CAPÍTULO 18: NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE
La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo.
Adolfo Bioy Casares
Un individuo había sido testigo de la charla matutina entre aquellos dos completos desconocidos en la anticuada cafetería. La chica de pelo corto y alborotado se había sentado de cara a los ventanales del local y podía distinguir las expresiones que iban apareciendo en su rostro durante el transcurso de la conversación. El muchacho, en cambio, estaba de espaldas y solo podía ver su cara cuando se giraba a hablarle al camarero.
Él había elegido permanecer en su coche, aparcado justo frente a la poco transitada cafetería. Aquellas gafas de sol de cristales tintados no solo le servían para enfatizar su apariencia misteriosa y embaucadora, sino que eran capaces de ampliarle la imagen varias veces como lo hubieran hecho unos potentes prismáticos.
Quizás se había arriesgado demasiado acercándose tanto a la pareja, más aún considerando el hecho de que su coche no pasaba tan bien desapercibido como lo hacía su propia persona. Pero, por fortuna para él, los dos jóvenes estaban tan centrados en sus respectivos interlocutores que pasaron por alto el que hubiera un coche de gama relativamente alta para la parte de la ciudad en la que se encontraban, aparcado justo delante del local.
Lázaro pudo estudiar con detenimiento los gestos de la chica e incluso fue capaz de leer en sus labios algunas de sus intervenciones.
Lo cierto era que, una vez roto el hielo del inicio, ambos habían conseguido sentirse cómodos con la compañía de esa otra persona.
Su rostro los miraba impasible, sin reflejar emoción alguna, sin una leve línea de expresión. Su mente, en cambio, trabajaba a toda velocidad, procesando toda la información que aquellas gafas le estaban mostrando. Un tono de llamada empezó a sonar dentro del habitáculo, rompiendo su tranquilidad. "Sr." leyó en el propio cristal de las lentes.
Estaba empezando a odiar cada vez más a aquel individuo y lo peor es que solo tenía una opción: la de seguirle el juego.
—Dime —respondió Lázaro tras acceder a coger la llamada.
—¿Qué tal va nuestro nuevo afiliado? —Aquella pregunta le sorprendió. Durante todos los años que llevaba trabajando para él, nunca ningún alma le había preocupado en exceso y menos aún en los primeros estadios de conversión.
—Todo procede según el protocolo normal —le contestó él sin darle la mayor importancia—. Aún no ha llegado a habituarse a su nuevo cuerpo pero terminará haciéndolo. Todo el mundo lo consigue.
—¿Y dónde está ahora? —siguió interrogándole aquella voz áspera.
—Le dejé con Cris en el piso que tenemos alquilado a las afueras.
—Maldito inútil —murmuró entre dientes.
Lázaro no sabía quién era el destinatario de aquellas palabras, si Santillán, si Cris o él mismo. Sin embargo, no dejó que eso le influyera lo más mínimo y continuó con su conversación como si no hubiera escuchado esa última frase:
—¿Qué ha pasado? —se atrevió a preguntarle.
—Tendrías que haberle encerrado.
—Nunca lo hago y nunca me he arrepentido de no hacerlo. Cris también estaba allí y no iba a permitir que saliera de la casa. Además no es que estuviera muy fuerte que digamos. Ningún alma lo está cuando entra en un nuevo cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
No quieras volver
ParanormalMadrid, año 2063. Muerte y vida se intercambian desafiando las leyes de la naturaleza. Un pacto amenaza con romper el equilibrio de los días. No existe el control, tampoco el libre albedrío. ¿Qué se esconde detrás de esas personas con las que compa...