Capítulo 25: Nuevas piezas para el juego

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CAPÍTULO 25: NUEVAS PIEZAS PARA EL JUEGO


El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.

 Edgar Allan Poe


Sabina bajó disimuladamente la cabeza y dejó que su melena gris ocultara su rostro mientras pasaban a su lado los dos jóvenes. Por fortuna para ella, ambos estaban tan centrados en sus papeles que no repararon en su presencia.

El que menos le preocupaba era el muchacho de pelo más claro, aunque se cruzara de frente con él sería incapaz de reconocerla. En cambio, su acompañante sí que ya sabía de su identidad y sería el primero en extrañarse al verla allí.

"No dejes que Lázaro te vea, mi querida Sabina" le había advertido su jefe apenas unas horas atrás. "Es bastante quisquilloso y no le hará gracia verte implicada en sus asuntos. Aún no sabe nada sobre los planes que tenemos preparados para ti". 

La joven esperó unos pocos segundos antes de seguirles para no resultar demasiado indiscreta. Evitaba mostrar cualquier indicio de inseguridad pero lo cierto era que aquel tipo de trabajos no le gustaban lo más mínimo, aunque también era consciente de que ese hombre le estaba ofreciendo la única oportunidad que le quedaba. El destino, como ella prefería llamarle, había querido arrebatarle la vida antes de tiempo y se había visto obligada a permanecer en un limbo en el que nada podía hacer por sacar a su hija de las manos de aquella familia de arpías. Sin embargo, se le había abierto una nueva puerta que no había dudado un segundo en cruzar pese a los trabajitos como esos que tendría que realizar a cambio. De momento, las misiones no parecían ser tan difíciles aunque algo en su interior le decía que aquello solo era un pequeño juego en comparación con lo que tendría que acabar haciendo. Lo único que lograba calmar ese incómodo presentimiento era el hecho de encontrarse precisamente en un cuerpo tan vulnerable como el que había dejado atrás cuando tuvo aquel accidente de coche. En cuanto lograra cumplir su objetivo no dudaría en acabar con el cuerpo que le estaba dando cobijo en ese momento y fin del problema.

Ni siquiera el frío entumecedor de aquella  noche madrileña consiguió desviarle de su objetivo. Sus penetrantes ojos azulados no dejaron en ningún momento de seguir a los dos jóvenes. Sin embargo, descartó cualquier intento por enterarse de parte de su conversación. Lázaro había sido astuto y había decidido conversar dentro de su propio coche, protegiéndolos así de cualquier oído indiscreto como el suyo.

Sabina sacó su dispositivo de la chaqueta y seleccionó la opción de rellamada desviando su mirada del coche en el que se habían metido ambos.

—¿Y bien? —la voz áspera del que era su nuevo jefe rompió el tono constante y monótono de su teléfono.

—Están conversando los dos solos ahora —le comunicó ella sin entrar en mayores detalles.

—¿Y bien? —volvió a repetirle dándole a entender que era precisamente esa información extra la que le interesaba.

—Solo he podido ver cómo salían los dos del tanatorio y se dirigían al coche de Lázaro. No puedo tener acceso a lo que esté sucediendo en este momento allí. —Sabina le dio a entender que aquello no era una simple excusa para dar por finalizada su tarea.

—Nuestro Lázaro no tiene de tonto un pelo. Siempre fue muy celoso de su intimidad pero nos podemos conformar con que haya querido intercambiar unas frases con Frontera. La verdad es que me ha sorprendido. Pensé que solo se limitaría a saludarle y a mandarle unas cuantas miraditas de las suyas pero claro, nunca se le debe subestimar cuando su chica está involucrada de cierta forma —le  confesó con un cierto tono divertido—. Pero bueno, Sabina, me contento con saber que se ha producido dicho encuentro. Aunque en la próxima misión tendrás que trabajártelo un poco más y recurrir la improvisación u otros métodos, si es necesario. 

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