Termina el enlace

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Nadie se movió dentro ni fuera de la habitación. Solo eran espectadores sufriendo los cambios bruscos de temperatura, de la loba que caminaba con paso seguro hacia el único lobo de cabellos rojos. Layan tampoco se movió. Su cuerpo pesaba, se sentía embelesado y asombrado.

La imagen de Priscila delante de él era cautivadora, hermosa, admirable y todos los adjetivos que pudiera ponerle. Las feromonas de ella eran dulces y eran para él, se envolvían a su alrededor atrayéndolo para ponerse a sus pies, y él estaba cediendo.

Su pecho latió, ha así se sentía estar enamorado de alguien. Que no importaba si la piel de la loba estaba surcada de feas líneas negras, que pareciera terrorífica para los demás. Para él era el ser más perfecto sobre la faz de la tierra. Suya.

-Mía- murmuró con voz grave extendiendo la mano como en trance cuando ella se acercó.

Priscila puso su mano sobre la de él y se dejó arrastrar hasta el pecho duro que subía y bajaba rápido por la respiración agitada. El celo de ella ya lo estaba afectando.

El simple contacto de sus cuerpos anuló por completo los poderes que intentaban salir del cuerpo de la hembra. El cabello cayó pesado sobre los hombros de Priscila completamente negro y el hielo a su alrededor se difuminó en una densa bruma azulada. El peso de ella se recostó contra Layan como si su cuerpo entero pesara.

La loba extendió los brazos y los envolvió alrededor del cuello del alfa y tiró de este hacia abajo sin ninguna resistencia. Los labios de ambos se encontraron en un beso suave, pasional, donde solo se chupaban entre los dos. Los brazos de Layan envolvieron la estrecha cintura de su pareja y la apretó más hacia él sintiendo su calor, su forma, contorsionándose en torno a ella. Y ambos estaban totalmente ajenos a su alrededor, donde solo se podían limitara mirarlos.

Hasta que cierto alfa ya no pudo más. El gruñido de Hades resonó en toda la habitación solo provocando que Layan apretara más a su loba y lo mirara por el rabillo del ojo sin dejar de besarla. A él no lo intimidaba el gruñido de otro macho, y menos cuando tenía a su pareja en sus brazos. No dejaría que nadie se la quitara.

Hades no estaba acostumbrado a no ser respondido como quería, bueno con su esposa era otra historia, ella era… especial. Con su carácter no se podía lidiar, pero eso no venía al caso. El otro alfa estaba besando a su hija, a su cachorra a su princesa, delante de él, no lo podía permitir. Volvió a gruñir sacando todos sus dedos y dio un paso hacia adelante para sentir que su brazo era agarrado con fuerza.

Se giró mostrando sus colmillos hacia quien osaba detenerlo cuando se quedó congelado.

Oh, oh, grave error.

Le había gruñida a su esposa y esta tenía el ceño fruncido en su rostro.

-Victore saca a Hades de aquí. Yo me encargaré del resto- le dijo ella sin soltar a su esposo- Y prepara lo más rápido posible la habitación para llevar a cabo el plan.

Victore asintió, pero no supo si era correcto moverse. Un alfa estaba alerta comiéndose a la loba en sus brazos y eso era peligroso, y el otro molesto por ello y sostenido por su esposa, aún más peligroso. Sudó frío prometiéndose que no se inmiscuiría más en temas que tuviera las palabras alfa y pareja de por medio.

Nebraska inclinó la cabeza.

-Espérame afuera, yo lidiaré con la situación de aquí. Ya sabes que esto tiene que ocurrir. No lo hagas más difícil-

Hades apretó los labios molesto para después hacer un puchero resignado.

-¿En serio tiene que ser él? Hay miles de lobos entre todas las manadas-

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora