Soy tuyo

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Layan se había acostumbrado a las reacciones impredecible de Priscila, o eso creía él. Lo menos que se le pasó por la cabeza fue que la loba lo fuera a besar y más en su estado. No era que la fuera a rechazar, solo que la forma que ella lo hacía era como si supiera hacerlo y muy bien.

¿Dónde demonios había aprendido tanto?

¿Con quién?

No había sido con él.

Sintió la ola de celos subir junto con la de excitación y ajustó su boca demandante contra de la Priscila e introdujo su lengua buscando la de ella. Su mano apretó la nuca de la loba para no dejarla escapar. Sus sentidos se dispararon cuando sus lenguas se tocaron y hasta el vínculo entre ellos tembló.

Layan creyó que su rodillas se doblarían allí dentro del río pero se mantuvo fuerte. Fue un simple roce y tuvo que separar la cabeza para tomar aire, reconocía en parte que ocurría. Esa era la reacción de un macho hacia una loba que se le acercaba el celo. Por suerte no había llegado todavía porque deseaba que su primera experiencia fuera lo más especial e íntima posible.

Acarició el rostro de Priscila que tenía los ojos desenfocados y entrecerrados, parecía agotada y en trance, pero esta se acercó buscando sus labios nuevamente y él no se los negó. Ella olía y se sentía tan bien contra su cuerpo que se preguntó qué estaba haciendo todo ese maldito tiempo para no atacarla y tenerla en su cama.

Si, si sabía. Siendo un maldito terco aferrado a la idea de lo que él creía que era amor y no una obsesión.

Bajó sus manos y la impulsó hacia arriba haciendo que sus piernas rodearan su cintura y la acomodara más contra él. Los pequeños pechos rozaron el de él y Layan gimió contra su boca. Estaba excitado y eso que no era un lobo calenturiento, pero de que estaba duro, lo era y hasta dolía. Al igual que sus colmillos que pedían morder esa nuca mientras la penetraba y completaba el vínculo haciéndola completamente suya.

Sí, eso sí, lo necesita, lo necesitaban.

Sus instintos arañaban dentro de él para que ello ocurriera. La idea que Priscila fuera suya le hizo estremecerse en el buen sentido. Hades lo mataría, Nebraska ni a saber que, el grupo de hermanos mayores, de seguro tendría problemas con ellos, pero quien le podía decir que no completara el enlace.

Nadie.

Así que agarrándola estable por las redondeadas nalgas caminó hacia la orilla del río, saliendo de este para acostarla sobre la cama de yerba pequeña y suave que crecía alrededor. Dejó caer su cuerpo contra el menor para que sintiera su peso y supiera a que se enfrentaba.

Pero todos su avances y decisión de completar el plazo se fueron por la borda al alzar su cabeza y ver el estado de la loba acostada. Su pecho se apretó. Había lágrimas en los ojos de Priscila, más no lloraba.

-Cachorra ¿qué ocurre?- juró que su voz tembló acunando la mejilla húmeda y llevándose una lágrima con el pulgar.

Al no recibir respuesta se dio cuenta que el estado mental de Priscila en ese momento no era el mejor ¿Sería acaso por el episodio donde casi cruza la línea de la locura? Entonces ¿Qué la atormentaba tanto? ¿Sería culpa de él? ¿Sería su anterior rechazo?

Las preguntas se formaban en su cuerpo y no sabía cómo buscarle respuestas, pero ahora no tenía tiempo para ello. Se inclinó y besó la frente de su loba.

-Estoy aquí. No tienes que preocuparte. Relájate y déjame cuidar de ti- le murmuró contra la piel.

Tardó unos cortos minutos pero al parecer aquellas palabras comenzaban a entrar en su cabeza y el cuerpo de Priscila se relajó poco a poco. Layan acarició suavemente el vientre plano buscando tranquilizarla. Bajó nuevamente y besó esta vez sus labios, al menos de estos si tenía respuesta, era como si lo que respondiera en ella fuera la parte salvaje e instinto de reproducción.

Reina del Alfa #2 Serie: Almas De Lobo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora