Capítulo 32

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 Después de terminar su turno en el bar, Anisa salió a toda prisa. Escuchó cuando Tony le dijo al guardia de seguridad, que en la parte superior, donde se encontraban las oficinas, aún se encontraban los jefes. Eso le dio una idea, iría al departamento de su príncipe y lo sorprendería. Sabía que el guardia de seguridad que estuviera de turno no dudaría en dejarla entrar, Álvaro le había informado a todo el personal que allí laboraba, que ella era su novia, y podía ir de visita siempre que quisiera. Aunado a eso, le había dado la clave de seguridad que debía ingresar en el ascensor para poder entrar, sin esperar a que él lo autorizara.

Probablemente, la conversación entre Álvaro y Óscar se extendería el tiempo suficiente, permitiéndole llegar al ático primero que él. De esa manera, garantizaba que no se opusiera a escucharla. Claro que cabía la posibilidad de que le pidiera que se marchara, pero confiaba que al verla allí en su casa, en medio de la noche, no lo hiciera.

Los minutos pasaban y Álvaro no llegaba. Anisa comenzó a preocuparse, normalmente estaba en casa, más tardar, a las dos de la mañana, luego de que cerrara el bar, pero eran cerca de las cinco y nada que aparecía. ¿Le habría pasado algo? Preocupada le escribió a Óscar, hasta donde ella sabía, él estaba con su príncipe. Por suerte, el castaño le respondió rápidamente.

Tranquila, está conmigo. Lo tuve que traer a mi casa, estaba hecho polvo y así no podía conducir.

Respiró con alivio al leer aquel mensaje. Así estaría de tomado su príncipe que no podía ir tras el volante. Eso no estaba bien, se suponía que Óscar hablaría con él para hacerlo entrar en razón, pero al parecer no lo había logrado. ¿Y ahora qué haría? Ya era muy tarde para volver a casa, en pocas horas amanecería y tenía un servicio de limpieza que ofrecer a las nueve de la mañana, si se iba a su casa en ese momento, no dormiría prácticamente nada, vivía del otro lado de la ciudad.

Tras pensarlo bien, decidió que se quedaría allí, había dejado algo de ropa en aquel lugar así que podría darse un baño y cambiarse. También albergaba esperanzas de poder hablar con él antes de irse al trabajo.

Sonrió cuando vio que sus cosas permanecían como las había dejado la última vez que estuvo allí. Cuando su estadía se hizo frecuente, Álvaro dispuso de algunas gavetas para ella. Que sus cosas permanecieran como las había dejado, era una buena señal.

Se duchó y de inmediato sintió como el cansancio se apoderó de su cuerpo. Sin dudar, se abalanzó sobre la enorme cama y se acurrucó justo del lado que dormía su príncipe. Estaba impregnado de su aroma masculino, lo que le dio la sensación de estar entre sus brazos. En cuestión de segundos, sintió como los párpados le pesaban y comenzaba a caer en los brazos de Morfeo.

Media hora más tarde, el sonido incesante de su teléfono celular la despertó. Al ver el nombre que aparecía en la pantalla, se exaltó. Algo había pasado, de lo contrario, Ayana no la estaría llamando a esas horas.

—Ani...

Al escuchar la voz llorosa con que la saludaba su hermana supo que su peor pesadilla se había vuelto realidad...

Apenas entendió las palabras que logró balbucear su hermana. Su padre había empeorado estaba en emergencias. Ya no había opción médica, más que la operación, Abel ya no respondía a ninguno de los medicamentos que le estaban suministrando.

Las palabras de su padre vinieron a su mente, él le pidió que llegado ese punto, no hiciera nada. No quería que ella se endeudara más de lo que estaba, quería que lo dejara ir, no quería causarle más preocupación de la que ya tenía, solo quería que se mantuviera firme para que su madre no recayera en el alcohol y para que Ayana siguiera adelante. Para Abel, su hija mayor era el pilar de la familia.

Más que Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora