Priscila había sido empujada y sus rodillas se había herido ante el proceso rompiendo la tela de su pantalón. No le gustaba el dolor, era molesto, incómodo y su piel sangraba ensuciándola. ¿Quién demonios se atrevía a hacer algo como aquello?
Se giró mostrando sus colmillos para quedarse quieta. Detrás de ella había un cachorro pequeño, no muy grande ni tampoco tan chico, debía rondar los 18 años lobunos y apenas le llegaba a ella a la cintura. Los ojos del cachorro se llenaron de lágrimas.
Priscila guardó sus colmillos y se giró hacia él y lo miró.
-No llores- ella le dijo sin expresión en su rostro sobándose sus rodillas con raspones. La gravilla del suelo había roto la piel en pequeña heridas.
El cachorro le hizo caso y se sobó los ojos. Para ese momento todas las miradas a su alrededor estaban fijos en ellos dos. Alguien corrió rápido hacia ellos y Priscila lo reconoció. Era uno de los lobos guardias que estaban hablando hacía rato con el beta de Layan.
El supuesto lobo, al parecer, le habían indicado seguirla para saber qué hacía. Lástima que ellos no sabían que ella podía leer la mente y por consiguiente sabía que la estaba siguiendo desde el primer momento. Tampoco era que hubiera hecho mucho el esfuerzo por ocultarse. Su olor lo delataba a más de un kilómetro.
Ella lo vio acercarse y agarró al cachorro y lo levantó sacudiendo su ropa.
-¿Estás bien?-
El cachorro respondió con un asentimiento de la cabeza.
-Debes tener más cuidado. No deber correr- le indicó el lobo y después hizo seña al resto del público que los miraba para que volvieran a sus tareas.
El niño rio y salió corriendo con una sonrisa como si nada hubiera ocurrido. El guardia se levantó y fui a ver el estado de la recién llegada para verla ya levantada acudiéndose la parte de delante de su pantalón sin tocar sus rodillas magulladas. Después se enderezó y cruzó los brazos delante de su pecho. El lobo se puso nervioso por tenerla delante.
-¿Me tienes miedo? ¿Piensas que le haría algo al cachorro?- dijo ella inclinando la cabeza, su flequillo le hizo sombre haciendo que sus orbes plateados se vieran más intensos.
El lobo tragó en seco. Ella alzó los bordes de sus labios.
-No hace falta que me digas nada. Ya sé tu opinión, no difiere mucho de los que están aquí- su sonrisa se hizo más amplia- ¿Acaso me veo como un monstruo?-
El lobo no supo que hacer y bajó su rostro con vergüenza. Demonios, era lo que estaba pensando precisamente en ese momento de forma inconsciente. La historia de Priscila y los sucesos anormales de su vida se habían extendido por todas las manadas por lo que todos tenían miedo de que pudiera explotar como aquella vez.
Aunque Priscila no era que le importara mucho lo que opinaran los demás. Le era literalmente indiferente. Soltó un bufido.
-Monstruo. Es un buen calificativo para mi ¿verdad?- se acercó a él con paso tranquilo-No me mires así. Bien saben que no tengo emociones ni sentimientos. Sus opiniones no me afectan. Solo estoy aquí porque tengo cosas que hacer-
Mantuvo su sonrisa mientras pasaba por su lado.
-Y puedes seguirme o volver, no me importa, quiero seguir dando algunas vueltas-
El guardia miró a la loba alejarse. Tenía una silueta hermosa, delgada pero curvilínea, mucho más que cualquier loba de la manada. Incluso el larguísimo cabello oscuro era más brillante de lo normal. Eso sin quitar que su rostro era simplemente perfecto.
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Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo
Kurt AdamSegundo novela de la Trilogía Almas de Lobos Ella, la hija de Nebraska y Hades ha nacido con la sangre de los cinco grandes alfas. Siendo la loba más fuerte de su tipo no puede controlar su poder haciéndose daño. Layan sabe que ella lo reclama como...