La madre de mis cachorros

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Oh...ese delicioso aroma.

Delicioso, potente, atrayente, embriagador. De una hembra llamando a un lobo macho para aparearse. Y en ese caso Layan era ese lobo.

Gruñó fuerte haciendo vibrar su pecho. Solo podía salivar ante la estimulación de cada fibra de su cuerpo. El pequeño cuerpo sobre el de él que se movía suavemente, pero hacía la ficción entre sus partes más sensibles aún más erótica e irresistible.

Se relamió los labios donde sus colmillos los pinchaban. Los ojos del alfa ya no eran para nada azules. Su pupila en un pequeño punto rodeado de un iris totalmente dorado. La impresión del inicio se había esfumado, ahora solo quedaba una cosa, el celo que su loba le había prometido.

Levantó su brazo y tiró de la nuca de Priscila hacia abajo mientras se elevaba en su antebrazo. Su nariz se enterró en el hueco de la nuca femenina y aspiró.

-Que rico hueles amor- jadeó excitado.

Solo necesitaba esa pequeña estimulación para estar tan duro, que su pene dolía por desahogarse. El celo de las hembras siempre era fuerte y delicioso. Más estimulante de lo normal, más placentero y apenas se necesitaba una chispa para que el placer los consumiera. Y el roce de la tela de la ropa de ella sobre su cuerpo desnudo era una total tortura.

La mano de él bajó por toda la arqueada espalda de la loba hasta llegar a su cadera y apretar la zona suave. Su lengua comenzó a lamer el costado del cuello de Priscila haciendo que esta soltara un gemido. Las uñas de ella arañaban su pecho e incluso el dolor era estimulante.

-Mía- gruño gutural apretándola contra su cuerpo rodeando su cintura con su brazo fuerte.

Sentía que sus instintos estaban tomando parte de él, de su control, de su raciocinio. Sentía que su mente estaba siendo invadida y no por el olor de su loba sino por algo dentro de él que quería ponerlo a dormir y tomar control de su cuerpo.

No lo permitiría. Luchó por estar consiente. Priscila era su loba, era su primer celo, por lo que tenía que cuidarla. No volverse loco con sus feromonas y violarla como todo un animal. Y eso pudo confirmarlo cuando metió sus manos por entre la ropa de ella y palpó su interior suave y caliente. Los delicados labios de su vagina se abrieron ante sus dedos, pero no lo suficiente.

Y Layan lo supo. Priscila no estaba lo suficientemente húmeda para aguantar su miembro o el de ningún lobo macho en su interior y no romperse en el proceso. El nudo era aún más grande y hasta doloroso sino se tenía cuidado.

Era el primer celo de ella. El más difícil y un momento muy vulnerable para las lobas jóvenes. Como ahora que Priscila apenas si sabía que estaba haciendo. Layan había recuperado el control en sí mismo después de enfocarse en cuidarla y aun así no podía sentirla con él a través del vínculo que tenían formados.

-Calma, tranquila- dijo cuándo la sintió gemir lastimeramente contra su pecho.

Sabía que no sería fácil sobre todo esta noche. El primer celo era bastante breve en comparación con los otros, apenas momentos a lo largo de dos o tres días, no se podía definir. Las hormonas en ellas cambiaban, hasta su olor se trasformaban, su cuerpo se hacía más maduro y se preparaba sexualmente para unirse a su compañero, si lo tenía.

Pero Priscila aún no estaba lista para la unión. De seguro la desgarraría un cuando la necesidad de aplacar el calor de sus cuerpos y de completar el enlace los enloqueciera. Debía ser fuerte y esperar al menos al segundo día para ver si su cuerpo lubricaba lo suficiente para que la penetración no fuera tan severa.

Pero dios que tortura sería para él. Estaba tan excitado y desesperado por ceder el control. Su abdomen ya comenzaba a humedecerse de su propio presemen caliente. Y el olor de Priscila, se hacía cada vez más fuerte. A cada segundo que pasaba.

Y quizás fue por eso que abrió su boca y esas palabras salieron de ella antes que se diera cuenta.

-Sé la madre de mis cachorros-

Un gemido vino por parte no solo de la loba. Hubo unos segundos de silencio donde solo escucharon los latidos de sus corazones. Layan la sintió removerse sobre él y al alzar la cabeza los ojos plateados de ella estaban un poco más definidos. La sintió, Priscila había vuelto, leve, pero estaba allí. Porque estaba seguro que esa declaración había filtrado entre su estado y la había hecho reaccionar.

Porque más potente que decir que se amaban, decirle a una loba que fuera la que llevara a sus cachorros en sus entrañas era la declaración de amor más fuerte entre todos los lobos.

Y él acababa de hacerlo.

Y ella solo pudo mirarlo, con un mar de emociones en sus orbes, pero sobre todo asombrada. Intentando abrir su boca, pero la volvía a cerrar a pesar de los jadeos debido a su celo inicial. Y él solo se mantuvo quieto procesando sus palabras. Ella aún era una cachorra, lo sabía, era consciente de la diferencia de edad de ellos, pero, aun así, en un futuro ya estaba seguro que quería que ella fuera la loba que diera a luz a sus cachorros y que estuviera con él el resto de su vida.

Y afirmarlo hizo que su pecho palpitara aún más con un tipo de felicidad que lo desconcertó. Antes nunca había pensado en el tema, no había estado interesado debido a que no tenía ni una compañera adecuada, o tiempo libre para criar a su descendencia gracias a tu arduo trabajo como alfa de su manda y líder del consejo.

Pero ahora era diferente. Tenía a Priscila, alguien que sería su reina y por supuesto, la loba que lo haría realmente feliz. Aceptándola por fin. No pudo evitar sonreírle. Y al parecer el rostro de Priscila se suavizó porque su expresión se podía decir que era...hermosa. Como si un peso se quitara de los pequeños hombros para darle paso a una nueva sensación.

La loba se acercó y aunque jadeaba y sus manos temblaban, puso estas en las mejillas de Layan y dejó un suave beso en sus labios. Uno delicado y algo temeroso. Como si fuera a romperse esa atmósfera hermosa y la cruel realidad de rechazo volviera. Priscila no pensaba, sus emociones influenciadas por el celo tenían control de ella, pero aun así reaccionó a la aceptación de su lobo.

Y Layan sintió esa duda, por lo que llevó su mano a su nuca y la apretó profundizando su beso.

Ella era de él, suya, para quererla, para tener a alguien a quien mimar y que lo abrazara en agradecimiento. Ella se sentía genial contra su cuerpo, y no había duda ya...

La amaba.

Realmente la amaba. No como un vago enamoramiento de un lobo ilusionado. Este sentimiento no lo había sentido antes...ni siquiera de cerca con Nebraska. Porque, aunque Priscila era su hija eran totalmente diferentes. Y se lamentaba de haberse demorado tanto tiempo en haberse dado cuenta de ello.

-Lo siento- se disculpó uniendo su frente con la de ella cuando se separaron para tomar un respiro- Por hacerte daño...por no ver lo que tenía delante a pesar de tu insistencia-

Priscila sonrió levemente. Su pecho subía y bajaba una y otra vez. Su piel caliente y necesitando de más toque de su lobo. El celo ya comenzaba a doler y se estaba estremeciendo, pero aun así un atisbo de conciencia se reflejó en sus orbes.

-Sabes por qué...insistí tanto en que...eras mío- dijo con dificultad- Por tu culpa-

Cuando Layan la miró a los ojos la vio sonreír mostrando una hermosa hilera de dientes blancos y perfectos. Negó con la cabeza, tan intrigado que prestó toda su atención. Y ella respondió poniendo su mano en el pecho de él e inclinándose hacia su oído.

-Porque cuando mi madre...tomó tu sangre y se fundió...conmigo...tuve una visión- dejó caer su cabeza sobre su hombro- Éramos tú y yo...corríamos por tu manada...y me decías que...era tuya- Layan se petrificó ante aquello del asombro- Tú me dijiste que eras mío...y yo...solo cumplía con tus palabras-

Doble actualización

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora