Capítulo 11

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Anisa se encontraba extasiada, unida a él por lo más íntimo de su cuerpo, aun temblando por la pasión vivida y con la respiración agitada. Creía estar envuelta en una burbuja, la calidez de sus brazos la reconfortaba y la hacía sentir una seguridad que hacía mucho no sentía. Ese hombre realmente la había hecho llegar a la cima del mundo.

Álvaro por su parte, se sentía extraño, no sabía explicar lo que Anisa le hizo sentir. Su cuerpo había reaccionado como nunca antes. No pudo resistirse al deseo, y se dejó llevar por la pasión desenfrenada. Cosa que, desde que era un adolescente no se permitía, jamás perdía el control.

Poco a poco, fue despertando del placentero clímax al que había llegado, y rompió su conexión, recuperando su frialdad, separándose bruscamente de ella e instándole a ponerse de pie. No podía seguir dando rienda suelta a sus deseos, debía terminar el momento. Una vez que la morena se puso de pie, la imitó y comenzó a recoger sus cosas.

Ella lo observó detenidamente y pudo notar incomodidad en su rostro. ¿Cómo podía tener el ceño fruncido después de aquel explosivo momento? Intentó mantenerse en su campo de visión, pero él esquivó su mirada.

«¡Seré idiota! Seguramente solo quería un revolcón para demostrar su superioridad y he caído redondita», pensó.

¿Pero, qué más daba? después de semejante gustazo, había valido la pena. Además había renunciado y no lo volvería a ver. Manteniendo el tipo, como lo estaba haciendo él, comenzó a vestirse, no iba a demostrar debilidad. Cuando estuvo lista para marcharse, caminó hacia la puerta y antes de salir, musitó:

—Ya quita esa cara de arrepentimiento, somos adultos y solo fue sexo.

Anonadado por escucharla decir eso, respondió:

—No me arrepiento de mis actos —aclaró mirándola a los ojos. Lo que decía era totalmente cierto, por ello, se atrevió a mirar aquellos orbes que lo hacían perder el control—. Es solo que no acostumbro a intimar con mis empleadas, no es mi estilo.

Anisa sintió como la bilis le subía por la garganta ¿Era necesario hacer ese comentario? Minutos atrás, no se había detenido a pensar en que ella era su empleada, «gilipollas». Cerró sus puños con fuerza, evitando estamparle otra bofetada. Conocía de primera mano los encuentros de una noche, después de haber terminado su relación anterior, solo había tenido encuentros casuales, pero ninguno la había hecho sentir tan poca cosa justo después de culminar el acto sexual. Seguramente él creía que después de lo que ocurrió entre ambos, le exigiría algo más. Que equivocado estaba, ella solo había accedido para liberar esa tensión sexual que existía entre los dos, y así continuar con su vida lejos de él.

—¿Olvidas que renuncié? —le recordó— No estuviste con tu empleada, solo follaste con una conocida y ya.

—No era mi intención que sonara de esa manera, me refería a que primera vez que rompo esa regla, el mezclar trabajo con placer.

—Si tú lo dices —cuestionó.

—Es así —afirmó—. Y te aclaro que sigues siendo mi empleada, no voy a permitir que te vayas.

—No creo que sea buena idea. Tú mismo lo has dicho, has roto una regla y lo menos que quiero es que se confundan las cosas. Además —continuó— creo ya me humillante suficiente y por mucho que necesite este empleo, no creo que pueda seguir soportando tu constante cambio de actitud.

—Somos adultos, fue algo que los dos quisimos que pasará y punto. Así que no te preocupes por eso, de igual manera yo nunca repito —soltó con voz fría. Le dolió lo que le dijo, él no era un bipolar ni mucho menos—. Lo que ocurrió solo fue, algo de una vez, para liberar la tensión sexual que había entre los dos.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora