Capítulo 21: Contra la pared

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CAPÍTULO 21: CONTRA LA PARED

Si conocieras mis demonios, ¿Te enamorarías de este infierno?

P.G.H.S.

El joven entró en los aseos para quitarse los restos de sangre y, con suerte, también esa repugnancia que se le había asentado en la boca del estómago. El agua adquirió momentáneamente un color rojizo antes de volver a adoptar su apariencia normal.

Se dejó caer sobre el lavabo con la cabeza baja, evitando encontrarse con la mirada de ese desconocido que le observaba al otro lado del espejo.

"No te traiciones a ti mismo, Leo", esas malditas palabras no dejaban de martillearle la cabeza. "Como si tú supieras quién soy en realidad" le respondió él mentalmente con desdén. Ni él mismo era capaz de entenderse, cuanto menos lo iba a hacer una persona a la que había visto unas cuantas veces. Sin embargo, lo que más le asustaba era que detrás de esa frase lanzada sin mayores pretensiones se escondía una gran verdad, por mucho que le costase admitirlo.

"Esto solo ha sido un contratiempo, Leo. Debes admitir que la cosa no te ha ido nada mal hasta ahora", se dijo para sí a modo de justificación. "Cuando Vera sepa que estás en Madrid todo volverá a ser como antes, podrás recuperar de nuevo el sentido común y dejarte de tanta paranoia mental". 

Se echó agua en la cara y salpicó con rabia unas cuantas gotas en el cristal para que su reflejo quedara difuminado y no tuviera la más mínima oportunidad de verse.

Se secó el rostro y las manos pero, antes de que pudiera abandonar el cuarto de baño, le empezó a sonar el móvil. Cuando leyó su nombre en el dispositivo supo que sería difícil recuperar la vida de antes como si nada hubiera ocurrido.

—¿Vera? —la voz del joven sonó sorprendida, aunque en realidad él no lo estuviese tanto.

—Hola… —Leo notó de inmediato que la noticia ya había llegado hasta ella; apenas le salía el habla.

—¿Te ha ocurrido algo? —aquella pregunta sobraba, pero tampoco se le ocurría otra cosa mejor que decirle.

Se creó un silencio que consiguió preocupar a Leo más de lo que estaba. Daba igual si podía intuir el motivo de su llamada, lo cierto era que la mayoría de las veces tenía el presentimiento de que algún día ella le contaría por teléfono que había descubierto lo que él era en realidad y su mundo se vendría abajo. 

—¿Vera? ¿Me oyes?

—Sí —ese simple monosílabo le salió tan débil que el joven llegó a pensar que habían sido imaginaciones suyas.

—Me estás preocupando Vera… —le confesó él, intentando parecer lo más calmado posible. 

—Solo quería escuchar tu voz —consiguió decirle ella con cierta dificultad.

—¿Estás llorando? —se alarmó el muchacho, aunque si ya se había enterado de lo ocurrido no era de extrañar que se encontrase así—. Maldita sea, Vera, dime qué te ha pasado.

—No te preocupes, Leo. No ha sido buena idea llamarte ahora… —la chica trató de pronunciar aquellas palabras con toda la serenidad que pudo.

—Ni se te ocurra colgar —le dijo él con un cierto tono de amenaza—. No me puedes dejar ahora así.

Leo escuchó cómo ella emitía una leve exhalación antes de seguir hablando:

—¿Te acuerdas de Óscar, el novio de Irene?

En ese momento fue él el que se quedó unos segundos en silencio. Sabía desde el principio la razón de esa llamada telefónica y aún así le fue imposible reaccionar con naturalidad al escuchar aquel nombre.

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