Capítulo 20

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 A parte del maravilloso sexo que compartía con su morena, para Álvaro, el entrenar y ejercitar su cuerpo, era otra manera de despejar su mente del estrés del día a día. Las últimas semanas, estuvieron cargadas de trabajo y eventos que lo llevaron al límite. Por un lado, por las numerosas juntas a las que se vio obligado a asistir, y por otro lado, debido a una fuga de aguas negras que se presentó en el bar, obligándolo a cerrar temporalmente.

Aunado a eso, no había podido compartir con Anisa de la manera que deseaba. Sabía que la presencia de su madre y compañía, no dejaría nada bueno, desde el momento en que las vio entrando a su despacho. Desde aquella visita, ella se había mostrado fría y distante con él. Su entrega sexual no era la misma, ahora tenía restricciones y no compartían fuera de la cama. Prácticamente, solo se comunicaban para follar.

—La tierra llamando a Álvaro —bromeó Óscar—. ¿En qué planeta te encuentras?

«En el planeta Anisa», pensó.

—Estoy entrenando, no conversando contigo —gruñó.

—¿Para eso me invitaste?, ¿para ignorarme? —preguntó ofendido.

—Óscar, apareciste sin invitación, agradece que te abrí la puerta.

Su amigo se había aparecido en la puerta de su departamento. Sabía que él aprovecharía ese tiempo libre para entrenar, y como también le apetecía y no quería hacerlo solo, decidió ir a su casa, donde tenía una habitación apodada "El santuario", llena de la maquinaria necesaria para mantenerse en forma. Álvaro adoraba aquel espacio, era el sitio donde se despojaba de todas sus responsabilidades y drenaba todo aquello que le preocupaba o le afectaba.

—¿Qué pasó con mi amigo feliz?

Álvaro detuvo la caminadora y se alejó de ella tomando una toalla y secándose el exceso de sudor.

— No pasa nada —suspiró.

—Te conozco muy bien, sé que algo te está molestando —aseguró— ¿Ya no confías en mí?

—No seas tonto sabes que eres mi mejor amigo. Es Anisa, la que me tiene así de mal humor —confesó—, te juro que por primera vez en mi vida no sé qué hacer.

—Creí que todo estaba bien entre ustedes.

—Así parece, pero no estoy seguro. La notó extraña.

—Cuéntame, a lo mejor te ayudo a resolver esto, sabes que ayudar a los idiotas es mi don —dijo riendo.

—Al parecer ese don solo te funciona con los demás, porque nunca resolviste tu problema con la mujer misteriosa.

Álvaro le había dado justo en el clavo, pero no queriendo tocar ese tema, respondió:

—Es complicado.

—¿Algún día me hablarás de ella? —preguntó.

—No.

Álvaro sabía que era imposible sacarle aquella información. Pero siempre intentaría.

—¿Ya no confías en mí?— dijo remedando a su amigo.

—Eso es pasado, y ya no tiene importancia —musitó con melancolía en su voz—. La morena es tu presente y de ella si podemos hablar, así que, dime, ¿qué le hiciste?

—Ese es el problema, no he hecho nada —suspiró— todo estaba yendo de maravilla, hasta que mi madre llegó con Cristina al bar. Creo que piensa que estoy en alguna relación con ella.

—Imagino que le explicaste que no es así.

Lo había intentado, pero ella no lo había escuchado. Por eso se sentía tan frustrado, porque por primera vez en su vida, intentó dar explicaciones y estas fueron ignoradas.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora