Capítulo 8: Fijando objetivos

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CAPÍTULO 8: FIJANDO OBJETIVOS

Siempre es temprano para rendirse.

Norman Vincent Peale

Llevaba varios minutos con el libro cerrado sobre mi regazo, tratando de hallar algo de lógica a lo que había presenciado momentos atrás. Pensaba que con aquella herramienta podría encontrar alguna respuesta, pero no había hecho más que aumentar mi confusión. Ni siquiera tenía la plena certeza de si lo que había visto era real o si no habían sido más que imaginaciones mías.

Emití un largo suspiro e introduje el libro en el maletín. Me levanté del sillón y lo devolví a su sitio original.

Di varios paseos por el apartamento sin saber hacia dónde dirigir mi atención. Sin embargo, algo en mi interior me decía que había dado un paso importante en mi búsqueda. Tan relevante que ni yo mismo en aquel momento podía presagiar la repercusión que este tendría.

Repasé mentalmente la escena que había contemplado al depositar mis dedos sobre el código 459F. Parecía que se centraba en torno a un único individuo, un tal Andrés Pereira. Un tipo de corte serio y decidido, capaz de imponer su opinión fácilmente sobre cualquier clase de colectivo. A primera vista pensé en un magnate financiero o algo así, pero conforme transcurrieron los acontecimientos me di cuenta de que estaba equivocado. En realidad se trataba el nuevo director de la Unidad de Emergencias de la Comunidad de Madrid. Un puesto que, la verdad, parecía venirle como anillo al dedo.

Todo indicaba que él iba a ser mi próximo punto de mira para poder acceder a Lázaro, pero no podía ser todo tan sencillo. 

“¿Qué diantres pinta ella en todo esto?” me pregunté recordando su entrada en el salón de actos donde se encontraba mi sospechoso.

A la que menos esperaba encontrarme. Nada más y nada menos que la muchacha del apartamento de enfrente.

En ese momento su presencia, al menos durante unos segundos, acaparó la atención de todos los que se encontraban allí. ¿Y si fuera ella la 459F y lo que había presenciado antes era simplemente para contextualizar? Ese era uno de los problemas que conllevaba emplear los códigos del libro…las deducciones recaían sobre el propio espectador…Toda  una gracia, por cierto.

¿Había sido ella la distracción que le había permitido Lázaro actuar en mi zona? 

Me había tratado de auto-convencer de que aquello era tan solo una simple coincidencia, pero verla en la escena me había desarmado por completo, las cosas como son. 

Un centenar de preguntas se agolparon en mi mente ¿Qué podría haberla conducido hasta esa situación? Sin duda, aquello le iba a costar un precio muy alto y ¿para qué? ¿Para tener que trabajar en una Unidad de Emergencias como una persona normal? ¿Por qué no vivir como una reina en una mansión alejada de cualquier preocupación mundana?

Una bofetada de culpabilidad me golpeó por dentro. Si aquella chica había estado todo el tiempo en mi distrito, mi deber hubiera sido aconsejarla, evitar que hiciera una tontería como esa…En aquel instante me di cuenta de que había actuado como solo eso, un mero vigilante, nada más. Las palabras de Santillán volvieron a resonar en mi cabeza: “¿Eso es todo lo que vas a hacer? ¿Entonces cuál es tu cometido en este lugar?”.

Emití otro bufido más de exasperación y di otro par de vueltas como un idiota por el piso. 

Tampoco tenía una certeza absoluta de que ella fuera mi objetivo, pero por algún hilo tenía que tirar…Mejor mi vecina que el director de un organismo público.

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