El calor era abrasador. Las llamas estaban lejanas, pero desde su posición Layan podía percibir el poder saliendo de estas y del pequeño y delgado cuerpo de la loba, que hasta el momento había subestimado. Priscila, después de todo había heredado tanto sus sangres como la fuerza de todos los alfas y hacía honor a su reconocimiento.
La escena que se desarrollaba delante de todos era algo sin precedentes y ocurría tan rápido y a la vez tan lento. El corazón de Layan palpitaba con fuerza. Sentía el lazo temporal sobre la loba vacilante. Como si hubiera algo que estuviera forzándolo a romperse y eso hizo que sus colmillos salieran. Nadie podía romper ese lazo. Solo él.
Pero ahora eso no era lo más importante. El lobo dentro el halo de fuego gruñía e intentaba con agresividad cruzar las llamas hasta que de pronto su cuerpo se detuvo en seco. Sus ojos se cerraron y cayó de lado con un sonido seco. Como si hubiera perdido la conciencia o algo peor.
El alfa se levantó al notar que las llamas descendían alrededor del agresor sin dejar evidencias de ellas. El animal no había sido tocado por ellas por lo que no estaba herido, pero tuvo que moverse rápido. Como mismo el lobo se había desvanecido, al igual que las llamas el cuerpo de Priscila se vio cayendo hacia un lado con los ojos cerrados.
Layan la sostuvo entre sus brazos sin poder comprender que había ocurrido. La piel de ella estaba caliente, al punto de casi quemar y estaba cubierta de sudor. El lobo la sacudió llamándola pero no recibió respuesta por parte de ella,
-Kei- le gritó al beta que se estaba recuperando de la escena y corrió hacia él.
-¿Desea que me encargue de la princesa?-
Layan la apretó hacia él posesivamente. Después de sentir como su lazo era formado por algo o alguien estaba muy inestable emocionalmente y esta vez sí estaba consiente.
-Encárate del cuerpo, y del aquel lobo. Si está vivo enciérralo e interrógalo. Que todos vuelvan a sus casas hasta nuevo aviso. No quiero otro ataque desprevenido. Que los guardias hagan sus rutinas en dos. Cualquier cosa que avisen-
Se levantó con Priscila entre sus brazos. Todos se preguntaban qué había ocurrido pero no se atrevían a hablar o preguntarle. De una cosa estaban seguros. La loba era alguien con la que había que tener distancia si se atacaba a Layan.
El lobo la llevó directo a su habitación y abrió rápido el grifo de la ducha y se metió con Priscila dejando que el agua fría cayera por el cuerpo de ella que aguataba por la cintura. La loba ardía pero no parecía ser fiebre. Debía deberse a que había utilizado el poder de fuego contenido en su cuerpo. Cuando utilizó el de hielo había estado helado. Tendría que prohibirle usarlos. Podrían matarla, acaso no se daba cuenta.
-Priscila- la llamó quitándole le cabello del rostro. No tuvo respuesta, la respiración de ella era lenta.
Layan chasqueó la lengua y la abrazó más hacia él. Algo incómodo se removía dentro en su interior y pasó sus dedos sobre la mordida en el cuello de ella. Sintió la irregularidad de la piel dejada por sus colmillos. Estaba ahí todavía.
No supo porque pero sintió alivio.
Una vez que el cuerpo de Priscila comenzó a refrescarse la sacó, la desnudó y la secó con suavidad. Si no estuviera tan preocupado no le importaría apreciar las curvas delicadas de ellas pero su mente no tenía el lívido encendido en ese momento. Priscila no despertaba.
La acostó sobre la cama y examinó su pulso. Estaba ahí, constante, su respiración se había estabilizado pero por alguna razón faltaba algo. No sentía el instinto salvaje que todo lobo sentía. La conexión a través del lazo era débil, mucho más que antes. Como si se estuviera debilitando a cada rato
ESTÁS LEYENDO
Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo
WerewolfSegundo novela de la Trilogía Almas de Lobos Ella, la hija de Nebraska y Hades ha nacido con la sangre de los cinco grandes alfas. Siendo la loba más fuerte de su tipo no puede controlar su poder haciéndose daño. Layan sabe que ella lo reclama como...