Anisa llegaba diez minutos tarde a su primer día de trabajo en el Molino Rojo. Al salir del café de Menchú, se dirigió a toda prisa a la parada donde tomaría el bus que iba a esa zona de la ciudad, pero justo cuando iba llegando, el bus arrancó y debió esperar a que pasara otro.
Iba retrasada y eso provocaba que sus nervios aumentaran. No podía darse el lujo de perder esa oportunidad laboral, necesitaba ese empleo para poder cancelar las facturas médicas de su padre.
Mientras se acercaba al famoso local, recibió la llamada de su amigo Lucas, pidiéndole que apresurara el paso, su superior ya estaba preguntando por ella, y aunque la había cubierto, diciendo que estaba en el baño colocándose el uniforme, no tardarían en darse cuenta de que era una vil mentira. Por suerte, Anisa se encontraba a media cuadra del local, y este le indicó que la esperaría en la puerta trasera, por donde entraba el personal de servicio. De esa manera, sería más fácil hacerla pasar sin que el jefe inmediato se diera cuenta de lo que realmente pasaba con ella.
Al llegar, su amigo la tomó por el brazo y caminaron rápidamente por las bodegas del local, hasta llegar al baño, donde, inmediatamente comenzó a desvestirse, para sustituir su ropa por el uniforme que llevaba en el bolso.
—¿Me quieres explicar porque has demorado tanto en llegar? —preguntó Lucas en un tono que denotaba su molestia. Había hecho mucho esfuerzo para poder conseguirle esa oportunidad laboral.
—He perdido el bus y tuve que esperar a que otro pasara. No tenía dinero para pagar un taxi —consciente del problema en el que podía meter a su amigo por cubrirla, le dio una mirada sincera y musitó —: Discúlpame por favor, no volverá a pasar. Sé que estás poniendo en juego tu trabajo y te aseguro que no te haré quedar mal.
—Vale. Tampoco es para que nos pongamos melodramáticos —se acercó a ella y la abrazó—. Solo asegúrate de estar puntual, el supervisor es un tío bastante agrio y exigente, es mejor no darle motivos para que te llame la atención. Ahora vamos, ya deberíamos estar sirviendo mesas. ¿Recuerdas todo lo que se te explicó en la inducción?
—¡Sí! Estoy lista para la acción.
—Así me gusta muñeca. Aquí si algo sobra, es acción.
El Molino Rojo era un local con varios ambientes, por lo que empleaba camareros que atendieran de manera personalizada a los clientes que ocupaban el área VIP. Lucas era uno de ellos, junto con un par de chicos y la recién llegada Anisa.
Durante la primera hora, la morena no se fijó en otra cosa que no fuera su bandeja y lo que cargaba en ella, quería demostrar que a pesar de ser nueva en ese lugar, no lo era haciendo ese tipo de actividad. Atendía a los clientes con su particular sonrisa, el lugar era muy concurrido, y si quería obtener buenas propinas, debía ser amable y atenta con los clientes, que en su mayoría eran jóvenes, hijos de mamá y papá que iban a gastarse sin piedad, un dinero que no se habían ganado.
Cuando se dirigía a la barra por unas bebidas para una pareja de enamorados, se percató que en la mesa adyacente, se encontraban un par de tragos a medio terminar, observó hacia los lados en busca de sus dueños, y en vista que no aparecía nadie, supuso que las personas que ocupaban esa mesa se habían marchado. Tomó los tragos, los colocó sobre su bandeja, y se los llevó, ya volvería con un trapo limpio para limpiar la mesa, y que esta fuese ocupada nuevamente.
Desde la pista de baile, Álvaro observaba como una figura femenina se llevaba los tragos de su mesa. Intentó zafarse de la rubia con la que estaba bailando, para ir a reclamarle a la chica lo que estaba haciendo, pero su acompañante estaba aferrada a su cuello y se lo impidió.
Más allá de molestarle lo que estaba pasando, hubo algo de aquella fémina que llamó su atención. Sus piernas, se veían firmes y tonificadas, y esa era una de las características que más admiraba de una mujer. Siguió con detenimiento toda su línea corporal, y se deleitó con aquel curvilíneo cuerpo. Sin duda, de los mejores que había visto. Lástima que desde donde se encontraba no podía detallar su rostro y ver si concordaba con aquellas prominentes curvas.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...