaro entró en la cafetería y buscó con la mirada a su hermana. Cuando la encontró, notó que estaba distraída, observando a una pareja de jóvenes que se daban demostraciones de amor. Caminó hacia donde ella estaba y al posicionarse a su lado, musitó en su oído:
—Enana, ¿desde cuándo eres tan cotilla? —dijo en tono burlón, mientras depositaba un beso en su frente.
—Hola tonto —saludó mostrándole la lengua—, y no, solo veía que no se saben comportar en público.
—¿Seguro?, ¿no será que te da algo de envidia? —preguntó con tono juguetón.
—Sabes que no creo en el amor y no pienso volver a enamorarme —respondió de manera fría provocando que el semblante de Álvaro cambiará.
Sin duda esa manera de pensar era algo que compartían los hermanos.
—Y tú sabes que no me parece que pienses así, mereces rehacer tu vida y ser feliz.
Aunque él no creía en el amor, no consentía que su hermanita, que siempre soñó con enamorarse y formar una familia, fuera infeliz por culpa de un patán que jugó con sus sentimientos y la engañó. Daniela era una gran mujer y merecía ser feliz.
—Dani, no me gusta que te expreses así —continuó—, eres una mujer joven, guapa y profesional, y estoy seguro de que tendrás una fila de hombres detrás de esos huesitos —bromeó—. No descartes el darte otra oportunidad.
—El burro hablando de orejas —se mofó—. Lo haré el día en que tú dejes de tener rollos de una noche y te des una nueva oportunidad en el amor ¿Vale?
Álvaro resopló. Su hermana había dado justo en el clavo. No debió mencionarle lo del tema amoroso. A él tampoco le apetecía enamorarse, pero en su caso, tenía razones de peso para no hacerlo.
—Vale, cambiemos el tema —la cortó.
—Sí, mejor. La noche ha sido larga y pesada en el hospital, solo quiero un rico café y hablar con mi querido hermano —dijo tomándolo de la mano.
Álvaro adoraba y admiraba a su hermana. Su vida no era fácil, ser madre soltera y médico debía consumir todas sus energías, sin embargo, siempre tenía una linda sonrisa y palabras de aliento para él.
Justo cuando iban a comenzar a hablar de la dichosa cena, se acercó una joven a tomar el pedido.
—Buenos días —saludó— ¿Ya decidieron que van a pedir?
—Sí, para el caballero un americano grande, sin azúcar y un para mí un latte de vainilla, con dos de azúcar, por favor —pidió con una sonrisa—. Ya tomé suficiente café malo en la guardia de anoche —agregó.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...