Los días pasaron y los tortolitos establecieron una especie de rutina. Anisa se incorporó al área administrativa del bar, y se sentía bastante satisfecha con el cargo que estaba desempeñando. Disfrutaba aprendiendo cosas nuevas, y más, si era de la mano de su príncipe. Pensó que quizás sus compañeros de trabajo harían algún que otro comentario referente al cambio de puesto, pero, afortunadamente no fue así. Quizás por el respeto, o mejor dicho, por el miedo que le tenían a Álvaro. Probablemente si alguno se atreviera a decir un comentario negativo sobre ella, sería despedido. De igual manera, ella no estaba haciendo nada malo, solo había aceptado una mejora laboral, para la cual estaba más que calificada. En su oportunidad, había realizado un curso del área administrativa, nunca se sabía en que se podía trabajar y no estaba de más prepararse en varias áreas.
Aunado a eso, iba cuatro días a la semana al café de Menchú a colaborarle, se negaba a abandonar a la amiga de su madre. Cubría el primer turno, lo que le permitía llegar a tiempo al bar para cumplir con sus labores. Los días que no iba al café, se quedaba en casa y cocinaba para su amado. Aunque, algunas veces se saltaban la comida y se iban directo al postre. A Álvaro le encantaba pasar a su casa a almorzar, y más, sabiendo que la comida la preparaba su morena. Adoraba llegar a casa y encontrarse con su chica. Ambos estaban inmersos en una burbuja, donde predominaba el amor que se tenían.
En los próximos días sería el cumpleaños número veintinueve de la morena, el primer año que pasarían juntos y Álvaro quería que fuese inolvidable para ella. Tenía un par de sorpresas en mente. Nunca había sido el tipo de hombre que se esmerara en sorprender a una chica, pero con ella era diferente. Quería ser especial, quería demostrarle todos los días lo mucho que la amaba y que se sintiera segura a su lado.
Ese día, también estaría de cumpleaños Salvador. Por azar del destino, su padre y su chica cumplían el mismo día. Por obvias razones, él nunca asistía a dicha celebración, pero este año era diferente, después de haber hecho las paces con su progenitor, deseaba compartir con él su día especial. Afortunadamente, aquello no le suponía ningún problema, Salvador, solía celebrar su cumpleaños con una sencilla cena familiar, lo que no interferiría con los planes que tenía para la morena. Podía asistir a ambos eventos sin inconvenientes.
El sonido de la puerta lo sacó de sus cavilaciones. Se acomodó en su silla e indicó a la persona que pasara. Sonrió al ver que se trataba de Óscar, finalmente, su amigo había aprendido a tocar antes de entrar.
—Vaya, vaya, jamás imagine que serias tú quien llamaba a mi puerta —se mofó.
—Digamos que no quería cabrearte desde un principio, ya que la noticia que te traigo puede que lo haga.
—¿A qué te refieres?
—En realidad son dos noticias, una buena y una mala —aclaró—. ¿Cuál quieres primero?
—Óscar no estoy para juegos. Habla de una vez.
—Vaya que eres obstinado. Ni porque estás compartiendo la vida con una hermosa mujer te mejora el humor —bromeó. Decir eso, lo terminarían de malhumorar, pero ni modo, no podía reprimir por mucho tiempo su deseo de incordiar a su amigo.
Como era de esperarse Álvaro se ofendió por aquellas palabras. Era plenamente feliz con su morena, pero no por eso tenía que andar con una sonrisa estampada en la cara 24/7, mucho menos en su campo laboral. Debía mantener el respeto de sus subordinados.
—Vuelve a decir algo semejante y juro que te partiré la cara.
—Ey, era un chiste —exclamó Óscar alzando las manos en son de paz.
—Termina de decir las putas noticias.
Óscar tomó aire. No era fácil la noticia que tenía que dar.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...