CAPÍTULO 48: CUANDO LOS SECRETOS DEJAN DE SERLO.
El mundo es un telón de teatro tras el cual se esconden los secretos más profundos.
Rabindranah Tagore
Un pitido incesante me sacó de aquel sueño en el que parecía hallarme metido. Mi mente seguía en shock por lo que acababa de presenciar pero al mismo tiempo estaba completamente seguro de que la escena que había vivido había sido real, que Noa había sido una persona importante en mi vida y que, por alguna razón, Ellos se habían encargado de que la olvidase.
Abrí los ojos, sin saber muy bien qué es lo que me encontraría. Había perdido la noción del tiempo y del espacio. En mi cabeza solo aparecían y desaparecían los rostros de aquellas personas con las que me había cruzado aquellos últimos días, incluida la propia Noa. Sin embargo, cuando me desperté fue la cara de mi vecina la que me encontré. En ese momento recordé los últimos acontecimientos que me habían llevado a la casa en la que me encontraba metido: la persecución de aquel hombre de la chaqueta metalizada, nuestra charla con Lázaro, mi disparo, del forcejeo que había tenido con mi vecina y de la repentina descarga eléctrica que había sentido cuando ella había tocado La Reina.
—¿Por qué siempre que estoy contigo tiene que saltar siempre la alarma en mi localizador? —Me soltó de repente Vera, apagando ese pitido molesto que había roto mi inconsciencia y que provenía de nuevo del dispositivo que tenía en su muñeca como aquella vez en la cafetería—. Otro Código X de las narices.
—Pues yo precisamente te iba a decir lo mismo —le respondí con brusquedad mientras me incorporaba del sofá en el que me había tumbado—. Desde que te abrí la puerta aquel día ya no me acuerdo de lo que es la tranquilidad. Pero bueno... Ahora dime, ¿dónde has escondido a Lázaro?
—¿Lázaro? Ni tengo la menor idea de a quién te refieres ni he escondido yo a nadie —me contestó sin pretensión alguna de sonar amable. Delante de mí, sentada en el reposabrazos de mi mismo sofá tenía a esa chica menuda, de pelo revoltoso que se había presentado en el rellano de mi casa, pero parecía que había dejado atrás esa faceta de "niña buena" con la que la había conocido. Sus ojos chocolate estaban clavados en mi persona como verdaderas agujas pretendiendo, y consiguiendo, que me sintiera bastante desconcertado.
—Ah, es verdad, se me había olvidado que tú no le conocías por ese nombre si no por el de Leo, o así me lo presentaste en el entierro de tu amigo —puntualicé dejándole ver que su nueva actitud no me iba a amedrentar lo más mínimo.
—Has puesto el tiro sobre la persona equivocada, Gabriel —me dijo Vera con seriedad—. Leo solo es una víctima más de todo este engaño.
—¿Una víctima? —Repetí aguantando la risa que aquella frase me provocaba—. Mira... Solo te conozco de un par de días y créeme que no me hace la menor gracia ser yo quien te tenga que decir esto pero no me queda otra opción... Tu amigo, novio o lo que sea no es lo que parece...
Mi vecina bajó por un momento la vista al suelo y, por la sonrisa que se dibujó en su cara, supe que mi intervención también le había hecho gracia, por algún motivo.
—Qué curioso que seas precisamente tú el que me hable de las falsas apariencias —me respondió haciéndome ver que sabía algo más sobre mí que yo no le había contado.
—Sin duda parece que aquí todo el mundo hemos encontrado la horma de nuestro zapato —solté con ironía—. Ninguno es lo que dice, ser, incluida tú misma. ¿Me equivoco?
Aquel comentario sí que pareció afectarle más de lo que pensaba aunque no tardó ni cinco segundos en romper el silencio que había generado mi intervención:
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No quieras volver
ParanormalMadrid, año 2063. Muerte y vida se intercambian desafiando las leyes de la naturaleza. Un pacto amenaza con romper el equilibrio de los días. No existe el control, tampoco el libre albedrío. ¿Qué se esconde detrás de esas personas con las que compa...