Capítulo 17: Preparados para lo peor

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CAPÍTULO 17: PREPARADOS PARA LO PEOR

El terror es, en su mayor parte, inútiles crueldades cometidas por miedo.

Friedrich Engels

No había dudado un segundo en subirse en el primer trak libre que pasó por la parada. No importaba lo que fuera a costarle aquello pues en ese momento llegar lo antes posible era su máxima prioridad. Aunque la alarma había dejado de pitar, un led rojo parpadeaba constantemente en el lateral de su localizador y le impedía apartar su vista de él. Al final, Vera optó por rodear con su mano aquel dispositivo para así evitar que siguiera atrayendo su atención y desvió su mirada hacia la ventanilla del vehículo.

Sin duda aquel medio de transporte había sido un gran adelanto, aunque no todo el mundo se sintiera a gusto viajando en él, especialmente aquellos con fobia a las alturas.

Los traks eran una especie de telesillas que se movían a mayor velocidad que cualquiera de los vehículos que circulaban por las calles. Toda la ciudad de Madrid estaba surcada por sus raíles, aunque estos solo podían ser apreciados cuando pasaba un trak por ellos. Cuando se empezó con su construcción, el clamor popular exigía que no fueran a romper la estética de la ciudad con un millón de cables de acero o algo similar. Y así se hizo. Durante las mañanas más soleadas, los reflejos de los paneles solares de las cabinas era lo primero que llamaban la atención. Por las noches, en cambio, estas adquirían una tenue iluminación azulada que tampoco rompía demasiado con la atmósfera de la propia ciudad. Aquel nuevo sistema de transporte totalmente limpio y silencioso había querido reemplazar al metro, pero los precios no se habían reducido lo suficiente y solo había logrado quitarle protagonismo a los taxis por su mayor rapidez y autonomía. Cada cabina incluso contaba en su interior con un panel en el que se iba dibujando lo que faltaba para alcanzar la dirección elegida.

"10:30 am" también se podía leer sobre la pantalla. "Solo han pasado 10 minutos desde el aviso" pensó la chica al ver la hora. "Me faltarán otros cinco o diez minutos para llegar, así que para no estar en mi propio turno no está nada mal". 

No solo le preocupaba el no poder estar en su puesto cuando le habían comunicado un Código X, si no que era ese simple mensaje el que la incomodaba por dentro. Nunca antes en su carrera se había enfrentado a un aviso de bomba. Jamás había leído en su localizador esas palabras y no podía evitar pensar en un desastre como el que había presenciado unas horas atrás en sus propios sueños. Sin duda alguna, aquella amenaza tenía que ser lo suficientemente creíble y preocupante como para poner en alerta a toda la plantilla de Rescates y, aunque no lo sabía con seguridad, Vera podía jurar que también habría ocurrido lo mismo en las otras especialidades.

Aquellos minutos en el trak se le antojaron eternos por esa incertidumbre que la invadía por dentro. ¿Tendría que actuar como otro miembro más de la Unidad y rescatar a alguien atrapado en mitad de un incendio? Charlie le había asegurado que eso no iba a ocurrir, pero la asfixiaba un terrible presentimiento.

Intentó pensar en otra cosa que pudiera sacarla de aquel bucle de tortura en el que se hallaba metida. Automáticamente los ojos verdosos del que había sido su interlocutor minutos antes, aparecieron en su mente. Había algo en aquel muchacho que la inquietaba pero, pese a no conocerle de nada, se sentía cómoda con él. Hubiera dado lo que fuera por haber continuado tomando ese café tranquilamente, sin tener que salir huyendo del local y más sabiendo lo que se avecinaba. Les estaba prohibido hablar a gente ajena a la Unidad sobre qué mensajes habían recibido en los localizadores con el fin de evitar ataques de pánico o interferencias en los planes de actuación. Esa fue la razón de por qué no pudo darle ninguna explicación a su vecino por su repentina prisa, aunque en el fondo se quería haber disculpado de algún modo por dejarle allí plantado y sin hacer intentos siquiera de pagar.

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