Capítulo 9

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Sentado en su oficina, Álvaro no dejaba de pensar en la actitud que mostró Anisa minutos antes. A pesar de haberle hecho un llamado de atención frente al resto de sus compañeros, y de negarle la oportunidad de laborar esa noche, ella no se dio por vencida y fue hasta su despacho para solicitarle otra oportunidad.

En un principio, pensó en negársela, pero le fue imposible. El verla ojerosa, pálida y delgada, lo hizo cambiar de parecer.

Una vez, le comunicó su decisión de permitirle cumplir sus funciones esa noche, ella lo abrazó y le depositó un beso en su mejilla. Un beso, que provocó una extraña corriente que recorrió todo su interior, haciéndole recordar el calor de sus labios. Un calor que se caló hasta lo más profundo de su ser. De no ser porque su amigo Óscar estaba presente, la habría tomado en sus brazos y habría reclamado su boca.

El calor de sus labios sobre su piel, la intensidad de su abrazo, el particular aroma a chocolate y su inigualable sonrisa, lo tenían hechizado y con ganas de más. ¿Por qué no había sentido aquel aroma en sus encuentros anteriores? Desde niño, su postre favorito era el chocolate en cualquier presentación, por ello, no entendía como no había percibido aquel aroma antes.

«Quizás, porque no estaba tan interesado en ella como lo estoy en este momento», pensó.

Le gustase admitirlo, o no, ella era la razón por la cual había accedido a la compra del bar. Quería tenerla cerca, aunque no sabía porque. Se repetía una y otra vez que ella no era, para nada, su prototipo de mujer, pero aun así no podía sacarla de sus pensamientos. No podía dejar de repetir en su cabeza, la imagen de aquella encantadora sonrisa, era como si una fuerza extraña lo atrajera hacia ella.

Se levantó de su asiento con la intención de irse a casa. Había acordado con Óscar que por ser su primer día como dueños del bar, se quedarían hasta el momento de cerrar, sin embargo se sentía agotado, y al día siguiente le esperaba una jornada bastante agitada en el hotel, por lo que prefería irse a descansar.

Iba camino a la barra, lugar donde se encontraba su amigo, con la intención de despedirse de él, cuando escuchó el sonido de cristales rompiéndose. Al girarse, vio que se trataba de Anisa, esta venía saliendo del área de la cocina, supuso que habría ido por unos bocadillos, cuando una vez más, dejó caer la bandeja con todo su contenido. Por suerte, esta vez no había sido en el área de atención, y no tendría problemas con ningún cliente.

—Será torpe esta chica —exclamó, mientras se dirigía a donde ella estaba.

Al llegar, notó que, a pesar de que uno de sus compañeros intentaba ayudarla a levantarse, se encontraba inmóvil en el suelo y no reaccionaba. Al parecer se había desmayado. Pidió que abrieran espacio para acercarse a ella, y cuando la tuvo a centímetros de distancia, tocó suavemente su rostro y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Estaba fría y tenía un tono blanquecino en los labios. Sin pensarlo, la tomó en sus brazos y la llevó hasta su despacho, mientras solicitaba un kit de primeros auxilios para reanimarla.

Cuando llegó a su oficina, la recostó sobre el sofá. Escuchó la puerta cerrarse tras de él y se dio cuenta que su amigo Óscar había entrado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado por la morena. Aquella muchacha le caía muy bien.

—No lo sé. Al parecer se ha desmayado. Venia saliendo de la cocina, no sé qué lo ha provocado.

En ese momento, una empleada entró con una cajita, con el símbolo de la cruz roja. Álvaro la tomó, y solicitó a la muchacha que esperara afuera con el resto de sus compañeros. De inmediato, buscó alcohol y mojó con cuidado un algodón, que posteriormente, pasó por la nariz de la morena, con suerte, eso la haría reaccionar.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora