Capítulo 29: Más sombras que luces

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CAPÍTULO 29: MÁS SOMBRAS QUE LUCES


Todo deseo estancado es un veneno.

Andrés Maurois


Los primeros rayos del alba se filtraban ya por algunos de los cipreses de la entrada del cementerio. La propia Shen agradeció aquella cálida caricia con la que la recibió ese nuevo amanecer al salir del puesto de mandos tras los pasos de su compañero.

Algo le decía que Frontera iba a aprovecharse de la presencia de Lázaro, a tan solo unos pocos metros de allí, y aquello no le gustaba lo más mínimo. Era cierto que podría ser la opción más rápida y eficaz pero podía revelar información demasiado importante.

La muchacha abrió la cancela del recinto y salió a la calle. El alumbrado de la acera había sido ya apagado para que fuera la propia luz del día la que cumpliera esa función, pero pese a la aún escasa iluminación pudo distinguir casi al final de la vía la silueta de su compañero andando con paso decidido.

—¿Se puede saber qué es lo que te pasa? —la voz de aquel pelirrojo que había decidido de repente colaborar con ellos se metió entre sus pensamientos—. ¿Es que no te fías de él?

—No podemos cometer ningún error —le respondió ella sin girarse siquiera para mirarle—. La impulsividad es buena en ciertos casos pero precisamente ahora debemos movernos con pies de plomo. 

—Vamos que no te fías... —concluyó Óscar—. Menudo equipo estáis hechos... Complementariedad ante todo.

—Mira listillo, las quejas para luego, ¿te parece? Como empieces a tocarme las narices desde ya, mal vamos—le espetó con brusquedad clavando sus iris grises en él.

El pelirrojo abrió la boca para replicarle pero Shen le ignoró y emitió un intenso silbido para llamar la atención de Frontera y así evitar que siguiera avanzando.

El joven se giró para ver si aquella llamada era para él y al descubrir de quién provenía no dudó en continuar con su camino.

—Serás... —masculló indignada la chica antes de echar a correr para conseguir alcanzarle.

—Shen, no quiero que te metas en esto —le dijo Gabriel una vez la chica logró llegar a su lado—. Aún no te conoce nadie y prefiero que Lázaro no sepa todavía que eres otra vigilante.

—Te diré lo que yo quiero, Frontera... Quiero que no vayas a involucrar a Vera en esto y mucho menos a Lázaro. Es el único hilo del que podemos tirar en este momento y será mejor que le saquemos el máximo provecho antes de que se den cuenta de su error.

El muchacho soltó una pequeña risa y Shen frunció el ceño sin comprender.

—¿He dicho algo gracioso? —aquella pregunta solo consiguió ensanchar más aún su sonrisa.

—¿De verdad has venido corriendo hasta aquí porque piensas que voy a amenazar a Lázaro o a Vera para que me den el dispositivo? —le contestó con un tono divertido—. Entiendo que no nos conocemos desde hace mucho, pero ¿exactamente por quién me tomas?

La muchacha intentó replicarle pero no consiguió encontrar una respuesta que pudiera excusar su comportamiento. Su instinto la había traicionado y había puesto en clara evidencia la desconfianza que sentía hacia el modo de actuar de su compañero, algo que había tratado de ocultar para que él no levantara más sospechas de las que su propia aparición ya había despertado. 

Desde su reclusión como vigilante siempre había trabajado bajo sus propias órdenes y no había dependido de nadie para decidir cuál iba a ser su siguiente paso. Sus superiores lo habían dejado todo a su cargo y jamás le habían recriminado que hubiera tomado una decisión u otra. Era una vigilante modelo y así se lo había hecho creer a ella misma durante muchos años. Sin embargo, con la llegada de Lázaro su ejemplaridad había sido puesta en peligro y si estaba en ese momento como compañera de Frontera era solo para rectificar los errores que había cometido en el pasado. Sabía que su nuevo compañero no iba a ser nada fácil de amoldar a su antojo, pero en ningún caso podía permitir que él se diera cuenta de que era ella la que iba a llevar las riendas de la misión. Ya le había dado la primera indicación y la había aceptado sin mostrar demasiada resistencia. Unos días más y lo tendría comiendo de la palma de su mano. Y todo gracias a Vera. Por una vez, sacaría provecho de la intervención de Lázaro. No le cabía la menor duda de que la muchacha había sido puesta en el camino de Frontera para distraerle de su verdadero objetivo y ella solo tendría que reforzar ese plan para que su compañero le cediera a ella la investigación de algo mucho más relevante: el paradero de Javier Santillán.

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