Capítulo 10: Por fin nos conocemos

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CAPÍTULO 10: POR FIN NOS CONOCEMOS

Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción.

Thomas Carlyle

Aquella tarde cometí la mayor de las estupideces que jamás se me hubiera ocurrido hacer. Pero ya no había marcha atrás. Necesitaba idear un plan para acercarme a mi vecina y aquello era lo único que había logrado inventar. Patético, por cierto, pero no tenía otra opción mejor. Ahora solo me quedaba esperar unas horas para saber si mi “brillante” idea iba a resultar efectiva o no. No me hacía gracia dejar a un lado la personalidad hostil que había ganado con el transcurso de los años, pero era mi única alternativa si quería ganarme la confianza de la chica. Eso si todo salía como esperaba, claro.

Aparte de tener ese pensamiento rondando en mi cabeza, aquel día también me invadió cierta curiosidad mientras me dirigía a mi puesto de trabajo. Paradójico, sí, pero que por más que lo intentaba, no la podía controlar. Preguntas como ¿qué sorpresas me depararía esa noche?, ¿conocería a Lázaro de una vez por todas? o si seguirían todos como los dejé o si habría de nuevo más bajas, eran algunas de las culpables.

Sinceramente, no pude ocultar mi decepción cuando entré en la red de tumbas y me di cuenta de que todo estaba en perfecto orden. Me esperaba algo más del famoso coleccionista de almas. ¿Tan ocupado estaba?

Venga ya. 

Pero, lo cierto es que aproveché la aparente tranquilidad de esa noche para recabar alguna pista más. Visité de nuevo las tumbas que habían quedado vacías el día anterior y arranqué el sello de Lázaro, que aún seguía en ellas. Me quedé más tiempo en la 459F, leyendo con detenimiento la inscripción de la sepultura.

“Julia Márquez Valderrama (1983-2024) Los tuyos no te olvidan”. 

Sabía que aquella información no tenía por qué relacionarse con la persona que en ese momento portaba el alma de esa tal Julia Márquez, pero alguna pista podría proporcionarme. Dejé que mis dedos recorrieran la lápida mientras recopilaba datos acerca de aquella mujer. 41 años de vida terrestre entre finales del siglo pasado y primera veintena de este. Con familia, por aquello de “los tuyos no te olvidan”, pero de presupuesto escaso pues no era de las sepulturas mejor costeadas. Además, podría incluso jurar que los familiares no se encontraban en Madrid. Eso o no se habían preocupado ni siquiera en quitarle las telarañas y el polvo acumulados por el paso de los años. Parecerá una nimiedad, pero sabía que pequeños detalles como aquellos eran capaces de dejar huella en esas almas desencaminadas. Más aún si transcurría la friolera cifra de 39 años de aquella forma.

De manera instantánea la imagen de la chica que había conocido horas atrás volvió a adueñarse otra vez de mis pensamientos. Aquello carecía de lógica alguna, pero lo peor de todo es que no podía descartar ninguna opción, por surrealista que me pareciera. Y es que pocas cosas conocía de los del bando contrario. De lo único que me habían advertido era de su poder. Eran capaces de nutrirse de las almas de sus afiliados y la regla era tan sencilla como “a más adeptos más influencia” y viceversa, claro. Y ya está. Eso era lo poco que sabía. ¿Para qué informarme de la clase de poder con la que me iba a enfrentar? ¿Relevante? Para nada, Gabriel, qué cosas tienes.

Era en aquellos momentos cuando me daban ganas de morirme otra vez para poder conversar nuevamente con Ellos e intercambiar opiniones.

Me alejé de la sepultura y me sacudí el polvo de las manos. Las tenía entumecidas por el frío de aquella gélida noche que parecía ya  de pleno invierno. Menudo trabajito. No le faltaba detalle: rondas nocturnas a la intemperie con un tiempo tan apetecible como ese, unos locos que pretendían controlar a vivos y muertos. Realmente apasionante. ¿Cómo no se me había ocurrido dedicarme a aquello antes de morir?

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