Cuatro días después del viaje relámpago, Álvaro se encontraba de regreso en la ciudad. Había hecho todo lo posible por acelerar la negociación con los ingleses, y al final, terminó convenciéndolos de cerrar el trato. Se sentía satisfecho, por haber cumplido con la empresa que representaba, y porque estaba de vuelta con su morena. Moría de ganas de verla y tenerla entre sus brazos. A pesar de haberla visitado días atrás, la extrañaba y la necesitaba. Lamentablemente, su encuentro debía esperar, ahora tenía algo muy importante que hacer.
Dio un vistazo a su reloj y vio que eran las dos de la tarde. Iba a tiempo para su cita. Después de lo ocurrido en Londres con Cristina Santaella, decidió que lo mejor era conversar con su madre y aclarar las cosas de una vez por todas.
Luego de haber rechazado a la rubia, recibió la llamada de Julia, reclamándole por no aceptar a la joven. En su momento, no le dio mucha importancia, su objetivo era volver a Valencia por unas horas para estar con su chica. Pero ahora que estaba de regreso, no pensaba posponer más esa conversación. Su madre no debía entrometerse en su vida privada, y debía respetar por sobre todas las cosas, sus decisiones.
Entró al restaurante y visualizó a su madre. Sin duda, Julia era tan puntual como él. Sin embargo, no le agrado para nada, el ver que no estaba sola. Estaba acompañada. Nada más y nada menos que, por Cristina Santaella.
Álvaro respiró profundo, jamás le habían tocado los cojones de esa manera. Definitivamente, su madre era tan caprichosa como su acompañante. No sabía cuál de las dos era peor, su madre por insistir en meterle a Cristina por los ojos, o la rubia por presentarse allí, después de que él le dijera que no tenía interés en ella.
Quería marcharse y dejar al par de mujeres allí. Pero era necesario zanjar aquello de una vez. Se acercó a la mesa, y en un tono de voz para nada amigable, musitó:
—Buenas tardes.
—Hola hijo, mira quien ha tenido la amabilidad de acompañarme —dijo señalando a la joven que estaba sentada a su lado.
—Hola bebé. ¿Me extrañaste?
Álvaro se llevó la mano al entrecejo y respiró profundo. Estaba a punto de perder los estribos. El solo escuchar la voz de Cristina, lo había irritado más de lo que ya estaba. Pero, no podía hacer un espectáculo allí, en ese restaurante de renombre al que acudían personas de la alta sociedad.
—Cristina —habló entre dientes—. No entiendo que haces aquí, cuando no has sido invitada a esta comida.
—¡Hijo! ¿Cómo te atreves a tratar así a mi invitada?
—Tú lo has dicho, es tu invitada no la mía.
Julia dirigió su mirada a donde estaba la joven y se disculpó con ella. Los padres de Cristina eran muy influyentes en el círculo social en el que ella se movía y no quería que su relación con ellos se viera afectada por el comportamiento de su hijo.
—Lo siento Cris. No sé qué demonios le pasa a mi hijo.
—Pasa, que vine aquí para hablar contigo, a solas, y la presencia de Cristina me incomoda —espetó Álvaro.
—Tranquilo Bebé —exclamó la joven—. Prácticamente, ya soy parte de la familia, así que lo que tengas que hablar con tu madre, lo puedes hacer delante de mí. ¿No es así Julia?
—Por supuesto —afirmó su progenitora.
—Perfecto, entonces me voy.
Aquello no tenía sentido ¿Por qué demonios la rubia se atrevía a decir que era parte de la familia? Sin duda, eso se lo tuvo que hacer creer su madre. Estaban más chifladas de lo que pensaba. Lo mejor era marcharse.
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Más que Blanco y Negro
RomanceAlvaro Avellaneda es un exitoso empresario, que en su afán de ser reconocido por su trabajo y no por el apellido de su padre, ha olvidado la importancia del amor y de disfrutar de la vida. Para él todo se basa en cumplir las reglas, hasta que, por...