Capítulo 35: Recordando el placer de vivir

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CAPÍTULO 35: RECORDANDO EL PLACER DE VIVIR

He experimentado de todo, y puedo asegurar que no hay nada mejor que estar en los brazos de la persona que amas.

John Lennon


Leo la estaba esperando dentro del coche cuando Vera regresó de su charla con Irene. Antes de que la muchacha pudiera tocar la puerta del vehículo, esta se deslizó hacia arriba con un sutil ruido robótico.

—¿Dónde has dejado a Irene? —se extrañó el joven al verla sin ella.

Vera se dejó caer sobre el asiento del copiloto emitiendo un largo suspiro. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos sabiendo que él la estaba mirando esperando una respuesta.

—No ha querido venir —se limitó a decirle al cabo de unos segundos sin ni siquiera moverse.

—¿Os habéis peleado? —intuyó Leo sólo con ver cómo había entrado.

—Si te soy sincera no tengo ni la menor idea... —le respondió la chica girando la cabeza hacia él.

Leo soltó una pequeña risa quitándole importancia:

—Pues mira que eso es difícil, Vera... Uno normalmente sabe cuándo se ha peleado con alguien...

—Ya pero esto no es algo que suceda todos los días... Quizás Irene lleve razón y le tenga que dar un poco de tiempo.

—Es comprensible, Vera. Este no ha sido su mejor día y es lógico que quiera estar sola... —la excusó Leo clavando sus ojos oscuros en ella.

—Lo sé y créeme que me pongo en su lugar y... Demasiado bien lo ha llevado. Yo no sé si hubiera sido capaz de estar delante de toda aquella gente y mostrarme tan entera... —le respondió Vera desviando la vista hacia el frente.

—No te martirices más con eso —le pidió él cogiéndole con suavidad el mentón para girarlo hacia él—. Los dos estamos aquí ahora y eso es lo que importa. No sabemos qué nos podrá pasar mañana o en unas horas pero es inútil que sufras desde ya por ello.

Vera le miró y volvió a recuperar la sonrisa. Era tan fácil dejarse llevar a su lado...

—Mucho mejor —la felicitó él dándole un fugaz beso en los labios—. Y ahora iremos a mi nueva casa y así podrás descansar un poco.

—¿A tu casa? —repitió la muchacha extrañada.

—Sí, a mi casa porque supongo yo que no querrás que vayamos al piso que compartías con Irene y Óscar, ¿no?

"Es verdad... Tú aún piensas que seguía con ellos..." suspiró aliviada Vera.

—Vale... Por esas te vas a librar... —rió ella agradeciendo aquel golpe de suerte que le había permitido escaquearse y seguir ocultando su reciente traslado.

—Pues no se hable más —dijo Leo accionando el motor y saliendo de la plaza de aparcamiento con la dirección ya seleccionada en el ordenador del vehículo.

Lo cierto era que, desde que el muchacho le contara que había encontrado vivienda en Madrid, Vera se moría de ganas por verla, aunque intentara a toda costa disimularlo con tal de no dar su brazo a torcer.

—¿Y dices que te la ha alquilado un antiguo cliente vuestro? —le preguntó ella mientras iban de camino.

—Pues sí, todo fue muy precipitado porque el dueño tenía también un viaje pendiente y de bastante urgencia por lo que acabó accediendo a las condiciones que le pedía de alquiler —le contestó sin apartar la vista de la carretera.

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