Capítulo 24

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Anisa estaba de visita en Elche. En vista de que faltaban unos días para la reapertura del bar, y su príncipe no se encontraba en la ciudad, decidió ir a pasar unos días junto a su familia, los echaba muchísimo de menos. También aprovecharía de esparcir la mente y renovar las energías para reintegrarse a su trabajo con las pilas bien puestas.

Ya tenía dos días en su ciudad natal y como siempre, estaba encantada con aquel calor familiar. Sin duda, esa visita les hacía bien a todos, en especial a su padre.

Abel, aunque se encontraba estable, se había debilitado en los últimos días. Al parecer, los medicamentos ya no le estaban haciendo el mismo efecto, provocando que cada día fuese más necesaria su operación. Le dolía el corazón de solo pensar que tendría que cumplir la promesa que le hizo a su padre. Ella no podría dejarlo morir, conseguiría el dinero para su operación como diera lugar.

Lamentablemente, se vio obligada a gastar el dinero que tenía ahorrado, en el incidente que tuvo su madre en el bar, y hasta la fecha, no lo había podido reponer. A pesar de que le seguían pagando su salario sin estar abierto el bar, le hacían falta las propinas. La mayor parte de su ingreso venía de allí.

Pero no todo eran malas noticias, su madre al parecer estaba cumpliendo su promesa y no había vuelto a probar un trago. Se le veía mejor semblante, estaba animada y de buen humor. De hecho, estaba ayudando un poco con la economía del hogar, preparando natillas, y pasteles, que su hija Ayana la ayudaba a vender, tanto en su sitio de trabajo, como en el instituto.

Ayana, era un sol. No solo trabajaba y estudiaba, sino que ayudaba a Manuela en los quehaceres del hogar y estaba al pendiente de la salud de Abel. Sin embargo, Anisa sentía que le estaba robando su juventud, como le había pasado a ella. Su hermana debía de estar pendiente de su baile de graduación y de con que chico iría acompañada, en cambio, estaba pendiente de facturas por pagar y de cuál medicina era la mejor para su padre. Siempre estaba investigando sobre ello, desde pequeña había mostrado mucho interés en la enfermedad de Abel.

Ahora, soñaba con ser una profesional de la medicina y especializarse en cardiología, para ayudar a personas que, como su padre, no tenían los recursos necesarios para costearse su tratamiento ni mucho menos cubrir una cirugía. Cosa que la enorgullecía y la preocupaba a la vez. ¿Con qué dinero costaría la carrera de su hermana? No quería que sus sueños y aspiraciones se vieran truncados como los de ella. Después de solventar el problema de salud de su padre, se enfocaría en ello, Ayana merecía cumplir su sueño.

—Buenas, ya estoy en casa —saludó la menor de las Tadele.

—Estamos en la cocina —gritó Anisa. Estaba ayudando a su madre a preparar la cena.

Ayana se dirigió a donde su madre y hermana se encontraban.

—Mmm, pero que bien huele.

—Creo que tu hermana me ha superado, los guisos le quedan mucho mejor que los míos —exclamó Manuela.

—No exageres mamá, nadie puede superarte —sentenció Anisa, mientras su madre salía de la cocina, para poner la mesa— ¿Y a ti cómo te ha ido? —le preguntó a su hermana.

—Bien, ya sabes que soy muy inteligente y me he sacado un diez. Y en el trabajo, sin novedad, le he vendido todas las natillas a mamá.

—Qué bueno, ya sabía yo que eras la más inteligente de las dos —se mofó— Te quería comentar algo, que Roberto me invitó a dar una vuelta esta noche, nos reuniremos en un pub. ¿Te gustaría ir?, ya tienes edad para entrar a esos lugares.

—Paso, lo menos que quiero es parecer una chaperona.

—¡No te estoy invitando para eso!

—Ani, no soy ninguna tonta. Mi respuesta es no.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora