Lágrimas

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Si ves este capítulo primero ve al anterior que hice actualización doble. Besos

Layan estaba en su estudio revisando algunas cosas antes de salir a correr cuando escuchó el sonido de los vidrios de una ventana romperse en miles de pedazos. La puerta se abrió de golpe. Kei entró corriendo con un rostro conmocionado totalmente contrario al suyo ausente de emociones. Eso no pronosticaba nada bueno.

-¿Qué ocurre?-

-Leila y Priscila, ellas...-

Layan abrió sus ojos. Su intención al dejarlas solas era que intentaran entenderse no que se pelearan y menos de esa forma, pero estaba hablando de Priscila después de todo con quien hasta él perdía la paciencia en menos de dos segundos. En eso era idéntica a su padre.

Salió corriendo hacia el jardín trasero, donde el olor de ambas se hacía más fuerte y lo que encontró hizo que su aliento se quedara atrapado en su garganta. Tanto una como otra estaban en sus cuerpos lobunos. Bajó las escaleras mientras los guardias se reunían pero no se atrevían intervenir, no sabía que hacer realmente o la razón de la pelea. Solo que había algo extraño.

Leila era la que estaba atacando constantemente, abriendo su boca y sacando sus colmillos en dirección al cuello de Priscila. Esta solo la esquivaba y retrocedía gruñendo a pesar de que su cuerpo completamente cubierto de un grueso pelaje negro y su gran tamaño que intimidaba a todos los presentes. Su lomo estaba sumamente erizado y sus músculos se marcaban mostrando la tensión en su cuerpo. Pero aun así no devolvía el ataque.

-Leila- Layan avanzó caminando hacia ellas dos para detener todo aquello pero el gruñido de Priscila lo detuvo.

-No te metas- Priscila le advirtió en su mente- Solo empeorarás las cosas-

-Déjame tratar con ella- le exigió.

A la loba le gustaría decir que ese era el mejor método pero había notado que en cuanto Leila había olido a su hermano se había tornado más agresiva. Pero la discusión mental con Layan le costó. Pronto sintió un dolor que le recorrió toda la pata delantera y le hizo soltar un gemido.

Esta vez no se contuvo y agarró al lobo marrón de la nuca con fuerza y lo tiró hacia un lado sin importarle si se lesionaba. Bastante estaba soportando. En el proceso, los dientes de esta que no la habían soltado rasgaron bastante profundo su pata. Priscila retrocedió gimiendo por el dolor en su miembro y sin poderlo apoyar, la herida llegaba hacia el hueso y la sangre salía a borbotones manchando la yerba bajo ella.

Pero Leila no se detuvo allí. Había caído con un sonido sordo pero con la misma se volvió a levantar para atacar de nuevo cuando sus patas fueron detenidas en el lugar. Layan jadeó al notar como una densa capa cubría las patas de su hermana inmovilizándola.

Priscila miró a Leila fijamente, sus ojos plateados se hicieron más brillantes e hizo que lo que madre mejor le había enseñado, entrar en lo más profundo de la mente. Esta vez no fue rechazada solo se quedó varada en medio de la oscuridad. No había nada.

-Priscila- esa voz.

-¿Qué pretendes?- ella sonó bastante tranquila.

-¿Yo? Divertirme contigo, hermosa-

-No quiero jugar-

-Jajaja, ¿Quieres encontrarme?-

Priscila no respondió.

-Pues bien, encuéntrame si puedes-

-Te encontraré, Liam-

-Esfuérzate Priscila, al final es el destino-

La mente de Leila se fue volviendo más clara y Priscila retrocedió. Los ojos vacíos de la loba pronto tomaron más vida antes de caer inconsciente. Layan corrió hacia Leila palpando su pulso encontrando que era constante.

-Ya está bien- Priscila se acercó a ellos transformando su cuerpo. Su brazo humano no estaba en mejores condiciones que cuando era una pata. La herida ahora se veía más grande- Estaba algo exaltada pero ya la tranquilicé-

Layan se quitó la camisa y se la dio a Kei para que se la alcanzara a ella. Priscila miró la prenda de ropa y se a puso por encima. No le importaba la desnudez, eso era algo normal en los lobos. Pero Layan no parecía pensar igual, sobre todo cuando había más de veinte lobos a su alrededor, que podían notar su cuerpo bien proporcionado. Y además las marcas que por alguna razón se sintió correcto que estuvieran en su cuello.

-Kei, lleva a mi hermana a su cuarto. No parece estar herida-

-No lo está- recalcó Priscila- Al menos no ella- soltó con lo que pareció ironía.

Su mano intentaba contener la sangre que brotaba de su herida. Kei le hizo caso y cargó con facilidad a Leila en su forma lobuna que no era tan grande como los lobos de su edad y se la llevó con facilidad.

Layan se acercó a Priscila y la agarró de la mano tirando de ella también hacia el interior.

-Layan, no dijiste que iríamos a correr- ella pareció desconcertado.

-Cállate- la hizo atravesar la una de la salas del inmenso castillo hasta un baño pequeño pero no por eso menos elegante.

-No me callaré. Me estás arrastrando después de haberme despertado temprano- parloteaba.

Layan pateó la puerta del baño y la llevó hacia el interior, cerrando la puerta con el pie. La llevó hacia la meseta del lavamanos y con un ágil movimiento la tomó de la cintura y la sentó. Le abrió las piernas y se metió entre ellas agarrando el brazo ensangrentado.

-¿Vas a arreglar el desastre que hizo tu hermana?- ella le soltó pero después se calló. Los ojos de Layan le indicaban que se mantuviera tranquila y ella lo comprendió. Le haría caso esta vez. Layan se veía realmente molesto.

-Esto te dolerá. Así que aguántalo- le dijo antes de dar la primera lamida sobre las heridas en la piel.

Los ojos de Priscila se abrieron ante el dolor más fuerte que había sufrido en su vida y mordió sus labios con fuerza para no gritar. Aun así sonidos salieron de su garganta. La lengua de Layan se sentía como una braza caliente sobre su piel que solo la torturaba, pero bajo esta la piel comenzaba a regenerarse sin dejar cicatrices.

El sabor de la sangre de Priscila fue demasiado dulce para el paladar de Layan que solo ansió más y antes de darse cuenta estaba disfrutando de este manjar antes de cerrar las heridas por completo. Pero no podía dilatar mucho el sufrimiento de la loba. Su método de curación no era nada agradable para el que lo recibía de esa manera.

Lamió los lugares donde las heridas eran más profundas y la piel estaba desgarrada. Era un total desastre como había dicho Priscila. Los músculos, los nervios y hasta el hueso había sufrido daño por lo que tuvo que usar más saliva de la que pretendió.

Su cuerpo se quedó congelado cuando oyó que lo parecía un... ¿sollozo?

Alzó su cabeza con su boca todavía manchada de sangre de la loba y su pecho se apretó. Las mejillas de Priscila estaban bañadas en silenciosas lágrimas, su cuerpo temblaba y su rostro que siempre estaba frío mostraba una marcada mueca de dolor.

Porque, aunque no tuviera emociones, el dolor era físico y eso no se podía dejar de sentir tan fácilmente.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora