Durante el camino de regreso a su casa, Anisa analizó a detalle lo que acababa de ocurrir. Aquel hombre frío y malhumorado la había invitado a comer, y no solo eso, había sido amable y atento. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión respecto a ella? Cuando lo oyó llamarla, pensó que era para reclamarle por la bofetada que le dio esa misma mañana, o por negarse a atenderlo en el bar, pero él le manifestó que sus intenciones eran otras, quería disculparse con ella. Disculpas que aceptó de corazón, ya no quería seguir teniendo encontronazos con aquel hombre, por lo visto visitaba con frecuencia el Molino Rojo y por su bien, debían limar asperezas.
Luego su estómago cometió la imprudencia de sonar, lo que provocó que sintiera pena por ella y la invitara a comer. Intentó declinar la oferta, pero ante su insistencia, terminó accediendo. Contra todo pronóstico, el rato que compartieron mientras comían, fue ameno, resultó que tenían varias cosas en común, entre ellas las motos. Y al final de la velada, antes de despedirse, él la besó. Cosa que le achacaba a que estaba pasado de tragos, o eso creía. De lo contrario ni se le hubiese acercado.
No negaba el hecho de haber disfrutado de aquel beso, Álvaro era un hombre muy guapo, estaba para comérselo con los dedos, pero no quería ilusionarse, él jamás se fijaría en alguien como ella, era morena, y no tenía la clase que ostentaban las chicas con las que solía salir.
Se dijo a sí misma que lo mejor era ignorar lo que había pasado, después de todo: una vez gilipollas, siempre gilipollas, y no debía fiarse de él. Conocía muy bien a los de su tipo, hombres adinerados que creían tener el mundo a sus pies, y por ende, todo aquel a quien consideraban inferiores a ellos, les debían respeto y admiración. Seguramente la había besado, solo para probarle que podía tener a quien quisiera, cuando quisiera, pero estaba bien equivocado si pensaba que ella caería a sus pies por un simple beso.
—Muchas gracias por su servicio. Que tenga buena noche —se despidió del taxista.
—Buenas noches señorita.
Bajo del auto y se encaminó a su residencia.
Llegó a su pequeño departamento y nada más entrar, Tequila, su perra mestiza, la saludó con cariño.
—¡Hola! preciosa ¿Te gustaría salir a dar un paseo?
Al ver que la perrita movía de manera animada su colita, dejó sus cosas sobre la mesa, cogió la pechera y la cadena, y se las colocó. No importaba lo cansada que estuviera, la sacaría a hacer sus necesidades.
Tequila, había llegado a su vida una madrugada, cuatro meses atrás. Cuando venía de una fiesta, la encontró en la calle malherida, la cuidó y al final le fue imposible darla en adopción. La nombró de esa manera, en referencia a lo que había tomado la noche en que la halló. Y aunque al principio no fue fácil, a la perrita le costó confiar en su nueva compañera, con el paso del tiempo lo consiguió. Por ello, el llegar a su casa y ver a Tequila feliz y esperándola, tras un largo día, era el mejor de los regalos.
Mientras la perrilla hacia sus necesidades, Anisa no podía sacar de su mente al príncipe oscuro. Había algo que rondaba su mente en los últimos días, su cara le era familiar, pero, ¿dónde lo había visto antes? Desde que había vuelto de Múnich, primera vez que trabajaba en un lugar frecuentado por personas adineradas, de haberlo visto, fue antes de su llegada a Valencia.
De pronto, vino a su mente un recuerdo de cuando trabajó en el festival Oktoberfest. Por esos días trabajó como promotora en un stand de cerveza artesanal y había tenido un altercado con un degustador, similar al que tuvo con Álvaro en el bar. ¿Sería posible que se tratara de la misma persona?
Recordó, que el hombre con el que había tenido el altercado en Múnich era amigo de Lucia, la hijastra del dueño de aquella cervecería. Hoy por hoy, ella y Lucia eran buenas amigas, quizás si revisaba alguna de sus redes sociales y stalkeara un poco, podría ver si Álvaro aparecía en alguna de sus publicaciones y así salir de la duda. Recordaba que en una oportunidad, la rubia le había pedido tomarle una foto con aquel amigo y posteriormente la había colgado en sus redes sociales.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...