Rudoc

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Había muy pocas cosas que incomodaban a Layan, uno de los alfas más fuertes de su generación, por no decir de la actualidad y líder del Consejo que lideraba las manadas. Pero si, había pequeñas cosas que hacían que estuviera incómodo y una de ellas tenía nombre. Priscila.

La pequeña niña no apartaba sus grandes y brillantes ojos plateados de él, por encima del hombro de su padre. Se veía realmente pequeña en comparación con Hades, pero definitivamente más grande que alguien que tuviera los 7 años lobunos. Frunció el ceño. Esperaba recibir una explicación clara y precisa.

-Ella no muerde- escuchó la voz de Hades que acompañó la mirada de su hija- Es realmente gracioso que le tengas miedo, mientras mantengas la distancia no creo que haya problemas, si sabes a que me refiero-

Layan caminaba detrás de ellos, casi a un metro de distancia. Había estado bastante tiempo lejos resolviendo demasiadas cuestiones y evitando el contacto con cierta persona. Pero las palabras de Hades lo molestaron. Él no le tenía miedo a Priscila, eso era ridículo, le sacaba a la loba más de 700 años, él era alguien con experiencia y con un carácter sólido, como podría tenerle miedo a alguien de solo 7 años.

Apretó los labios. No quería reconocerlo pero era así. De alguna forma lo asustaba. Nadie nunca había sido tan dominante con él, con su presencia. Normalmente era al revés, pero desde que ella había estado en la barriga de Nebraska y había sentido su poder por primera vez se había estremecido. Ella no era como los demás y con ella mirándolo tan fijo solo lo reafirmaba.

Sus ojos y su lenguaje corporal solo le decía que él era de ella y que no importara lo que hiciera lo haría suyo. Era incluso gracioso. Él no era de nadie. Era un alma libre con demasiadas preocupaciones como para pensar tener una familia, cachorros, una reina. No, él no quería compromiso. Alguien como él que tenía que velar por la seguridad de miles no podía tener un punto débil como eso. No se lo permitiría, ni por ella no por nadie.

La imagen de Nebraska se proyectó en su mente. La única loba que lo había hecho flaquear. Y precisamente la madre de quien lo reclamaba. Había querido a Nebraska, que decía, era un sentimiento más fuerte, pero siempre usaba de excusa que era porque ella era perfecta en muchos sentidos. A esa altura ya no sabía que había sido. Ella estaba en reclamada por Hades y era feliz. Mientras ella fuera feliz, él también lo era.

Había renunciado a sus sentimientos desde hacía mucho por lo que ya no le dolía. Él era fuerte. No se permitiría sufrir por alguien.

Un claro de hizo delante de ellos encontrando a la mujer que había ocupado sus pensamientos segundos antes. Al lado de ella estaban dos de sus hijos. Reconoció a los dos más jóvenes.

Nebraska en cuanto lo sintió corrió hacia donde ellos aparecieron. Su rostro siempre controlado estaba surcado por una expresión de profunda preocupación. Se detuvo y se arrodilló delante de Priscila que acababa de ser bajada por su padre.

-¿Estás bien?- su voz temblaba ligeramente.

-Sip- ella agitó la cabeza.

-No puedes irte así, Priscila- sabía que era en vano que regañara a su hija, cuando era la primera trasformación no había forma de controlarlo- la próxima vez que ocurra tienes que estar con tu padre o hermanos, entendido- sus manos agarraron las más pequeñas-

-Si ma- dejó salir una sonrisa- no lo volveré a hacer de nuevo si tú no quieres- no sabía la repercusión de sus palabras.

Hades le puso una mano en su cabeza.

-No hace falta que te contengas Pris- el rostro de su padre estaba lleno de ternura mientras la pequeña giraba su rostro hacia arriba- Era un lobo, es normal que quieras convertirte y salir a correr pero eres muy joven, no puedes hacerlo sola, no importa la situación- el lobo frunció la boca en dirección a Layan.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora