Capítulo 32: Nada es lo que parece

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CAPÍTULO 32: NADA ES LO QUE PARECE

La gente siempre obtiene lo que pide. El único problema es que antes de obtenerlo, nunca sabe lo que de hecho pidió.

Aldous Huxley


—¿Cómo ha pasado la noche nuestro nuevo invitado? —la voz áspera del hombre del cabello cobrizo retumbó contra las paredes del cubículo de Santillán.

Él se limitó a sostener su mirada sin entrar en su juego de formalismos amistosos.

El que era el superior de todos los que se encontraban allí dibujó una media sonrisa en su rostro de rasgos angulosos. Seguía llevando el mismo tipo de vestimenta con el que le había conocido por primera vez: una casaca metalizada de cortes rectos, abrochada íntegramente hasta el último botón que le llegaba a mitad del cuello; el resto de prendas no eran muy diferentes de las del traje de un hombre de negocios. Sin embargo, en esa ocasión no llevaba el pelo recogido en una coleta baja sino que este le caía sobre los hombros con leves ondulaciones otorgándole un aire más informal. Pero, sin duda, aquellos ojos azul eléctrico continuaban intimidándolo por completo, aunque le costase admitirlo.

—Bueno, tampoco me mires así... —la risa de su interlocutor lo devolvió a la escena—. La primera noche quizás es la más difícil de pasar pero verás que desde hoy mismo dormirás como un niño chico.

El hombre intentaba sonar amable y cercano y era una sensación que siempre conseguía generar sobretodo en los que le acababan de conocer. Hasta sus trabajadores más veteranos tenían bastantes dificultades para distinguir cuándo decía la verdad de cuándo se trataba de uno más de sus simples engaños y manipulaciones.

—De hecho, aunque no te puedo asegurar que vayas a recordar este día especialmente, sí que marcará el comienzo de esta nueva vida que has escogido —continuó diciéndole mientras se sentaba a su lado en el desgastado camastro.

—Ya sabes cuáles fueron mis intenciones al decidir aceptar tu pacto y entre ellas no estaba precisamente la de disfrutar de una nueva vida a costa de ser un títere más de tu colección —le soltó con brusquedad Santillán con los ojos fijos en la pared de enfrente.

La risa descarada de Sr no tardó en romper el silencio que durante unos segundos se había creado tras su intervención.

—Me encantas, Javier —le confesó pasándole un brazo por encima de su hombro y agarrándolo con fuerza—. Tienes carácter y eso me priva.

Santillán se quedó rígido, sin duda no se esperaba aquella reacción por su parte.

—La verdad es que tengo sentimientos encontrados contigo —le confesó susurrándole al oído—. Cuando me torciste ayer los planes no me alegré mucho que digamos de haberte permitido la entrada en mi empresa pero lo cierto es que no tardé en darme cuenta de tu enorme potencial —el hombre deslizó la mano que le quedaba libre por el antebrazo izquierdo de Santillán haciéndole estremecer—. Sin embargo, esta noche me has vuelto a poner en duda...

Los dedos de Sr se colaron sutilmente por debajo de la manga de su jersey y fueron levantándola hasta dejar al descubierto la muñeca en la que se encontraba el fino corte que había conseguido hacerse con el bisturí.

Santillán palideció, ni siquiera se le había pasado por la cabeza que en aquellas cuatro paredes de cartón hubiesen colocado cámaras infrarrojas que controlaran cada uno de sus movimientos.

—Por un momento pensé que podrías ser capaz de controlar los instintos naturales de tu nuevo cuerpo —prosiguió el hombre acariciando la línea de sangre seca que ni siquiera recorría el ancho total de su muñeca—. Pero ha superado tus expectativas, ¿no es así?

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