Capítulo 38

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 Días después, Anisa se encontraba admirando su precioso anillo de compromiso. Aún le costaba creer que estaba comprometida con Álvaro, y en un futuro no muy lejano, sería la señora Avellaneda. Nunca imaginó que algo así le pudiera ocurrir. Cuando se estaban conociendo, Álvaro hizo énfasis en el rechazo que sentía a ese tipo de compromisos, él no quería casarse ni quería tener hijos. Ahora, había cambiado de parecer con respecto a lo primero y esperaba que de igual manera pasará con lo segundo. Ella soñaba con ser madre, obviamente no en ese momento, pero si en un futuro.

Confiaba en que una vez casados, fuese un tema que pudieran tocar. No quería hacerlo en ese momento porque no quería que nada empañara su felicidad. Con el tiempo, había aprendido a manejar un poco a Álvaro, y sabía que era mejor no forzar las cosas con él o de lo contrario se cerraría por completo. Él adoraba a los niños, bastaba ver cómo era con su sobrino y ahijada, pero, se había negado a la posibilidad de ser padre, debido al trauma que generó la separación de sus progenitores, él no quería ser como Salvador. Afortunadamente, ya conocía la verdad de lo sucedido, y por eso, Anisa confiaba en que llegado su momento, cambiara de parecer. De lo contrario, se vería forzada a replantear su relación.

Como siempre, desechó esa negatividad y se enfocó en el día que tenía por delante. Se había encargado junto a su madre, hermana y todas las mujeres Avellaneda de organizar el cumpleaños de Salvador. En vista de que por motivos laborales, él no pudo celebrar su aniversario, ella consideró buena idea, festejarlo junto al resto de su familia, así fuese días después.

Quería ver a su suegro, disfrutar ese día y sellar por completo la reconciliación con su hijo mayor. De igual manera, deseaba retribuir todo lo que había hecho por ella y su padre, y qué mejor manera de hacerlo, que con una linda reunión familiar.

Fue sencillo para ellas encargarse de la reunión. Salvador era un hombre familiar y muy fácil de complacer, ya que, nada le hacía más feliz que pasar tiempo de calidad con su familia.

Lo mejor de todo, era que sus padres estaban de visita este fin de semana. Abel, tenía el visto bueno del médico para viajar, además, tenía programada una revisión post operatoria, la cual la haría su suegro. Quería cerciorarse, personalmente, de la evolución de su consuegro, a pesar de que recibía reportes diarios, indicando su evolución, por parte de la enfermera que había contratado y del médico tratante que lo atendía en Elche.

De igual manera, sus padres querían estar con ella, y tenían planeado ir a Valencia, por su reciente cumpleaños. Hacía tiempo que no salían de su pueblo. Desde que se había agravado la salud de Abel, no lo sometían al estrés de un traslado, por más pequeño que este fuera. Por eso, los recibió gustosa, en su ahora nuevo hogar. El departamento que compartía junto a su príncipe era tan amplio, que podía recibirles con todas las comodidades, de las que carecía en su antiguo espacio.

Los Tadele, habían llegado muy temprano a casa de Sara y Salvador. Allí, también se encontraban Daniela y su hijo, acompañados de Maximiliano. El menor de los hombres Avellaneda se alegró de ver a la hermana menor de la morena, las mujeres de esa familia tenía una dulce esencia que atraía a todos a los que conocían.

Luego de saludarse y ponerse al día, las mujeres se apoderaron de la cocina, rebanaban, sazonaban, hablaban y reían como si se conocieran de toda la vida. Manuela había preparado muchos pasa bocas y dulces el día anterior, Ani vio a su madre tan feliz y relajada, sin preocupaciones, que incluso la notaba rejuvenecida. Realizaba todos esos manjares, con el mayor de los placeres. Sabía que también lo hacía como una manera de retribuir la gratitud que sentía por su yerno y su familia.

Álvaro aún no regresaba de Alemania. Después de darle la maravillosa sorpresa por su cumpleaños, se vio obligado a regresar a Berlín y culminar con sus labores profesionales. Sin embargo, la distancia no impedía que se sintiera caminado sobre las nubes. El cambio que había dado su príncipe era increíble. Ni en sus días más locos, hubiese imaginado que algo así pasaría. Él era tan caballero, tan romántico, que cada día, con sus palabras, y acciones, le demostraba cuánto la amaba. Se habían entregado en cuerpo y alma. Álvaro, cada noche la tomaba y le hacía amor de una manera dulce y a su vez posesiva, logrando hacerla sentir y descubrir una infinidad sensaciones que nunca había experimentado. Aunque tenían sus diferencias, a él le costaba ceder el control, ella conocía muy bien qué teclas tocar para desarmarlo por completo.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora