Capítulo 4

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Álvaro se encontraba frente a su escritorio, revisando unos documentos que tenía por firmar. Ya tenía dos semanas en Valencia, y se encontraba perfectamente instalado en el área administrativa del hotel Plaza, el cual, había sido la más reciente adquisición del Grupo de Bilbao y la razón por la cual lo habían enviado a su ciudad natal. Debía hacerse cargo de la remodelación y funcionamiento de dicho hotel. El objetivo de la empresa, era crear una cadena hotelera, partiendo de este.

Desde un principio, le pareció buena idea la compra del hotel, era una inversión segura, Valencia era una de las ciudades con mayores destinos turísticos. Sin embargo, no le agradó que lo designaran para hacerse cargo de la ejecución del proyecto. No quería volver a su ciudad natal, pero allí estaba, dando lo mejor de sí y esperando a que la remodelación de aquel lugar durara menos de lo esperado. La empresa contratista le indicó que el tiempo estimado para ejecutar el proyecto, sería de un año, pero podría ser menos, eso en el caso que no se presentara ningún inconveniente.

En vista de que el hotel no podía cerrar sus puertas al público, la remodelación se haría por secciones y así se garantizaría el funcionamiento de este y que ningún empleado se viera afectado por el rediseño y perdiera su empleo.

—Un año pasa rápido, solo trata de evitar el contacto con tus padres y saldrás ileso de esta —se dijo a sí mismo.

Dos semanas y aún no había visto a ninguno de sus progenitores. Hasta ahora, las cosas iban bien. Pero sabía que no se podría mantener oculto por mucho tiempo. Sus padres eran personas muy populares en aquella ciudad y era cuestión de tiempo para que algún conocido de la familia lo viera y esparciera la noticia. Por ello, decidió llamar a su madre y contarle sobre su regreso. Está, al escuchar la noticia se emocionó, y como era de esperarse, organizó una cena familiar, la cual tendría lugar esa noche.

Con su padre aún no se había comunicado, no se sentía preparado para hablarle, ni para verle. No entendía como sus hermanos habían sido capaces de perdonarle su abandono, al parecer el único que salió afectado con aquel divorcio fue él.

Sus hermanos habían decidido seguirle los pasos a Salvador y estudiar medicina, aunque en especialidades diferentes. Su padre era cardiólogo, uno de los mejores de la nación, mientras que Daniela se inclinó por la pediatría y Maxi que estaba en el último año de medicina, se debatía entre oncología o neurología.

Por su parte, él decidió estudiar algo totalmente opuesto, y en vista de que amaba los números, eligió la carrera de finanzas. Claro que, Benicio, su padrastro, fue una gran influencia para él. El hombre era un reconocido asesor financiero, que hoy por hoy, ejercía como presidente de una entidad bancaria.

El sonido de la puerta de su despacho lo sacó de sus pensamientos.

—Buenos días colega, ¿Ya están listos los papeles que te pedí?

Óscar se acercó hasta su escritorio y tomó asiento en una de las sillas vacías que estaban frente a él.

—¿Cuántas veces debo repetirte que toques antes de entrar? —le reprochó.

—Lo siento. Tu secretaria me dijo que estabas solo, así que pensé que no habría problema.

Si algo odiaba Álvaro, era la impuntualidad y las interrupciones. Cualquier cosa que perturbara su paz, su control y dominio de su entorno, eran vetadas por él, por ello, así se tratase de su mejor amigo, no le permitiría que entrara a su oficina sin ser previamente anunciado.

—Indiferentemente, de que esté solo o no, debes tocar antes de entrar. Última vez que te lo digo.

—¿Es una amenaza? —preguntó Óscar en tono burlón.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora