Capítulo 33

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Cuando Álvaro entró al área de urgencias, sintió como su corazón comenzó a bombear de forma irregular. La recepcionista lo guió por la emergencia hasta llegar a una zona en la que se encontraban unos pequeños cubículos, separados por unas cortinas entre sí. La joven abrió una de ellas y pudo ver sobre el hombro de esta, que allí se encontraba su morena.

—Muchísimas gracias —se acercó a su chica y tras dar un vistazo al lugar en donde se encontraba, preguntó— ¿Por qué está aquí y no en una habitación privada?

—El seguro de la joven no cubre ese tipo de gastos.

¿Cómo que no lo cubría? Tenía que hablar con Óscar al respecto, debía mejorar el seguro a sus trabajadores, aquello era inaudito.

—Por favor prepare para mi prometida la mejor habitación que tenga disponible, yo cubriré los gastos —sacó su tarjeta de crédito y se la entregó a la joven. Ni de coña permitiría que su morena pasará mucho tiempo en ese lugar, debía estar cómoda para poder recuperarse lo antes posible.

La recepcionista asintió antes de cerrar la cortina detrás de él, dejándolo solo con su prometida. Álvaro volvió su mirada a Anisa y la contempló. Parecía tener la mitad de su tamaño habitual, estaba más delgada, se veía pálida, su piel había perdido el color que hoy por hoy le fascinaba. Su cara no había sufrido ninguna magulladura debido al casco protector, pero sus brazos presentaban varios golpes y cortes. Se sentó en la silla que había junto a la cama, tomó su mano y entrelazo sus dedos con los de ella. Sus manos no se sentían iguales, estaban frías y eso lo afligió. Recordó las veces que la tomaba de la mano para guiarla a un lugar, o simplemente para sentir la calidez de su piel. Añoraba tanto su tacto, que sentirla así lo afligió. Sentía que estaba así por su culpa, por no haber sido lo suficientemente hombre para mantenerla a su lado y protegerla en todo momento. Le había fallado.

—Ani, sé que puedes oírme. Aquí estoy, tu principito está aquí —dijo en un susurro—, no sé porque demonios viniste hasta aquí, pero sea lo que sea, quiero que sepas que cuentas con mi apoyo y que no me moveré de aquí hasta que hayamos solucionado el problema que tengas.

—Ella estará bien. La sedaron porque le ha dado una crisis nerviosa cuando despertó y vio que estaba aquí en el hospital. Está aquí por papá... él... él se está muriendo.

Álvaro se giró y se topó con una joven que no solo se parecía a su morena, sino que también tenía un tono de voz muy similar al de ella.

—¿Ayana?

—Sí, y supongo que tú eres Álvaro, el príncipe oscuro —en su última visita a Elche, Anisa se vio obligada a contarle a su hermana sobre la existencia de Álvaro, después de que esta la escuchara conversando con su padre, sobre un hombre que tenía su mundo de cabeza.

—¿Príncipe oscuro? —cuestionó, su morena solía llamarle principito pero no de esa manera.

—Aja —asintió—. Si eres el dueño del palacio de hielo, entonces eres el príncipe oscuro.

Álvaro esbozó una pequeña sonrisa, esa era otra de las cualidades que adoraba de su chica. Anisa podía llegar a ser muy ocurrente. Supuso que lo llamaba de esa manera debido a su oscuridad, de igual manera, ya le preguntaría y le pediría una explicación al respecto cuando estuviera recuperada.

—Pues sí, ese soy yo —afirmó— ¿Qué has dicho de tu padre? ¿Está delicado de salud? ¿Qué tiene? Y disculpa que haga tantas preguntas, solo quiero saber porque mi chica está aquí y ha tenido este accidente.

Ayana tomó aire y comenzó a relatarle los hechos. Le contó sobre la enfermedad de su padre, que se encontraba hace algún tiempo en una lista de espera, solicitando apoyo financiero para ser sometido a una intervención quirúrgica que revirtiera su insuficiencia cardiaca. También le contó sobre el préstamo bancario que había solicitado su hermana con la finalidad de costear la operación. Que lamentablemente, fue persuadida por su ex novio, quien le prometió que si invertía el dinero en un proyecto que tenía en Alemania, lo triplicaría en poco tiempo, pudiendo no solo costear la operación, sino también ofrecerle una mejor calidad de vida a su familia. Y que hasta la fecha, su hermana se atormentaba con eso, sintiéndose culpable por el estado de salud de su padre. Desde entonces, trabajaba incansablemente con el fin de reunir nuevamente el dinero para la operación.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora