Todos decían que Layan era al alfa y lobo más fuerte de todos lo que existían en ese momento. Líder del Consejo, alfa de la manada más grande de la zona. Con apariencia destacable. En fin, el mejor espécimen de su especie, pero lo que pocos sabían era que Layan solo mostraba su fuerza real cuando dejaba salir por completo su parte salvaje y esta tomaba todo el control de su cuerpo.
Como ahora que tenía a la loba que había marcado contra la cama, presionada con su cuerpo para que no pudiera escapar y devorando sus labios y boca como el mejor manjar que hubiera probado antes. Las pequeñas manos, las tenía retenidas a cada lado de la cabeza de ella mientras entrelazaba sus dedos y la envolvía con su olor en una densa bruma.
Ella era de él. Solo de él.
Priscila jadeó en un momento que sus labios fueron soltados con un sonido húmedo que daba vergüenza. La piel le ardía, estaba segura que estaba sonrojada. Y a pesar de que sabía que tenía que poner distancia pues sabía las consecuencias que implicaba completar el enlace no podía evitar temblar de placer.
Layan olía tan bien que la estaba volviendo loca.
Lo miró con los ojos entrecerrados, los párpados le pesaban. No sabía cunado había sido, quizás en el momento en que él se pudo encima de ella y comenzó a soltar sus feromonas de macho que atrapaban a las hembras con los grilletes de la sumisión y les hacía abrir las piernas para ser llenadas en busca de la satisfacción. Pero de lo que estaba segura era que si no lo detenía completarían el encale sí o sí.
Aunque era muy complicado no sucumbir. Estaba tan húmeda contra la cadera de Layan que podía sentir el sonido entre sus muslos y el roce constante del cuerpo excitado y duro contra ella. Un movimiento en falso y podría romper la barrera de su virginidad.
Se relamió los labios hinchados y donde las heridas provocadas por los colmillos de él se cerraban gracias a la saliva. Notó los muy dorados y lobunos ojos de Layan seguirla como si fuera lo más delicioso del mundo.
El pecho desnudo y fuerte del lobo se movía pesado, como si cada respiración le costara demasiado. Las bocanadas salían de sus labios donde sus colmillos eran grandes, blancos y puntiagudos. Su piel estaba ligeramente perlada por gotas de sudor que le daban un aspecto más erótico. Pero eso no era ni de lejos lo más impresionante sino...
Priscila estaba cautivada o así podía llamar la rara sensación que la cruzaba y era desconocida para ella. Por más que quisiera no podía dejar de enfocar aquellas dos orejas largas que sobresalían de la cabeza de él. Así como la larga y peluda cola que se ondeaba de un lado a otro para después enrollarse en una de sus piernas y alzarla, como si tuviera vida propia.
No pudo evitar tragar en seco. Era hermoso y extraño en partes iguales.
Los lobos o tenían una forma u otra. Solo había casos muy extraños de alguno que hubiera fusionado sus formas. Se requería mucha fuerza y control hacerlo. Por lo que era la primera vez para ella y un privilegio poder presenciarlo.
La parte salvaje de Layan definitivamente era algo a tomar en cuanta. Era como si ambos fueran dos entes en el mismo cuerpo. La conciencia salvaje decidida, fuerte y la racional, más dominante pero menos arriesgada. Increíblemente impresionante. Quizás eso tenía algo que ver con la parte de que sus poderes se anularan o que ella lo reclamara precisamente a él.
No sabía pero le gustaba ahora mucho más.
-Definitivamente eres más sincero así que cuando eres consiente, lobo- estaba al tanto que todo aquello que Layan le estaba haciendo era lo mismo que ocurría en las noches cuando él estaba durmiendo y la despertaba besando su espalda, apretando sus muslos y enterrando sus dedos en su interior hasta hacerla gritar de placer.
¿Y así él pretendía negar que ella no le gustaba? Esas eran las cosas que hacía que ella lo quisiera más porque al final un lobo nunca puede renegar de su instinto. El instinto nunca se equivoca.
Cuando sintió que Layan aflojó el agarre de sus manos se soltó y lentamente la alzó hacia una de sus largas orejas que estaban hacia atrás y la acarició levemente. No quería alarmarlo. Para su sorpresa el lobo cerró los ojos y se deleitó con su caricia. Su cola se restregó aún más contra su piernas subiendo por su muslo habiéndolo y dándole más acceso a la cadera de Layan que embistió deliciosamente contra el calor de ella.
Su erección dura y húmeda palpitaba contra el centro caliente de la loba excitada bajo él y todo su instinto dictaba lo que su mente racional había decidido antes. Hacerla completamente suya. Y no iba a dejar pasar esta oportunidad.
-Espera- Priscila gimió contra su oído mientras el lobo lamía su cuello.
Una de las manos del lobo recorrió el borde de su cuerpo presionando su cintura y su cadera hasta palpar su abdomen y Priscila se mordió el labio sabiendo que era lo que iba a hacer.
-Layan no- gimió echando la cabeza hacia atrás cuando los dedos de él se enterraron en su interior empapándose de su humedad.
El lobo lamió la amplitud de su garganta con gusto y besó su mejilla con cariño. A pesar de la situación era más suave que otras veces. Más tierno, más...
-Ahhh- ella no pudo evitar solar otro gemido cuando los dedos de él se enterraron más profundamente. Estaban llegando a terrenos peligrosos- Layan detente- le pidió removiendo las piernas para intentar apartarse pero recibió un gruñido por parte de él.
Layan se alzó sobre sus brazo y la enfocó frunciendo el ceño. El lobo quería completar el lazo y no habría nada que lo detuviera.
-¿En serio?- Priscila sonrió de lado incrédula- El lobo quiere jugar rudo...pero yo no quiero- no puedo, se lamentó.
A pesar de la negativa Layan no tenía intenciones de dejarla libre y sus dedos se movieron dentro de ella con más fuerza haciendo que su cuerpo se estremeciera. Bajó la cabeza y asaltó el pezón del pequeño y perfecto peso lamiéndolo con su lengua y enterrándolo en su boca. Priscila pudo jurar que ronroneó contra su piel, pero no podía dejar que eso siguiera.
Estaba gimiendo, excitada, húmeda, temblando como si estuviera en celo, demasiado sensible y aun así logró apartar esos sentimientos y pensar con la mente.
-Es por tu seguridad y la de todos mi lobo- murmuró apenas con aliento cuando reunió toda su fuerza y movió su pierna aun envuelta con la cola de Layan y lo pateó en el estómago con un ágil movimiento aprendido de su entrenamientos con Kei.
Una sensación desagradable la invadió cuando el acogedor calor sobre ella la abandonó y un vacío se instaló en sus entrañas que deseaban ser llenadas. Apretó sus puños y respiró profundo.
No pienses. Se decía a sí misma. Tanto tiempo queriendo que Layan completara su lazo y ahora que él estaba dispuesto no lo dejaba. Ironías de la vida, pero era mejor que se hubiera dado cuenta de los riesgosa tiempo. No se perdonaría si su alfa perdía el control y comenzaba una masacre.
Una vez que terminara el asunto con Layan, si todo concluía bien le dejaría el camino para que reforzara su marca en él cuantas veces quisiera. Por el momento tendría que poner distancia. Como hizo en ese momento que se levantó rápido de la cama aprovechando que un aturdido Layan sacudía la cabeza después de ser pateado al suelo.
Priscila no supo por qué pero algo le dijo que corriera, que huyera más no lo hizo y caminó hacia la puerta. Grave error. Un grito salió de sus labios cuando un peso grande la tumbó y se posó sobre sus hombros sin dejarla irse. La iba gimió ante el golpe, pero más cuando una lengua caliente lamió la marca sobre su nuca.
Las uñas de ella se enterraron en la alfombra con la oleada que la recorría. Lo estaba haciendo, intentando retenerla por la marca, como había hecho cuando ella había perdido el control por primera vez.
Lo miró por encima del hombro encontrando que ahora no era la mitad humano y lobo, era la bestia completa de Layan la que la presionaba contra el suelo. Su majestuosa y grande forma animal, aquella que definitivamente no la dejaría escapar.
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Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo
WerewolfSegundo novela de la Trilogía Almas de Lobos Ella, la hija de Nebraska y Hades ha nacido con la sangre de los cinco grandes alfas. Siendo la loba más fuerte de su tipo no puede controlar su poder haciéndose daño. Layan sabe que ella lo reclama como...