CAPÍTULO 34: TAN CERCA PERO TAN LEJOS...
Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre.
Platón
Eran las once de la mañana cuando se pudo poner fin a las despedidas.
Vera aprovechó que habían dejado de bombardear a Irene con condolencias y abrazos para acercarse a ella. Estaba sentada sobre uno de los bancos de piedra que rodeaban al pequeño jardín que habían construido próximo a los nichos. Ni siquiera a plena luz del día perdía aquel aspecto triste y lúgubre que lo caracterizaba. Las hojas marchitas y secas cubrían casi la totalidad de su extensión y no había más color que el de verdes oscurecidos y ocres. Quizás en primavera pudiera alegrar la vista encontrar un pequeño rincón lleno de vida pero en esa época del año el efecto que causaba era justo el contrario.
Los ojos de Irene estaban perdidos en la alfombra de hojas que se extendía a sus pies. Nunca había tenido ojeras, ni siquiera después de haber pasado noches enteras de fiesta o estudiando para los exámenes finales, pero sin duda los acontecimientos la habían cambiado tanto por dentro como por fuera.
Aún se seguía preguntando si su conversación con aquella mujer había sido solo fruto de su imaginación como consecuencia del shock en el que se encontraba.
—Irene... —la llamó Vera con suavidad viendo que la chica no había reparado en su presencia y eso que apenas las separaban unos pocos pasos.
La muchacha salió del trance en el que estaba y volvió la cabeza hacia ella. Su amiga tenía dibujada una media sonrisa en la cara con la que intentaba disimular torpemente su preocupación por ella.
—Ya se ha acabado todo —le comunicó Vera acercándose hasta el banco y sentándose a su lado—. Puedes estar tranquila... Ya se terminaron por hoy las actuaciones.
Irene la miró a los ojos con seriedad.
"Mi querida Vera... No son precisamente esas actuaciones las que me preocupan... Lo que debería aterrarnos es la que presenciamos día tras día y ni siquiera nos damos cuenta de que no es más que un simple teatro" se dijo ella para sí.
—¿Te ocurre algo? —la voz cálida de la chica la sacó de nuevo de sus pensamientos. Vera le tomó la muñeca y empezó a medirle el pulso con claros signos de preocupación en su mirada.
—Estoy bien...
—Tienes el pulso por los suelos, Irene —le comunicó Vera una vez pasados unos segundos. Después colocó sus dedos sobre los párpados de Irene y los bajó para observar el interior del ojo—. Y la conjuntiva más pálida no puede estar... Es un auténtico milagro que no te hayas desmayado ya...
Irene giró la cara para acabar con aquel improvisado reconocimiento médico.
—Llevas sin comer desde ayer... Aunque no te apetezca nada no puedes estar así, Irene —le advirtió.
—Lo sé, Vera. Solo necesito salir de este infierno y todo volverá a la normalidad...
—¿Por qué no te vienes a mi casa? —le propuso Vera intentando sonar lo más convincente que podía—. Allí estaremos aisladas de todo y también te podré preparar algo de comer. ¿Qué dices?
—¿Y qué pasa con Leo? —La voz de Irene se volvió áspera. De repente pronunciar aquel nombre le hacía sentir como si se estuviera echando sal en una herida abierta.
—¿Qué pasa? —repitió Vera sin comprender.
—¿No eras tú la que decía que no quería que él se enterara de que te habías mudado ya a otro piso?
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No quieras volver
ParanormalMadrid, año 2063. Muerte y vida se intercambian desafiando las leyes de la naturaleza. Un pacto amenaza con romper el equilibrio de los días. No existe el control, tampoco el libre albedrío. ¿Qué se esconde detrás de esas personas con las que compa...