Álvaro salió de una junta y caminaba hacia su oficina, lo primero que hizo fue revisar su teléfono, en busca de algún mensaje de parte de Daniela, pero no tenía ninguno, solo el par de monosílabos que ella le había respondido dos días atrás cuando le preguntó por Daniel. Su hermana seguía molesta por lo ocurrido en la cena con su padre. Sin embargo, no dejaba de pensar en que, ella fue la que provocó dicho enfrentamiento, si no lo hubiera engañado para que se reuniera con Salvador, nada de eso habría pasado.
Su ánimo estaba por el piso, Daniela nunca pasaba más de un día sin hablarle y ya tenía una semana sin hacerlo, a excepción del día que le contestó que Daniel estaba bien. Aunque le costase admitirlo, esta vez la había embarrado a lo grande, claro que, siempre que Salvador aparecía en escena, el resultado era el mismo. Era como si él provocara que sacara lo peor de sí. Sin tan solo se fuese controlado y fuese terminado la dichosa cena sin articular palabra, lo que era su plan inicial, no tendría ese problema con su hermana menor.
Maxi por su parte, era el menos rencoroso de los tres. Quizás se debía a su corta edad e inexperiencia, lo cierto es que había accedido a almorzar con él, pese al mal rato que vivieron en casa de su hermana. Durante el almuerzo le expresó su inconformidad con lo sucedido, pero no pretendía meterse en la relación de sus hermanos. Sabía que Daniela tenía la razón y que Álvaro debía hacer lo que fuese necesario para que ella lo perdonara.
Estaba a punto de entrar a su oficina, cuando una voz familiar lo sacó de sus cavilaciones.
—Colega, veo que has salido de tu reunión ¿Tendrás espacio en tu agenda para ir a almorzar conmigo? —preguntó Óscar encontrándose con él en el pasillo.
Álvaro dudó por un segundo en aceptar su invitación, desde la conversación que mantuvieron sobre su comportamiento y familiaridad con las empleadas del bar, específicamente con Anisa, se habían distanciado. Al parecer, a Óscar poco le importaba la opinión de su socio, puesto que continuaba saludando de manera amistosa a la camarera. Sin embargo, extrañaba a su amigo. Entre el conflicto familiar, el exceso de carga laboral, el distanciamiento con Óscar y el nudo de emociones que Anisa despertaba en él, se estaba volviendo loco. Necesitaba hablar, necesitaba desahogarse y que mejor que hacerlo con su casi hermano.
—Sí, claro. Dejare estas cosas en la oficina y salimos —respondió aún distraído.
Bajaron al restaurante del hotel y tras pedir una Olla Valenciana, conversaron mientras degustaban aquel delicioso plato. Álvaro aprovechó el momento y le contó a su amigo lo ocurrido en la cena familiar y que a raíz de eso, su hermana se negaba a dirigirle la palabra.
—Cambia esa cara. Estoy seguro de que a Daniela se le pasará la molestia muy pronto —aseveró— ya la conoces, eres su favorito.
—Porque la conozco, sé que no me perdonará fácilmente —lo cortó—. Esta vez, en verdad lo he jodido.
—Ya verás que es solo un berrinche de niña consentida.
—No seas imbécil, sabes que ella no es ese tipo de mujer manipuladora.
Óscar, que conocía muy bien a Daniela, sabía que ella no era esa clase de chica, solo intentaba animar a su amigo. A leguas se notaba que Álvaro apenas si había pegado un ojo esos últimos días, se veía demacrado y llevaba una barba de varios días, que acentuaba los círculos púrpuras que habían alrededor de sus ojos.
—Lo sé, Daniela no es una chica común —confirmó sonriendo—. Solo quería ser condescendiente contigo, pero la verdad, esta vez sí que la cagaste.
Álvaro gruñó, su amigo tenía razón, la había cagado con su hermana y no sabía qué hacer para remediarlo. A ella también le había afectado el divorcio de sus padres. Al igual que él, de niña era más apegada a su padre que a su madre, por lo que, cuando llegó el momento de la separación sufrió al punto de caer en una depresión en la que perdió las ganas de todo, en especial el apetito. Daniela se ensimismo de tal manera que no quería socializar con nadie, excepto con él. En ese momento, fue en el que decidió dejar a un lado su dolor por la ruptura familiar y comportarse como la figura paterna que tanta falta les hacía a sus hermanos. Claro que una vez que crecieron, estos buscaron a Salvador y limaron asperezas, algo que hasta la fecha él no podía, ni quería hacer.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...