Capítulo 1

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 Álvaro miró la invitación al bautizo de la pequeña Luciana, con mucha emoción. Era la hija de Lucia, su amiga y ex novia. Atrás habían quedado los días en los que Alex, el esposo de ella, lo veía como una amenaza. En el último tiempo habían conseguido ser grandes amigos, a pesar de la distancia, pues llevaba un año viviendo en Bilbao, ejerciendo sus funciones como socio de una empresa inversionista. Cuando nació la niña, fue a conocerla, y allí sus padres le notificaron que sería el padrino de la pequeña, cosa que aceptó encantado. Ser padrino le hacía mucha ilusión. Luciana sería su segunda ahijada, el primero había sido su sobrino Daniel.

Mientras iba en el avión pensaba en el vuelco que había dado su vida en ese último año. Se mudó de ciudad, compartía muy poco con su familia y su vida amorosa se reducía a encuentros de una sola noche. Debido a su nuevo cargo, sus responsabilidades aumentaron considerablemente y no quería defraudar a quienes depositaron su confianza en él, y por eso había decidido enfocar sus energías en su trabajo, para lo demás ya habría tiempo.

Al llegar al aeropuerto de Oviedo, miró su reloj y vio que apenas tendría tiempo de pasar por el hotel a dejar sus cosas y asearse para estar puntual en la iglesia, así que se apresuró y tomó un taxi. Mayormente, cuando iba de visita a alguna ciudad, alquilaba un auto o se desplazaba en alguno de los que poseía, era un amante de la velocidad, pero en vista de que iba a estar solo un par de días allí, no vio necesario hacerlo. Además ya se había encargado de hacer llegar sus autos a Valencia, la ciudad que sería su próximo destino.

Vestido con un traje ceñido al cuerpo, de color negro y camisa blanca, Álvaro llegó a la iglesia. Se percató que no había llegado nadie, lo que le parecía inconcebible, faltaba solo media hora para que comenzara la ceremonia. Odiaba la impuntualidad, por eso siempre tomaba previsiones y llegaba con anterioridad a todas sus citas. Le daba mucha importancia a eso de, llegar cinco minutos antes, es llegar a tiempo, llegar a tiempo es llegar tarde, y llegar tarde, es como no llegar. Para él, la puntualidad hablaba del orden, disciplina y respeto que tenía una persona por sí misma y por los demás.

Con el ceño fruncido veía con impaciencia la hora en su reloj de pulsera Rolex Day—Date. Estaba a punto de llamar a Lucia, para preguntarle si les había ocurrido algo, pero vio que su auto se acercaba a la entrada de la iglesia.

Una vez que se bajaron del auto, se acercó a ellos, y tras saludarlos, tomó a la pequeña Luciana en sus brazos.

—Hola princesa, pero qué grande estás —musitó mientras la llenaba de besos —no pareces una bebe de cuatro meses, creo que serás tan alta como tu padrino —rió.

—No hagas que me arrepienta de haberte nombrado padrino de mi hija —dijo Alex en tono de advertencia.

—Chicos por favor no empiecen —Lucia puso los ojos en blanco, gesto que hizo que tanto Alex como Álvaro soltaran una carcajada. Tomó la mano de su esposo y se adentraron en la iglesia.

Finalizada la ceremonia, se dirigieron a una pequeña recepción, cortesía del padrino de la pequeña.

Álvaro se encontraba charlando con Blanca, la madre de Lucia. A pesar de ser su ex suegra, el cariño seguía siendo el mismo, por ello, mantenía el contacto, y siempre que iba a Múnich por cuestiones laborales, hacía lo posible por visitarla. Quizás porque recibía de ella ese cariño y comprensión que pocas veces recibía de su propia madre.

—Así que, ¿Eres todo un empresario?—preguntó Blanca— Frederick vio que en una revista de negocios, hicieron un reportaje sobre ti y tu asombrosa gestión dentro del Grupo Bilbao.

Álvaro sonrió con orgullo. Desde que lo habían vuelto socio del grupo inversor, su reputación subió como la espuma. Ya no lo veían como el hijo de, se estaba forjando un nombre dentro del ramo empresarial, un ramo donde era el único Avellaneda y no estaba expuesto a comparaciones.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora