¿Quién eres?

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No había habido ningún avance.

Ya hacía dos días que Priscila llevaba siendo casi un cuerpo inerte que apenas respiraba, sin moverse, solo acostada allí son respuesta. La única razón por la que Layan sabía que su loba estaba viva era por el hecho de que Nebraska era la que la mantenía en ese estado y había estado más renuente a despertarla después de saber que Liam estaba en su interior.

Jodido Liam. Por qué demonios se no acababa de quedar en su maldita tumba y los dejaba descansar tranquilos.

No pudo evitar gruñir sacando sus largos colmillos. A esa altura el estrés estaba acabando con él y el sueño no se hacía presente. Las ojeras adornaban debajo de sus ojos haciendo que el azul de sus ojos fuera más intenso y estos realmente le dolían del agotamiento. Pero en su cabeza había demasiadas cosas para pensar.

Sintió el cuerpo de su hermana moverse detrás de él y le pasó la mano por el lomo peludo ganando un leve gemido por parte del lobo que dormitaba tranquilo. Al menos Leila estaba mejorando positivamente. Su cuero había sufrido espasmos graves pero en su forma lobuna era más fácil superar sus heridas.

El cachorro que habían salvado ya estaba despierto junto con su hermano que se estaba recuperando de sus heridas, y ambos bajo vigilancia, solo para evitar más situación más desagradables. Ninguno de los dos recordaba que había pasado, como si sus mentes tuvieran profundas lagunas mentales. Pero todavía estaba el peligro de que volvieran a ser utilizados a pesar de haber sido víctimas.

Por otra parte, Kei también mejoraba, aunque más lentamente. Victore se había pasado todo el tiempo a su lado. No lo había visto pues el comandante se negaba a dejarlo. Era como su lobo guardián y él mismo lo atendía curando sus heridas tanto físicas como mentalmente. Y lo comprendía. Sabía de los sentimientos de uno por el otro y era normal que estuviera preocupado y rezaba porque todo terminara bien entre ellos. Tanto uno como el otro necesitaba ser felices.

Todo se había vuelto una total locura en los últimos días. Tantos heridos. Tantas muertes y él como alfa se sentía impotente. Sin poder haber hecho algo para darse cuenta. Solo centrado en huir de su destino, uno que él mismo había trazado desde antes.

Suspiró dejando caer su cabeza entre sus manos. El cabello rojizo que había perdido su brillo se corrió por sus hombros y cayó alrededor de su cuerpo. La manilla oscura trenzada con el cabello de Priscila y la piedra danzaron sobre su muñeca y la miró. Pasó su pulgar sobre la piedra rojiza percibiendo su brillo.

-Priscila- el nombre de ella salió de sus labios y su pecho se apretó.

-¿Dónde está mi loba?- una voz familiar resonó en su cabeza nuevamente y Layan se alarmó.

-¿Eres tú?- preguntó cerrando sus ojos y concentrándose. No era Liam, no era Priscila- ¿Quién eres?-

Hubo unos segundos de silencio. Después una carcajada.

-Deberías saber quién soy-

Layan se quedó pensativo. A pesar de estar hablando con algo dentro de su cabeza no se sentía mal, ni incómodo. Tampoco tenía miedo, más bien, era como si...

-Yo soy tú, y tú eres yo- la voz resonó de nuevo más grave que antes.

La boca de Layan se abrió ligeramente. Aquellas palabras lo dejaron en trance por unos momentos. Y no, no era una locura.

-Tú...-

-Imbécil- esta vez lo que hubo fue un gruñido y antes que Layan reaccionara una imagen de una boca de colmillos apareció dentro de su rango de visión haciendo que se sobresaltara.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora