Layan odiaba no tener el control y sobre todo no comprender que ocurría. Como ahora. Se habái despertado y tenía no solo a su hermana en la puerta con cara de incrédula, sino a Priscila como si hubiera pasado por un fogoso episodio excitante.
-Hasta que...por fin...me sueltas- ella jadeó contra la almohada después de girarse boca abajo pareciendo ¿satisfecha? El olor que desprendía era sumamente dulce sobre todo de la humedad que se encontraba entre sus muslos.
Layan frunció el ceño y se giró hacia su hermana sentado en la cama con sus piernas cruzadas.
-Leila, espérame en el comedor. Tengo otros asuntos que atender primero-
-Sí, me di cuenta- había decepción en su voz
Normalmente ella era la que despertaba a su hermano todos los días y siempre iban juntos a desayunar. Él era la única persona que le quedaba y verlo ahora con otra compañía en aquella situación comprometedora la hizo sentir realmente incómoda. Acaso eso único que le quedaba iba a ser arrebatado. Su pareja había muerto y eso era un enorme hueco dentro de ella. No permitiría que nadie le arrebatara lo que quedaba de su familia.
Salió del cuarto con un portazo.
-Realmente no le gusto- Priscila había regulado su respiración a pesar de que su cuerpo temblaba ligeramente y no de frío. Una sonrisa fría recorrió su rostro -Me pregunto la razón-
-¿Qué me hiciste?- él se giró esta vez hacia ella molesto. Aún podía sentir la punta de sus dedos estar húmeda y el delicioso olor del interior de ella proviniendo de ellos.
Priscila se viró de lado para estar frente a él. Sus mejillas estaban sumamente rojas y su cabello alborotado fuera de su trenza, y la imagen de alguna forma estremeció al alfa. Se veía tan bien y correcto su cuerpo entre sus sábanas que tuvo que apartar la idea rápidamente de su cabeza.
-Esa pregunta tendría que hacerlo yo alfa- ella esta vez no sonreía, más bien se notaba cansada- Estuviste más de una hora tocándome donde quisiste y no te detuviste incluso después de que te llamara pidiéndote que te detuvieras-
Layan se corrió su largo cabello hacia atrás. No quería saber detalles de lo que le había hecho.
-No me voy a disculpar. Esas son las consecuencias de tus actos. Estás bastante crecidita para saber lo que eso significa-
Ella pestañeó lentamente como si estuviera adormilada.
-Sabes, aun me pregunto que veo en ti- Layan se encontró inesperadamente curioso- No eres hermoso como mi padre, ni tampoco tan amable-
-Es bueno saberlo para que vayas desistiendo de torturarme cada vez que te viene en gana- que lo compararan precisamente con Hades le daba directamente en su orgullo- Y disculpa no se tan perfecto como tu padre-
Ella sonrió como si estuviese divertida.
-Mi padre es perfecto. No tienes que sentirte mal-
-Vaya alago- soltó él con escepticismo.
Se levantó de la cama cogiendo la sábana para envolverla en su cadera, no se sentía cómoda estando desnudo delante de la loba a la que seguramente había toqueteado inconscientemente por una hora. Al parecer su cuerpo no estaba de cuerdo con su cabeza y la idea de mantenerse a raya. Había bajado la guardia quedándose dormido para dejarse llevar por el olor de ella. Diez años de abstinencia de no tener a quien le había hecho un lazo aun si estaba incompleto, estaban haciendo mella.
Pero al girarse y dejar a Priscila sobre su cama encontró que ella tenía la ropa mal puesta gracias a él. El camisón a la altura de la estrecha cintura dejaba a la vista sus amplias caderas. En cambio su olor y la visible humedad entre sus blancos muslos le daban a entender que le había provocado más de un orgasmo entre sus brazos.
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Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo
WerewolfSegundo novela de la Trilogía Almas de Lobos Ella, la hija de Nebraska y Hades ha nacido con la sangre de los cinco grandes alfas. Siendo la loba más fuerte de su tipo no puede controlar su poder haciéndose daño. Layan sabe que ella lo reclama como...