Capítulo 30: Preparando el cara a cara

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CAPÍTULO 30: PREPARANDO EL CARA A CARA

Debemos obrar, no para ir contra el destino, sino para ir delante de él.

Christian Friedrich Hebbel


Sus ojos seguían abiertos de par en par aunque no había nada interesante que contemplar en aquel agujero negro en el que se encontraba. La cabeza le iba a explotar y notaba la sangre golpear con fuerza sus sienes, imposibilitándole pensar con claridad. Solo había un ruido que rompía de forma rítmica con el silencio sepulcral de aquel asfixiante cubículo y era el de su propia respiración. El aire entraba y salía de sus pulmones con brusquedad evidenciando el estado de ansiedad y nerviosismo en el que se encontraba.

Cada segundo que pasaba era una lucha por no perder la cordura. Sentía como si unas manos de alquitrán se estuvieran pegando a cada centímetro de su alma, ahogando los resquicios de identidad que aún creía conservar. El bisturí seguía inerte en su mano, sin el más mínimo rastro de ser una posible amenaza. Desde hacía varias horas había perdido todas las esperanzas que había puesto en aquel utensilio afilado. Un mísero corte superficial en una de sus muñecas había sido todo lo que había podido conseguir tras haber pasado varios minutos luchando contra su propio pulso. ¿Tanto se había sobreestimado? ¿De qué le había valido creerse superior al resto de almas que habían decidido unirse a Lázaro por su propia voluntad? Se encontraba exactamente en su misma situación. De nada le servía haber aceptado aquel pacto teniendo en mente otros fines muy distintos a los que quizás el resto de gente hubiera pensado.

Al menos aún le quedaba algo de conciencia para evitar que su nuevo cuerpo le consumiera la identidad por completo, pero, ¿por cuánto tiempo? Llevaba solo un día metido en aquel recipiente de carne y hueso y ya se le hacía imposible recordar varios episodios de su pasado más lejano; sucesos que nunca se había imaginado que desaparecerían de su mente de esa forma.

"Disfruta de estas horas de consciencia. Cuando menos te lo esperes lo habrás olvidado todo". Aquellas habían sido las palabras del hombre que le había visitado unas horas atrás y no dejaban ningún tipo de duda de que no había sido un simple farol.

¿Eso era lo que quería conseguir? ¿Un ejército de autómatas sin alma? No tenía la menor idea de para qué utilizaría a aquellas personas pero no había que ser muy listos para intuir que para nada bueno.

En ese momento las luces de la sala invadida por aquellas prisiones de pladur se accionaron y se introdujeron por las rejillas de ventilación del cubículo de Santillán. El hombre no pudo evitar sobresaltarse y en cuestión de segundos el corazón comenzó a palpitarle con fuerza. Sabía que volverían de nuevo a por él y, aunque allí también hubiera muchas personas, tenía el presentimiento de que aquella entrada estaba directamente relacionada con él.

El hombre intentó serenarse, al menos calmar su respiración para que su estado de nerviosismo no fuera tan evidente y sus secuestradores no pudieran pensar que aquello le estaba sobrepasando. Aunque verdaderamente se sintiera así no les iba a conceder la satisfacción de que le vieran en tal estado.

Volvió a reparar de nuevo en el bisturí que sujetaba su mano sudorosa. Esa era la prueba definitiva de que no había sido capaz de controlar el cuerpo en el que se encontraba para arrebatarse la vida y que no era tan fuerte y decidido como se había esforzado en aparentar. Lo agarró con fuerza y se levantó con cierta dificultad del camastro. Los pies se le habían quedado dormidos y entorpecían su movimiento, al fin y al cabo, cada vez que los apoyaba en el suelo parecía que un centenar de agujas los estuvieran atravesando. Aprovechó la claridad que se colaba por las rejillas de la parte superior del cubículo para distinguir el final del colchón. Lo levantó con rapidez, no había tiempo para dudar, sabía que no tardarían en llegar hasta su posición. Una vez lo puso en vertical tanteó su superficie hasta encontrar una zona en la que hubiera menos relleno para esconder el único instrumento que podía sacarle de aquel cuerpo. No había podido en aquella ocasión pero se resistía a abandonar todas sus esperanzas y dejar que su seña de identidad formara parte de un simple autómata.

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